Inició el nuevo ciclo escolar 2023-2024 para 13.1 millones de estudiantes matriculados en educación primaria (pública y particular) y 6.5 millones en secundaria a lo largo y ancho del país. Cabe señalar que desde el ciclo escolar 2018-2019 se ha venido reduciendo la matrícula en primaria acumulando un diferencial de 910 mil estudiantes menos, la razón se puede atribuir primordialmente al abandono, ya que las cifras para secundaria también muestran una tendencia de deserción escolar.

Sin duda el terrible manejo de la crisis del COVID-19, tuvo un efecto significativo en la deserción escolar, pero más importante en la calidad y nivel de aprendizaje logrado en los últimos años, lo que en el futuro tendrá ingentes consecuencias negativas tanto en el desarrollo cognitivo de los niños como en la capacidad para desarrollar competencias laborales, lo que a la larga agudiza el desempleo y los bajos niveles de ingreso que una gran proporción de la población registra.

La educación es un factor indispensable para el desarrollo de la economía, pero lamentablemente el país desde hace décadas registra un gran rezago en el tema producto de una infortunada combinación de factores económicos, políticos y sociales que han condicionado el sostenimiento, acceso y calidad de la educación.

La inversión en educación es un indicador clave de la importancia que un país y su gobierno otorga a su desarrollo a largo plazo. Lamentablemente en nuestro país la asignación de recursos y el diseño de políticas educativas son influenciados por diversos actores políticos y económicos con intereses que no corresponden con la búsqueda de un mayor bienestar de la sociedad basado en el conocimiento.

En el tema del financiamiento al sistema educativo organismos como el BID recomiendan que el gasto público para educación represente entre 4.0 y 6.0 % del PIB. Sin embargo, en los últimos dos lustros el monto destinado al rublo educativo no supera el 4% (considerando todos los programas y acciones presupuestadas), baste señalar que en el sexenio 2013-2018 se destinó en promedio 3.7% del producto y en el periodo 2019-2023 el 3.3%, esta reducción se debe a que se ha preferido “desviar” recursos a programas de corte asistencialista como las pensiones a adultos mayores cuyos fondos duplican lo dirigido a la educación en todos los niveles.

Destinar cada presupuesto menores recursos a la educación debilita al sector en términos de infraestructura, cobertura, calidad y preparación de maestros, lo que, como apuntamos a mediano y largo plazo repercute en el aprendizaje, la salud, el bienestar y el desempeño productivo de los estudiantes, agudizando los ciclos de baja productividad y mayor pobreza.

En términos económicos la insuficiente inversión en educación lleva a que se experimente un severo déficit de competencias necesarias en científicos, ingenieros y capital humano especializado que el desarrollo tecnológico y los cada vez más sofisticados sistemas productivos requerirán en el futuro que no está lejano. Ejemplo de ello es el fenómeno de la relocalización de empresas, que reclaman mano de obra de alta especialización que lamentablemente no tenemos.

No podemos dejar de lado que, en el terreno de la política pública educativa, la ideología y la confrontación de visiones entre corrientes gobernantes ha complicado la conformación de un sistema educativo nacional de vanguardia. Cabe recordar que la actual administración federal introdujo cambios significativos que no necesariamente se han traducido en mejores resultados, desde la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) creado para la preparación del personal docente, siendo sustituido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) cuya labor se enfoca en principio a la mejora educativa y al ejercicio pleno del derecho a la educación.

Sin embargo, la labor de este organismo que surgió en el marco del rechazo de la presente administración a las reformas en el modelo educativo que se habían introducido en el sexenio anterior la “mal llamada reforma educativa”, se ha visto empañada con la polémica y controversia de la implantación de nuevo programa educativo y los nuevos libros de texto para la educación básica, que se aparta del paradigma de que la inversión en aprendizaje y conocimiento se enfoque en  gran medida al desarrollo profesional, a la productividad, la competitividad y al escalamiento social. La “mal llamada reforma educativa” fue sustituida por lo que podemos llamar una “mala reforma educativa”, que esperemos no lamentar en el mediano y largo plazo.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®