Acapulco es un referente vital para las generaciones de los años cuarenta a la actualidad. Hoy es el escenario de una tragedia, posiblemente emblemática y premonitora de las que sufriremos en el siglo XXI y una secuela muy directa del cambio climático y la destrucción del planeta.

Esa referencia general, histórica y planetaria de un fenómeno natural, un huracán, no es o no debe ser una excusa para eludir las responsabilidades políticas de los gobernantes, de las fuerzas militares, del Estado en su conjunto y las tristes expresiones de la decadencia de nuestra sociedad.

Las omisiones de previsión y medidas de protección civil, lo tardío en las acciones de los gobernantes y las incursiones patéticas del presidente, no pueden silenciarse aduciendo que son actos de “zopilotaje” de la oposición conservadora, ni deben ocultar el amarillismo y las posverdades de muchos “post” estridentes y grotescos.

El estado y la sociedad han sido desbordados por la tragedia de un Huracán en la época del sobre calentamiento del Planeta.

La ineptitud y torpeza de los aparatos militares, dañó severamente su imagen.

Los actos de rapiña en contra de poblaciones, casas y comercios de gente muy jodida, que tuvo que autodefenderse de otros jodidos, con lo que tenía a la mano: un garrote, un tubo e incluso una pistola, exhiben la situación de miseria en la que viven o mejor dicho sobreviven millones de familias, condición que niega sistemáticamente el presidente cuando dice todos los días que “vamos requeté bien”.

Tampoco se conocen propuestas consistentes del Frente Opositor orientadas a dar un viraje para combatir la desigualdad, verdadera causa de la pobreza.

Ese Acapulco de Agustín Lara cantándole a María Félix esta enlodado en su Costera y sumergido en el caos de todo tipo, por falta de agua, de alimentos de auxilios médicos, de energía eléctrica y atrapado casi sin salidas.

El Acapulco de la “era alemanista” cuando se construyó la costera y surgió la hotelería en la gran bahía y que también construyó la célebre “autopista “, con sus curvas donde murieron cientos o quizá miles de turistas de todo tipo, como los que quedaron en la famosa “Pera” casi al llegar a Cuernavaca, está gravemente herido.

Desde mi infancia cuando fui por primera vez al puerto, me conmovieron las imágenes de miseria de los campesinos habitando chozas, en escenarios que solamente ha había visto en películas de aldeas africanas.

Acapulco es el destino prototípico del turismo al estilo de Héctor Suárez y Lucha Villa en la película clásica Mecánica Nacional en donde viaja hasta el perico, aunque su destino no es Acapulco, refleja aquel apotegma de Acapulco “es para todos los gustos y los precios, lo mismo el “hotel Camarena” instalado en la playa, si acaso con casas de campaña improvisadas, junto a los grandes hoteles de las cadenas turísticas gringas.  Es el lugar donde los que no tienen van a presumir a gente que ni conocen.

También Acapulco es en los años sesenta el destino de los reventones de fin de semana de los chavos de clase media, recuerdo cuando después de la huelga de 1966 nos fuimos a “la playa” en jeeps y camiones de la UNAM, decenas de huelguistas y no dejamos de ir a “la zona a ver al famoso burro que tomaba cerveza”.

Acapulco fue también, en mi caso, el lugar donde nos íbamos a quitar la tensión después de una reunión clandestina con el Comité Estatal de Guerrero en los mismos días que Lucio Cabañas tenía secuestrado a Rubén Figueroa, en una playa cercana donde patrullaban barquitos de la marina. No sabíamos que desde la base de Icacos iban a subir a los helicópteros y avionetas a los campesinos “desaparecidos”, para tirarlos vivos o muertos al mar, después de haberlos capturado en los pueblos donde operaba Lucio Cabañas, que sufrieron la política de “pueblos arrasados” implantada en Viet Nam por los gringos.

Acapulco el de la Quebrada y su salto y el de Puerto Marqués, donde se dice que tenía casa el primer Tarzán Jhony Weissmuller y por supuesto Miguel Alemán. En la bahía donde Carlos Trouyet, el Carlos Slim de los años sesenta y setenta sumergió una estatua de la Virgen de Guadalupe, ese Acapulco agoniza, en medio de una obscena conducta del gobierno de evadir sus responsabilidades.

Acapulco es también el escenario de matanzas como la efectuada contra los copreros en agosto de 1967. Es el lugar de los “asentamientos precarios del Rey Lopitos que sigue teniendo su estatua en la colonia La Laja.

No olvidaré nunca el inmenso mitin de unas 50 mil personas donde Cuauhtémoc Cárdenas cerró su campaña en 1988, en una atmósfera muy especial con colonos, pescadores, trabajadores turísticos, sexo servidoras y tratantes, cuya densidad era tal, que la presión de la masa rompió los cristales de la camioneta donde viajaba Cuauhtémoc.

Acapulco es donde mi gran amigo Pedro López fue asesinado en un crimen de odio, similar al que sufrió Pier Paolo Pasolini, al que el gran Peter admiraba tanto.

No es hora de lágrimas de cocodrilo. Ni de ominosas exculpaciones.