Este lunes inició el período de precampañas para la determinación de las candidaturas a la presidencia de la República. Y también fenecerá el período para solicitar el registro de las coaliciones en este proceso electoral federal. Dos fases emblemáticas en la competencia por la preferencia y el sufragio de la ciudadanía.

Una principia con las determinaciones de las candidaturas en procesos políticos que anticiparon dos candidaturas ya conocidas: Xóchitl Gálvez Ruíz del Frente Amplio por México (FAM) conformado por el PAN, el PRI y el PRD, y Claudia Sheinbaum Pardo por la alianza que integran Morena, PT y PVEM; y la concreción de la precandidatura de Samuel García Sepúlveda por Movimiento Ciudadano (MC).

Y la otra implica para las fuerzas coligadas el complejo conjunto de entendimientos sobre a qué partido corresponderá la postulación de cada candidatura a las senadurías y las diputaciones federales de mayoría relativa, a la luz del tipo de coalición por la cual se opte: total, parcial o flexible.

Un componente destacado del momento político presente, aunque se hallaba delineado, es la presencia de tres opciones para la boleta presidencial. El bloque oficial ha mantenido cohesión entre las fuerzas políticas que lo articularon a la luz del resultado de los comicios de 2018; y las oposiciones en las cámaras del Congreso a ese bloque presentarán opciones distintas al electorado: la de los partidos surgidos en 1929, 1939 y 1989, y la del partido nacido en 1999.

No habrá -en las postulaciones- una elección de polos antagónicos. Queda para la reflexión del ¿qué habría ocurrido?, el escenario de las oposiciones unidas. En el FAM la consideración es nítida: pluralidad coligada en defensa de valores y principios democráticos frente al populismo autoritario del gobierno en turno y su aspiración por obtener un nuevo mandato presidencial.

En MC está presente la apuesta por el crecimiento electoral, político y de mandatos representativos en las cámaras a partir del deterioro de los partidos del FAM. En 2018, MC en alianza con PAN y PRD sólo obtuvo 1.78 por ciento de la votación presidencial, de 22.26 por ciento de esa coalición. En 2018, los aliados del FAM obtuvieron 34.04% de la votación en la elección presidencial. ¿La sola polarización haría subir ese porcentaje? Parece que sí. La tercera opción lo hace complicado y ésta tiene a la mano alcanzar un mejor resultado que en 2018.

Para el bloque oficial está implícito que la división de la propuesta-oferta en su contra le favorece; en una sociedad polarizada desde el púlpito de Palacio Nacional, la escisión de lo distinto o lo contrario afirma la posibilidad de la mayoría relativa en un cargo de carácter individual.

El otro componente relevante de este momento es el escenario de cada portaestandarte en las tres opciones que tendrán las personas ciudadanas. Claudia Sheinbaum se presenta con la solidez y la debilidad de ser la persona ungida por el presidente de la República; luz y sombra. Ausente de carisma y sin espacio para ventilar sus propias consideraciones, triunfa en una “encuesta” diseñada para legitimarla, donde el inconforme ha terminado por hacerlo cuando ese acto no sumaba casi nada a quien la clase política oficial y el sector privado aceptaron como la ungida en un ritual digno de los años setentas del siglo pasado. Todo cortesía del inquilino de Palacio Nacional, incluido el bastón sin mando; la capital de la República no será su expresión de fortaleza, al tiempo de haberse tomado por asalto la opción de un sitial en la Corte.

A la cabeza en las encuestas, deja escapar las sospechas de la revisión del maximato callista: una el cargo formal y otro el mando real. Ilusiones que duran lo que duran, con indicios de conducción y control del hombre indispensable. Sin la votación no hay mandato y sin el cargo no hay facultades para ejercer el poder que deshace esas ilusiones. Sólo esperar con el aliciente de ese espectro para animar a la ciudadanía que se opone a la continuidad de la auto llamada cuarta transformación.

Xóchitl Gálvez se encuentra ante la paradoja de haber sido designada responsable de la construcción del FAM, pero haber quedado sujeta a los entendimientos y acuerdos de las dirigencias partidistas que lo conforman y de las organizaciones ciudadanas que impulsaron la estrategia aliancista para enfrentar al bloque oficial. Un termómetro para medir el papel de la precandidata presidencial estará en el convenio de coalición: diseño e integración de órganos directivos, de finanzas y de representación jurídica, y decisión sobre a qué partido corresponderán las candidaturas a las senadurías y las diputaciones federales.

Está visto que el FAM requiere trabajar para que los mandatos en el Congreso sean la clave para hacer gobierno y también para ser oposición que impida la pendiente de exclusión de la pluralidad de los contrapesos de la Constitución. Y que los perfiles con capacidad para competir, atraer votos y triunfar, así como para elevar la calidad de la labor parlamentaria y política, serán preferidos al acomodo de los intereses cupulares.

Samuel García parecería buscar la candidatura disruptiva de la clase política para hacer contacto con la juventud que votará por primera vez, por primera vez en una elección presidencial o por primera vez en la dicotomía del desmantelamiento y la destrucción de las instituciones y los consensos de la democracia en formación, pero que podrían haber dado por sentada.

Difícil no pensar que será una candidatura basada en el entretenimiento. Pienso en otra ilusión. Cierto que en las encuestas que mejor midieron su evolución en la elección para la gubernatura de Nuevo León en 2021 pasó de 13.72 por ciento en enero de ese año a 36.1 por ciento en mayo, y que triunfó con 36.71% de la votación. Singular crecimiento, pero cortesía del desplome con causa de Clara Luz Flores y la confrontación entre el PRI y el PAN. La arena nacional es distinta. No es la concentración poblacional de la zona metropolitana de Monterrey, además de los problemas de no tener un diálogo constructivo con la mayoría que el PAN y el PRI hacen en el Congreso estatal.

¡Arrancan! Tres que parecen ser, pero en realidad todavía no son.