Los daños que el ciclón Otis causó en Acapulco y otros municipios del Pacífico no son solamente para los guerrerenses: los daños son para la Nación. Por eso mismo, la República herida debe dar ahora una respuesta adecuada, equitativa y puntual. Ningún mexicano alberga dudas al respecto.

Por supuesto, no hay un “Gran Culpable” del desastre generado por los elementos naturales. Un ciclón sucede porque sucede y todavía no tenemos manera de explicarlos científicamente, menos aún de prevenirlos. Por eso mismo, necesitamos serenarnos y buscar, en clave de moral republicana, una respuesta social adecuada a los muchos y grandes problemas existentes. Hubo muchos males en Guerrero, entre ellos el de la rapiña material lamentable, que puede explicarse en parte, pero nunca justificarse.

Nadie defiende la rapiña y nadie defiende las actitudes de indolencia o de retraso en los apoyos que son urgentes, si acaso lo hubo. Nadie, tampoco, justifica la corrupción, aun cuando se haya presentado excepcionalmente. Por eso mismo, nadie puede explicar y menos justificar otras variantes de la rapiña: la de naturaleza política.

Esta práctica no por ser de viejo cuño deja de ser dañina, porque resta credibilidad a las instituciones, justamente cuando la confianza es un factor vital para la atención de las emergencias. Si los mexicanos comenzamos a dudar más del gobierno, que no sólo es el Presidente de la República, la capacidad institucional para dar respuestas adecuadas se verá seriamente reducida.

Debemos tener claro que hay rapiña, no solamente cuando se saquea un almacén o una tiendita. La hay cuando se exagera el número de fallecidos o desaparecidos como el argumento para marcar la ineficacia o la mala intención gubernamental.

Una tragedia es una tragedia aun cuando fuera una sola víctima; si hay más víctimas, la tragedia solamente es mayor, pero sigue siendo un evento doloroso. Inflar el número de damnificados en todos los sentidos también constituye rapiña moral.

El gobierno nacional ha hecho lo que debe hacer. Atender a los afectados en lo urgente y cuantificar los daños para construir respuestas a la brevedad posible. Nadie podrá negar que la llegada de ayuda a los damnificados ha sido oportuna en la medida en que es posible. Hablamos de una alta complejidad, por la intensidad y las dimensiones del fenómeno natural que nos ha afectado.

También se trata de una población asentada en espacios cuyo acceso es difícil aún en tiempos normales. Estos asentamientos no se crearon un día antes del ciclón ni mucho menos. Llevan ahí mucho tiempo y ese fenómeno tiene explicaciones que distan mucho de ser simples.

Por eso, no vale ni es éticamente aceptable el reduccionismo ni los señalamientos exprés. El Gobierno ha atendido en lo posible la emergencia y ha comprometido recursos haciendo un esfuerzo extraordinario. Las cifras de lo requerido son muy altas y aún queda mucho por cuantificar.

Por lo pronto, la presencia de la Marina, de la Fuerza Aérea y del Ejército es evidente y son un factor se soluciones a lo inmediato. Que quede claro: la rapiña política puede estorbar al cuerpo institucional, pero no beneficia a quienes la operan. Cuando se vean las evidencias se puede revertir en contra de sus promotores.

Va un reconocimiento a los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad, que aún en los espacios inundados han hecho buena parte de su tarea, con un esfuerzo extra y desafiando los peligros que implica su trabajo. Los mexicanos estamos pendientes.

@Bonifaz49