Los ataques terroristas de Hamás a la población civil en Israel son injustiicables. La causa del pueblo palestino también está afectada. El conflicto entre palestinos y el gobierno de Israel es muy largo, su antigüedad es la misma del Estado de Israel: 75 años. Es interesante preguntarse cómo fue posible una relativa convivencia pacífica entre judíos y palestinos bajo el Imperio Otomano.  Muchos otros elementos, deben estudiarse para intentar entender la perversión de esta guerra criminal y absurda.

Desde sus orígenes la causa de Palestina por tener su propio territorio y su Estado ha tenido la simpatía de las izquierdas. Recuerdo haber conocido personalmente a Yaser Arafat en 1968, durante el IX Festival Mundial de la Juventud y los estudiantes celebrado en julio-agosto de 1968 en Sofia, Bulgaria. La delegación de la recién creada Organización para la Liberación de Palestina, estaba alojada en el mismo edificio que la delegación de la Juventud Comunista Mexicana, fue muy emocionante convivir con los jóvenes palestinos, que hacían ejercicios militares desde la madrugada en la explanada de uno de los varios edificios de la Villa del Festival Mundial, muy parecida a la Villa Olímpica de lo XIX Juegos Olímpicos de México, donde vivo hace 40 años.

Volví a ver a Yaser Arafat en la Conferecia de Solidaridad con los Pueblos de Indochina, realizada en Versalles en febrero-marzo de 1972. Era uno de los líderes más queridos de mi generación. Haberlo conocido es algo muy importante en mi vida, ahora mismo la OLP gobierna Palestina y es hostilizada por Hamás.

Sigo simpatizando con el derecho de Palestina a tener su propio Estado y Territorio. Todas las arbitrarias invasiones y anexiones de Israel son muy graves y han reducido el territorio palestino a unas cuantas manchas, donde sus habitantes viven diariamente bajo el terror de las tropas israelitas. Cientos de miles de víctimas, sobre todo de niños, mujeres y ancianos no deben olvidarse, pero todo ello no justifica el terrorismo de Hamás.

Tengo en la memoria el debate de Albert Camus con Jean Paul Sartre, por su combate al terrorismo del Frente de Liberación de Argelia, diciendo jamás aceptare que mi madre pueda morir en un atentado en Argel. Antes polemizó con Jean Paul, cuando ése proponía poner la pena máxima a los reales o supuestos colaboradores franceses con los Nazis.

Camus le reprochaba a Sartre, haber tenido una vida relativamente cómoda en el Café de Flore, mientras Camus dirigía el periódico Combat desde la clandestinidad.

Son muy importantes y deben llamarnos a una reflexión profunda las siguientes palabras escritas por Albert Camus: “La libertad, <ese nombre terrible escrito en la carro de las tormentas> (Philothée O´Needy), figura al principo de todas las revoluciones. Sin ella, la justicia parece inimaginable a los rebeldes. Sin embargo, llega un tiempo en que la justicia exige la suspensión de la libertad. El terror, pequeño o grande, viene entonces a coronar la revolución”.

Camus fue premonitorio. Cuba, Nicaragua, Venezuela en nuestro continente sufrieron el vuelco original de cierto tinte libertario de sus revoluciones, para convertirse en dictaduras que prácticamente destruyeron a sus  países.

La defensa intransigente de la libertad es en nuestros días, una cuestión fundamental. El no haberlo entendido tuvo costos terribles para los ideales socialistas y comunistas en el llamado socialismo realmente existente de la URSS, el centro y este de Europa, China; Mongolia, Indochina y parte de África,  Ángola, el Congo, Mozambique incluyendo la tragedia de Argelia donde  Ben Bella fue derrocado.

La opresión de los antiguos comunistas fue la causa profunda del derrumbe del socialismo realmente existente, simbolizado por la Caída del Muro de Berlín.

La dimensión y profundidad de esa verdadera traición, explica, en buena medida la tendencia derechista en Europa desde España, Francia, Italia, Turquía, Hungría, Croacia, que también ha llegado a nuestro continente desde los Estados Unidos con Trump, hasta Brasil con Bolsonaro y ahora con Javier Milei en Argentina.

Es muy impresionante que ciudades o regiones enteras de Francia, que eran bastiones del Partido Comunista, hoy sean fortalezas de la derecha más intolerante encabezada por la familia Le Pen.

Ese mismo panorama se vive en antiguas regiones comunistas de Italia. Como la Emigia Romana.

Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, todo lo anterior no existe. De manera torpe y anacrónica es admirador de la dictadura cubana y ahora evade condenar al grupo terrorista Hamás.

Su política derechista en todos los ámbitos: neoliberaismo económico, militarización de la vida pública, persecución  violenta a los migrantes, defensa  a ultranza del ejército en las matanzas de 68, la guerra sucia y las ejecuciones recientes, lo tienen postrado ante los militares, a niveles increíbles como  los honores que le brindó este 11 de octubre al General Salvador Cienfuegos,  además de la defensa y promoción de su corcholata preferida Claudia Sheinbaum a postuar a Omar García Harfuch para gobernar la Ciudad de México, una ofensa sin nombre contra los movimientos reprimidos por su abuelo, el Secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán durante el 68.

Un gobierno con máscara de “progre”, no debe sorprender que simpatize con Hamás.