A la familia y amistades de Don Sergio García Ramírez

Ha partido Don Sergio García Ramírez al sitio donde la existencia física se convierte en recuerdo y la memoria de la esencia de su energía nos acompaña en el porvenir. Existencia significativa, profunda, fructífera; legado sustantivo, rico, diverso. Una persona a plenitud con su tiempo y la sociedad en la cual se formó, planteó, reflexionó y actuó; una persona de honda raíz en lo nacional y una vocación abierta a lo universal que pone en perspectiva al ser y sus circunstancias.

En su trayectoria del nativo solar tapatío a las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México y al servicio público, para contribuir a la doctrina y la praxis de los derechos humanos en el continente americano, está presente un compromiso colectivo a partir de la disciplina personal: aportar a la generación de mejores condiciones de vida para todas las personas; las más próximas e identificadas y las identificables con base en el efecto de su pensamiento y sus acciones.

Entre el 1 de febrero de 1938 y el 10 de enero de 2024 transcurre un amplio arco de realidades y de cambios. Dos líneas de tiempo: del naciente nacionalismo revolucionario a la hegemonía política, de ahí a la transición hacia la democracia electoral y el ejercicio democrático del poder y después a la polarización excluyente con ánimo de restauración del presidente-caudillo; del fascismo y la Segunda Guerra Mundial al sistema de Naciones Unidas, de ahí a la confrontación este-oeste, luego al retiro del modelo comunista y el sueño del triunfo liberal inamovible, para llegar al surgimiento del populismo ante la insatisfacción en la igualdad ofrecida.

Parece haber dos hilos conductores en tensión: las rutas de acceso al poder y su ejercicio, y la condición de cada persona para ser libre y hacer comunidad.

Don Sergio encontró en el estudio y dominio de la ciencia jurídica el cauce para su vocación por lo social, un instrumento para buscar transformaciones significativas y un faro para afirmar la ruta de las acciones humanas, con base en los valores que explican y sustentan la ley: libertad para las personas, igualdad de todo género en la comunidad y justicia para afirmar una y alcanzar la otra.

Sin duda se constituyó en un referente obligado para la formación jurídica y los estudiosos del Derecho, porque siempre militó en el proceso de la enseñanza-aprendizaje de las normas, pero no sólo desde la perspectiva de su función y su aplicación, sino sobre todo de su sentido y sus fines para la vida en convivencia. Será reconocido por la formación de generaciones y la inspiración para nuevos ciclos de estudiantes, por la cátedra y por la gran obra jurídica que nos ha heredado. Enhorabuena que, por sus indiscutibles méritos académicos, la máxima casa de estudios de nuestro país le haya conferido el grado de profesor emérito.

A su vez, se consolidó como un político de excepción por el nivel de excelencia que se exigía para la actuación pública que le correspondía encabezar; así en el impulso a la readaptación social de quienes han delinquido, en el cuidado de la formación de los educandos, en la custodia del patrimonio nacional y su aprovechamiento, en la procuración de justicia apegada a la ley y respetuosa de la dignidad de las personas, en la impartición de justicia agraria con sensibilidad al origen social de los derechos en pugna y el principio del imperio de la ley para encontrar el equilibrio que convence y compromete. Un político consciente del poder y de la lucha que entraña acceder a su ejercicio y ejercerlo, pero más consciente de los fines superiores de servicio a la sociedad de esa búsqueda y esa práctica.

También se prodigó como un ciudadano ejemplar. Encarnó la lealtad a los principios republicanos y a los postulados democráticos. Lo hizo sin responsabilidad pública y con ellas. En estas destacan la aportación a la evolución positiva del sistema de partidos, como secretario general del PRI tras los resultados de las votaciones de 2000, y del sistema electoral, al fungir como consejero electoral del IFE en aras de superar la crisis de confianza entre formaciones partidarias de principios de la década pasada. Postuló el ejercicio de los derechos civiles y políticos con la corresponsabilidad de cumplir las obligaciones inherentes y defendió el peso de la voluntad popular en su ejercicio y su cumplimiento.

De su larga, sólida y rica trayectoria sólo resalto tres episodios: (i) la dignidad, capacidad y pericia con las cuales condujo las tareas de la entonces Procuraduría General de la República ante la andanada de los Estados Unidos contra México y sus instituciones (Mexico bashing) ocurrida en la gestión del presidente Miguel de la Madrid por el asesinato de Enrique Camarena, agente de la DEA estadounidense; (ii) la sobriedad, disciplina, compromiso y calidad política que le aportó al PRI para enfrentar el paso a la oposición. Como lo dejó documentado Dulce María Sauri Riancho en el homenaje a Don Sergio del Foro Nacional Permanente de Legisladores: contribuyó al rediseño de una formación cuya dirigencia y función obligaban a una nueva institucionalidad sin el vértice presidencial de siete décadas; y (iii) la delicada, trascendente y profunda construcción del imperio de los pactos internacionales de derechos humanos hechos orden jurídico nacional, por encima de las normas constitucionales de menor reconocimiento y protección para las personas, que impulsó desde la presidencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos , elevándose la voluntad estatal comprometida en los foros regionales y mundiales a una obligación exigible en el ámbito interno.

Sólo unas pinceladas para poner en perspectiva el patriotismo del servidor público en momentos muy complejos y críticos; la convicción democrática de quien se sujeta al veredicto de las urnas y lo interpreta para beneficio de la gobernanza partidista y la gobernabilidad del país, y la militancia útil, fundada y fructífera por las mejores causas de lo humano.

Don Sergio García Ramírez ha dejado enseñanzas de conducta relevantes; una persona generosa en el buen trato, el conocimiento y el diálogo; una persona íntegra y proba que prestigió todo ámbito en el cual participó; una persona que hizo de la ética en lo público, de la ética en la política, una línea de conducta inquebrantable.

Es ausencia que inspira. Es presencia que motiva. Es vida que trasciende y deja huella.