Con el relato histórico Memoria en fuga (2023), Luis A. Palacios Román (Monterrey, Nuevo León) recrea fragmentos de la vida de Apaseo, Guanajuato, en los años treinta del siglo XX. La crónica es fiel a una serie de documentos rescatados por el autor en archivos familiares, que se remontan a pasajes de la Conquista y de la fundación de Apaseo, así como a los sucesos que moldearon a la región y sus habitantes ilustres. Transcribo las primeras líneas.

  1. el canónigo. El toque de la campana mayor del templo sonó justo al momento en que el Canónigo Santos Carbajal pisaba el empedrado de la calle al bajar del carro, frente a la parroquia de San Juan Bautista. El repiqueteo de campanas se sucedió mientras levantaba los ojos al cielo con las manos alzadas para luego persignarse fijando su mirada al fondo del atrio. Desde ahí admiró la fachada sencilla, propia de fines del siglo XVII, con un campanario de tres niveles y cinco campanas de aleación de cobre, plata y seguramente oro, por su sonido nítido, agudo. A lo lejos los parroquianos escuchaban el llamado a misa, pero ese día sólo anunciaría la visita singular de un sacerdote, que se fue al Seminario Conciliar de Morelia y regresó para dar su primera misa en el pueblo que lo vio nacer, hacía casi ocho décadas. El eco del campanario se alejaba ante el suave sonido de las seis de la tarde del reloj, inaugurado seis años antes del nacimiento del religioso. En ese instante se percató de la presencia del presbítero Catarino Vivanco, Vicario Coadjutor de la parroquia de Apaseo, quien con una genuflexión media, le extendió su mano para tomar la del religioso y besar su anillo con el sello catedralicio. Ya incorporado dio la bienvenida al Padre Santos haciéndole saber que estaba en su casa. A paso lento ambos cruzaron el amplio atrio. En el marco de la gran puerta de madera del templo no pudo dejar de recordar los trabajos de construcción del piso de mezquite que durante su curato promovió, pidiendo “una limosna más para contar con un suelo que no nos lastime las rodillas, hermanas, hermanos, esta parroquia lo necesita y ustedes lo merecen”, decía con elocuencia desde el púlpito durante los tres años que duró la obra, hasta verla terminada. Unos cuantos pasos más los puso frente al primer óleo de la aparición de Santa Margarita María de Alacoque, que el Cura Santos Carbajal mandó pintar para hacer homenaje a su beatificación por el Papa Pío IX. Su historia la platicó al pintor Eleuterio González quien reflejó a la beata en imágenes con su hábito y velo negro, hincada frente a la aparición de Jesús, mostrando con su mano izquierda su corazón ardiente y luminoso. El canónigo se arrodilló y pronunció en voz alta: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos, para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”.

Catarino se acercó para ayudar al religioso a incorporarse y éste, aceptando la ayuda, le dijo:

–Estas palabras las aprendí de memoria cuando estudié la historia de la beata, que fue santificada por Benedicto XV hace apenas 10 años, y ello me inspiró para invitar a don Eleuterio a plasmar sus apariciones en estos cuatro lienzos. ¡Mira esta otra imagen, qué belleza la aparición de Jesús!

 

Novedades en la mesa

El primer libro de la serie del detective Charly Parker, Todo lo que muere (Tusquets) del irlandés John Connolly. La traducción es de Carlos Milla Soler.