Los sabelotodo abundan. Ante la aplastante victoria electoral de Javier Milei en Argentina hay todo tipo de especulaciones.
En mi caso considero que en México hay una especie de impunidad social, además de la jurídica y política.
Los corruptos e incluso los criminales nunca son sancionados, siempre tienen o construyen alianzas para evadir la ley.
La frase mañanera del presidente “no me vengan con que la ley es la ley” es una doctrina oficial. Los antiguos bestias negras, deambulan por el país o por el mundo sin el menor temor. Carlos Salinas, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, enemigos públicos de la nación, pasaron de ser unos emblemas de la maldad, la corrupción, el neoliberalismo que dañó moral, económica y socialmente al país, la mafia del poder; a ser incluso reconocidos y respetados por AMLO como lo declaró recientemente en la toma de posesión de Delfina Gómez, al decir que Peña Nieto no se metió en el proceso electoral de 2018.
Salvo el juicio, proceso, sentencia y prisión domiciliaria por casi 3 años del presidente Luis Echeverria Álvarez por ser reo del delito de genocidio y a quien se le otorgó un amparo aberrante y con ello prevaleció la impunidad; no ha habido en México, ningún presidente procesado y mucho menos sentenciado por los delitos que cometieron.
Quizá sea peor la impunidad social. Me refiero a la actitud de la gente ante esos delincuentes. Por una parte, los convierten en causantes de todos los males nacionales y les atribuyen poderes fantásticos, incluso en el presente y hasta en el futuro del país; pero al mismo tiempo si se topan con alguno de ellos en alguna reunión, en alguna calle los saludan, abrazan y hasta se toman una selfie.
Esa conducta no se da solamente en relación a los presidentes o los machuchones, toda la red de funcionarios de los diversos gobiernos que se han enriquecido a costa del erario, vive tranquilamente e incluso una buena parte de ellos tienen altos cargos en el gobierno que obtuvo su victoria prometiendo que los metería a la cárcel. Son emblemáticos Manuel Bartlett e Ignacio Ovalle, ambos protegidos del presidente de manera obscena, aunque son solamente la punta de un Iceberg inmenso.
Todo lo anterior lo menciono ante el fenómeno de Milei en Argentina.
Desde siempre Argentina es un país muy inexplicable para mí.
Nunca he entendido como ha sido posible el fenómeno del peronismo.
Un país con tradiciones políticas y sociales de gran arraigo a lo largo del siglo XX, con un desarrollo capitalista muy por encima del resto de Iberoamérica, ha padecido múltiples golpes militares y una reiterada veneración por Juan Domingo Perón, Evita e incluso Isabelita, tanto de los peronistas de izquierda, como los fascistas, baste recordar la matanza de Ezeiza entre ambas fracciones al recibir a Perón.
Me parecen muy interesantes las opiniones de José Natanson publicadas en Le Monde Diplomatique a propósito de los resultados inesperados de las internas realizadas en Argentina, previas a las elecciones generales y a la segunda vuelta, nos dice “Por eso, para empezar a entender los resultados de las PASO de ayer creo que, más que pensar en grandes cambios ideológicos del electorado (“giro conservador”, “derechización”), hay que analizar el estado de la sociedad en su modo más puro, ir a ver lo más abajo posible. Y no hace falta un doctorado en sociología para notar que la sociedad argentina está astillada, partida en mil pedazos luego de una década de estancamiento, de una economía que no funciona, ni resuelve, ni muestra una salida, de una configuración política polarizada que ya no le sirve a nadie, de años de pandemia e inflación.
Sin evadir una postura contraria a Javier Milei y lo que representa, me parece necesario asumir que esa victoria, como otras de las derechas más cavernícolas, es una de las consecuencias del fracaso de las izquierdas y específicamente las del ala socialdemócrata o ese híbrido tan especial que es el peronismo.
La situación en México es todavía más anómala.
Más de un siglo de hegemonía de la ideología de la Revolución Mexicana, que ni siquiera se interrumpió durante el periodo “neoliberal” y que renació tanto en la primera fase del PRD como ahora abiertamente con Andrés Manuel López Obrador, cuya “tesis” de la “Cuarta Transformación” es totalmente congruente con una visión lineal de la historia, etapista dirían los trostkystas, que supone “Proyectos nacionales únicos” y con un lenguaje primario de un marxismo de lugares comunes , enmascara su verdadera naturaleza autoritaria que supone una gran alianza con los grandes capitales y realiza una política derechista en todos los niveles.
Si en Argentina el fracaso peronista, generó el fenómeno Milei, no debemos descartar un vuelco semejante en México ante la estafa del gobierno de la Cuarta Transformación.
Una sociedad astillada, puede embelesarse con cualquier demagogo tipo Milei.


