A partir del 12 de agosto último la Junta de Gobierno de la Universidad de la Nación inició el proceso para la elección de quien habrá de asumir la Rectoría para el periodo 2023-2027, con base en las disposiciones de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México de 1945, cuya pertinencia resiste el paso del tiempo y la evolución política al mantenerse sin modificaciones.

A las 15 distinguidas personalidades de la Junta compete elegir por mayoría de dos terceras partes a quien será la vigésima quinta persona en asumir esa insigne tarea desde la conquista de la autonomía en 1929. En su oportunidad, 17 personas comunicaron a la propia Junta que cumplen los requisitos para conjuntar y armonizar a la comunidad universitaria para cumplir sus funciones.

No sólo esa comunidad sino la sociedad mexicana puede distinguir trayectorias y perfiles relevantes en ese conjunto. ¡Enhorabuena! Es una expresión de la riqueza de las avenidas que esos talentos de la academia aportan a la Máxima Casa de Estudios de nuestro país. Personas que dan soporte sólido a la complejidad de la decisión que habrá de tomarse; personas que reflejan la esencia de la universidad: el conjunto de todo lo que es en la búsqueda del conocimiento; la unidad por el saber en la diversidad del pensamiento.

La UNAM es el modelo de institución pública de educación superior de nuestro país por su compromiso social, su identidad con lo nacional y su esencia plural, que hacen de las funciones de la enseñanza profesional, la investigación científica y la creación y difusión de la cultura, el espacio más amplio de nuestro país para llevar el conocimiento a la siguiente frontera, en una trayectoria que sólo tendría límites si cesaran el pensamiento, el ingenio y la creatividad de las personas.

Por eso la autonomía es el valor más preciado de la consolidación, el funcionamiento y el desarrollo de la Universidad Nacional. Autonomía para gobernarse y para cumplir sus funciones con irrestricto apego y respeto a la libertad de pensamiento y para expresarlo, y la libertad para enseñar e investigar de conformidad con las ideas que se sostienen. El dogma, la sujeción al pensamiento único y el servicio al poder político o económico son contrarios a esas libertades y la negación de la autonomía.

Sin este atributo, la Universidad se debilitaría y perdería su sentido, particularmente para la sociedad plural y diversa que día a día se afirma en nuestro país. La autonomía se constituye en la garantía del pensamiento libre y todas sus proyecciones en la esfera intelectual: transmitir y debatir sobre el conocimiento con el horizonte de lo verdadero; y cuestionar, indagar, investigar y construir mayor conocimiento.

Si bien compete a toda persona universitaria velar por la vigencia efectiva de la autonomía y actuar ante cualquier intento por vulnerarla, quien ejerce la Rectoría es la primera persona obligada a su custodia, ejercicio positivo y defensa en casos de riesgo o amenaza.

Ahora, como en otros tiempos, la renovación de la titularidad de la Rectoría de la UNAM se da en la encrucijada de la sociedad de la cual emana y a la cual sirve. En la disputa política por la Nación que caracteriza esa parte del espectro de nuestra sociedad y sus consecuencias inmediatas y mediatas, el proceso en marcha y su resultado están llamados a la orientación permanente por el principio de la autonomía universitaria. Sin duda la Junta de Gobierno lo garantiza.

Vale reconocer que el momento político es singular; no sólo el proceso electoral y sus rasgos evidentes, como soslayar el imperio de la ley y el ánimo excluyente hacia la pluralidad, sino los vasos comunicantes -inconscientes o conscientes- hacia otras esferas, destacadamente la comunidad de la Universidad Nacional en la circunstancia del cambio de timonel.

Como toda elección para un cargo de responsabilidad ante la comunidad, al final se trata de optar entre personas; sus perfiles, sus trayectorias, sus desempeños, sus resultados. En lo ideal, es un ejercicio de imaginación orientada: ante los componentes del futuro que pueden percibirse, ¿quién es la persona más adecuada?, ¿por qué ella?, ¿para qué fines?

Si los fines están claros, quien puede generar confianza en que se alcanzarán es la solución. Preservar y fortalecer la autonomía y adecuar normas, procedimientos y programas al cambio de la era digital parecerían fines deseables de consenso en y para la comunidad universitaria.

En esta oportunidad, la Junta de Gobierno cuenta con la legítima aspiración de un jurista de excelencia para conducir a la Universidad Nacional en la consecución de esos fines: el Doctor Raúl Contreras Bustamante, Director de la Facultad de Derecho.

Es un docente reconocido con 34 años ininterrumpidos frente a grupos en diversas asignaturas; investigador y autor en temas jurídicos, políticos y humanísticos, con rigor metodológico y científico; persona sobria, sencilla, abierta al diálogo y ajena tanto al prejuicio como a la falta de ética o la injusticia; académico con visión de Estado, conciencia social y compromiso con los valores de la filosofía humanista; conocedor, estudioso y reformador de las instituciones y sus procesos, como lo acredita la reforma por consenso del plan de estudios de la Facultad que encabeza; impulsor de la cultura de la legalidad y de la prioridad de asegurar condiciones de respeto e igualdad de los derechos de las personas, particularmente de las mujeres y de la diversidad sexual; y, sobre todo, educador convencido de que las oportunidades de acceso al conocimiento son el germen de la transformación positiva de la sociedad.

Conocer a fondo la UNAM y su comunidad, a la que el Doctor Contreras Bustamante pertenece hace más de medio siglo; hacer de la ley herramienta útil y de la sensibilidad política y social vehículo de actuación, y pensar y actuar con principios a favor de esa comunidad y dar resultados, son notas distintivas para augurar que, con su elección a la Rectoría, la Universidad de la Nación transitaría con buen éxito hacia el presente y futuro de excelencia educativa que debe preservar y acrecentar.