Se ha hablado, con fines de descalificación abierta, de un proceso de continuismo en la precandidata de Morena para la Presidencia de la República, la Dra. Claudia Sheinbaum. Se dice que continuar con la política del presidente Andrés Manuel López Obrador es, por lo menos, un error que traerá consecuencias muy adversas para los mexicanos en el futuro.

Por supuesto, el continuismo es un asunto que debe examinarse con una perspectiva crítica. Es un ejercicio de autoritarismo porque se hace cambiar de manos el poder político y quienes lo heredan no siempre son las personas adecuadas. Por eso mismo, se puede generar un escenario de autoritarismo, porque los orígenes del poder son autoritarios. El continuismo es la oposición total a la democracia y así se entiende entre los partidarios de Morena.

Sin embargo, la continuidad es otro asunto. Se trata de dar seguimiento a lo que se ha iniciado y es válido establecer una línea que siga por el mismo sentido en la misma dirección. Continuar es permanecer en un proyecto que, como en el caso mexicano, tiene toda la legitimidad y legalidad que se requiere. El proyecto de la 4T es legítimo y, por eso mismo, debe tener continuidad: debe permanecer.

Y debe permanecer porque tiene la legitimidad que los ciudadanos le dieron con sus votos en el año 2018 y en el de 2021. Los mexicanos votaron libremente por un proyecto en 2018 y refrendaron esa decisión hace dos años. Es natural que así sea, porque el proyecto en cuestión registra las aspiraciones esenciales de los mexicanos como lo son una mayor equidad y la orientación definida hacia la atención de los sectores menos favorecidos de la sociedad mexicana.

Nadie puede cuestionar que esa línea del Gobierno debe continuar. La vida del país tiene todavía varios pendientes, como lo es la desigualdad que se ha generado desde tiempos muy lejanos. La inequidad social en nuestro país es lacerante y, por eso mismo, se deben atender las causas principales.

Esas causas están en el modelo económico neoliberal, que prioriza la acumulación de la riqueza con el argumento de que, si hay riqueza concentrada, hay mayores excedentes para la inversión y la inversión es el elemento central para el progreso económico. Lo que sucede en nuestro país es que hay una fuerte concentración del ingreso, pero las inversiones son de bajo perfil y buena parte de los recursos concentrados se destinan hacia el gasto suntuario.

En México, hay que decirlo claramente, no hay una clase empresarial decidida a correr riesgos y buena parte de los capitales se destinan a la especulación que es una forma de acumular dinero sin arriesgarse en las inversiones. Esta realidad debe ser afrontada con un gobierno que tenga una visión progresista.

Hace falta combatir a la corrupción, con un desmantelamiento de las estructuras administrativas viciadas, en donde no se sabe cuándo termina lo público y empiezan los negocios particulares. El escenario ya ha comenzado a cambiar, pero es necesaria la continuidad en ese sentido. No se puede cambiar de proyecto político cuando los resultados ya han comenzado a producirse de manera positiva; sobre todo, en la visión que la ciudadanía tiene respecto a los manejos de los recursos públicos.

La transformación debe continuar, porque nuestro país no se reinventa cada seis años. Se necesita una visión de Estado y esa percepción debe tener continuidad. Lo que se comenzó a hacer hace cinco años debe continuar, porque así es conveniente para la mayoría de los mexicanos. En resumen: en el próximo sexenio debe haber continuidad y seguiré en el examen de este asunto.

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