En recuerdo de José Agustín (Acapulco, 19 de agosto de 1944- Ciudad de México, 16 de enero de 2024), transcribo las primeras líneas de su novela De perfil (Debolsillo), publicada originalmente en 1966 y que originó el calificativo de “literatura de la onda” para nombrar a su generación de escritores.

Detrás de la gran piedra y del pasto, está el mundo en que habito. Siempre vengo a esta parte del jardín por algo que no puedo explicar claramente, aunque lo comprendo. Violeta ríe mucho porque frecuento este rincón. Eso me parece normal: Violeta es mi madre y le encanta decir que no estoy del todo cuerdo. Ahora debo regresar a la casa, porque de lo contrario Violeta me llamaría y no tolero cosas así. Seguro soy desobediente por naturaleza. Por ejemplo, hace un rato Humberto me pidió que comiera con orden, sin mordisquear aquí y allá. No le hice caso, pero acepto que diga esa clase de cosas (no por nada es mi padre).

Siempre me ha costado hacerme a la idea de que son mis padres; es tonto, he visto mi acta de nacimiento y hasta me parezco a ellos. Hoy en la mañana lo dije, pero respondieron que dejara esos asuntos y

–Deberías partir la carne en pedazos más pequeños.

Recuerdo (y me mata de risa) cuando Humberto me explicó lo del sexo. Hace siglos. Se veía muy gracioso al hablarme: partía nerviosamente su flan. Al final, el postre estaba reducido a partículas viscosas y casi no atendí.

–¿Has entendido bien?

–Sí, Humberto.

Pero era mentira y eso no me preocupó demasiado; el sexo no me; interesa gran cosa. Hasta algunos compañeros me ven con desconfianza en ocasiones.

En la mañana vino Ricardo. Me pareció i ncreíble: según me ha contado, dureme hasta muy tarde, y tras el desayuno, dormita en el jardín. Subimos a mi cuarto. Me senté junto a la ventana, mientras él se paseaba. Tomó un libro para preguntarme si era bueno, le respondí que era un líbro y nada más (los libros que me regala Humberto son los últimos que leo). Comentó ah y siguió paseándose. Yo lo observaba preguntándome cómo puede pasearse tanto tiempo sin decir nada. Ricardo es medio taradón, se lo he dicho y sólo contesta ah. Al poco rato, tras tomar una silla se sentó frente a mí. Dijo:

–Oye.

–¿Qué?

–No, nada.

Volvió a pasearse y vio detenidamente mi calendario de la Panamerican (lo ha visto miles de veces). Fingí no interesarme en él, pero la verdad era bien distinta. Algo traía entre manos. Entonces encendí un cigarro como si nada. Ricardo me miró escandalizado, pero sonriendo, hasta que no pudo más.

–Y, ¿si entran tus papás?

–Total…

–¿De veras no te importa?

–En este momento, no.

–Ah. Dame uno, ¿sí?

Se lo extendí de mala gana. Ricardo nunca compra cigarros, y además, fuma como si fuera lo máximo en el mundo. Así lo hizo esa mañana: daba el golpe, aguantándolo durante siglos, y luego, tras echar el humo, sonreía. Ya me estaba exasperando cuando volvió a sentarse frente a mí.

–He estado tirando la ceniza en el suelo –dijo, casi agresivamente.

–No te preocupes, la criada limpia todo.

–Ah.

–¿No sabes decir otra cosa?

–Oye –había un ligero temblor en su voz–, tus papás son muy gente, ¿no?

–Mira, si eso quieres, aguantan lo que sea. Adelante.

–Adelante ¿qué?

–Que sigas.

–Ah… Mis papás no son así.

–Qué triste.

–Siempre me ponen como camote por cualquier cosa –Ricardo miraba hacia el jardín, por la ventana–. Me voy a fugar.

 

Novedades en la mesa

La Alemania nazi a través de la mirada de un joven ruso-español, en la novela histórica Últimos días en Berlín (finalista del Premio Planeta 2021) de Paloma Sánchez-Garnica.

 

Gandhi – Librería de primer mundo