Las economías globalizadas como la mexicana, abiertas no sólo al flujo de comercio y finanzas, también en cierta manera a los movimientos de personas, por muy ajenas a los conflictos y tensiones mundiales que se generan intermitentemente, se ven afectadas en determinados grados en su economía nacional lo que también permea a las empresas y personas.

Sin duda los conflictos mundiales conllevan efectos económicos los cuales se clasifican en los terrenos tanto de la economía real como de la financiera: sistemas productivos, cadenas de abastecimiento, oferta de energéticos, flujos de inversiones, precios y cotizaciones de mercancías, valores y monedas, inflación, tasas de interés, entre otros. Obviamente las primeras afectadas con las directamente involucradas, pero a medida que el conflicto se prolonga empieza a afectar a un segundo nivel de economías, las que tienen intercambios y relaciones económicas y posteriormente a las demás, hasta que se vuelve un conflicto económico mundial, aun cuando su origen no haya sido de esta naturaleza.

En las últimas décadas se ha registrado crisis geopolíticas, guerras comerciales y conflictos bélicos los cuales han tenido impactos significativos directos e indirectos en las economías de todo el orbe. Desde febrero de 2022 la guerra entre Rusia y Ucrania, conflicto con origen geopolítico ha sido de las más expansivas en impactos económicos, su primera afectación directa fue un impedimento a la recuperación que empezaba luego de los momentos más álgidos de la pandemia por COVID-19, la crisis más grave de los últimos tiempos, con reducciones drásticas en producción, empleos e ingresos especialmente en países emergentes y de menor desarrollo.

Las afectaciones económicas de la guerra no tardaron en reflejarse con la reducción de suministros energéticos, especialmente gas ruso a Europa, con la consecuente reducción de reservas y aumento en los precios. de igual forma se “dislocaron” los flujos comerciales, y se alteraron los mercados de materias primas, Rusia y Ucrania son grandes proveedores de productos agrícolas y energéticos, ello llevó a lo que llamamos la “pandemia inflacionaria”, con el incremento en cadena de los precios, especialmente de alimentos.

Nuestro país luego de una histórica caída del 8.7 por ciento en el PIB en 2020, debido a la pandemia y a su mal manejo, se empezaba a recuperar, de hecho, lo hizo ya que 2021 la economía creció 5.8 por ciento, pero las presiones por la guerra empezaron a afectarnos especialmente a través del canal de los precios de materias primas por la interrupción de las cadenas de suministro y de los alimentos, la inflación general cerró 2022 con un 7.8 por ciento y la subyacente con 8.3 por ciento.

Un efecto relativamente positivo de la guerra fue el incremento en el precio del petróleo, la mezcla mexicana de exportación pasó de un promedio de 64.60 dólares por barril en 2021 a 89.40 dólares en 2022, ello como productores y exportadores del crudo (empero con una importante tendencia a la baja) nos benefició; pero como importadores de productos procesados especialmente de gasolina el país experimentó una indirecta afectación, ya que el gobierno intervino con un alto costo a través del subsidio al precio del combustible mediante el IEPS.

El subsidio a la gasolina y el control directo del precio de otros energéticos por parte del gobierno ha ayudado a mitigar el alza en los precios. Sin embargo, ha sido a costa del deterioro de las finanzas públicas, de por sí ya en cierta forma distorsionadas por el gasto público en obras improductivas financiado directamente con ingresos presupuestales a lo que habría que agregar el creciente gasto social y el rescate de PEMEX, lo que ha llevado a descuidar otros rublos como salud y educación.

Afectación adicional ha sido el alza en las tasas de interés como consecuencia de la política monetaria establecida para mitigar la inflación, ello incrementa el valor del dinero y por ende el costo de las deudas tanto públicas como privadas, trastocando los mercados financieros y crediticios.

La guerra rusia-ucrania no tiene vistos de terminar pronto, y ahora en las últimas semanas ha surgido un nuevo conflicto en medio oriente, entre Israel y grupos beligerantes ubicados en Palestina, uno de los conflictos activos más antiguos del planeta. En principio, se podría pensar que no hay efectos económicos directos para nuestro país debido a que la zona no es productora ni de energéticos, ni de materias primas, ni de alimentos. Sin embargo, si se involucran, como pareciera que así será otras naciones, la onda expansiva sí tendría efectos económicos. Debemos pues estar atentos al desarrollo de tensiones globales, así como preparados para adaptarnos a las cambiantes condiciones económicas que pueden surgir como resultado de los conflictos en el escenario internacional.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®