El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, le da un trato diferente, disperso y, lo más delicado, a conveniencia, a los asuntos internacionales que se presentan fuera de nuestras fronteras.

En el reciente conflicto entre Israel y el grupo terrorista Hamás, se niega a ser claro, al no condenar los actos de terrorismo, bajo el argumento de que México es pacifista.

No quiere entrar en polémica con la embajadora de Israel en México, Einat Kranz Neiger, luego de que la diplomática considerara que la postura “neutral” adoptada por el gobierno mexicano era apoyar el terrorismo, pero no tiene el menor empacho en criticar abiertamente la destitución de Pedro Castillo en Perú, inmiscuyéndose descaradamente en asuntos internos de otra nación.

Como el presidente de la República es obstinado y bastante necio, volvió a tensar las relaciones con Perú, al “pausar”, según él, las relaciones diplomáticas con el país andino. Declaró en su momento que mientras no haya normalidad democrática en ese país, no habrá relaciones económicas ni comerciales.

Aunque no tenga implicaciones prácticas, porque las relaciones se mantienen, al igual que con España, es ridícula la actitud del presidente López Obrador. Políticas erráticas y ocurrencias como la de “pausar” las relaciones entre naciones.

Ignora López Obrador la doctrina Estrada y las palabras del Benemérito de las Américas, ya que cuando le conviene se entromete, opina de más y desarrolla una política abiertamente intervencionista.

Cuando no le conviene, se hace de la vista gorda y hasta invita a una delegación rusa al desfile que conmemora la independencia en México, no se pronuncia respecto de las actitudes autoritarias del presidente de la República en Nicaragua, José Daniel Ortega y ahora en lugar de condenar actos terroristas se hace el simpático argumentando que México es pacifista.

Claro que México es una nación pacifista y así lo demostró, cuando votó en el Consejo de Seguridad de la ONU en contra de la invasión de Estados Unidos a Irak, pero también como miembro de la Asamblea General de este organismo internacional, debe condenar el uso de la fuerza para dirimir cualquier conflicto internacional.

El articulo 33 de la Carta de las Naciones Unidas, estipula que para toda controversia susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, se tendrá que buscar solución, mediante la negociación, la mediación u otros medios de solución de conflictos internaciones.

En esta administración nuestro país se apartó de los principios que lo destacaron por décadas en el manejo adecuado de una política internacional. Ahora, son solo ocurrencias, como cuando se le pidió al gobierno español perdón por la conquista.

En la conducción de la política exterior en México, el titular del Poder Ejecutivo en turno siempre observaba principios normativos como la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacifica de controversias y la proscripción de la amenaza o uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

Hoy en día las cosas han cambiado, tenemos un presidente que atiende los asuntos internacionales en sus mañaneras a base de ocurrencias y disparates, que afortunadamente no han pasado a mayores y, con ello, acarreado consecuencias a los mexicanos.

 

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