El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha erigido en Supremo Inquisidor, pone en la pantalla de su “mañanera” las opiniones de periodistas como Jorge G Castañeda, al que califica de un “rebelde que quiso ser guerrillero, pero se cansó”, le contesta el propio Castañeda “en los escasos minutos que me dedicó… pronunció una buena cantidad de mentiras, como es su costumbre a propósito de todo. Las enumero muy rápidamente. Primero, obviamente nunca quise ser guerrillero —no estoy loco— y nunca entrené en Cuba. Mandé publicar por el diario Reforma en el 2002 una foto que un amigo me tomó en Punto Cero, en las afueras de La Habana, disparando cuernos de chivo para divertirnos en un campo de tiro del ejército cubano, durante una visita que realizó mi padre, siendo en ese momento secretario de Relaciones Exteriores, a Cuba. Mandé publicar la foto porque sabía que los cubanos lo iban a hacer si no la divulgaba yo, y porque estaba convencido de que diversos malquerientes, con buena o mala fe, iban a tratar de sacar raja del asunto. Como lo hizo ayer López Obrador”.

También en la mañanera López Obrador dijo que el ministro Javier Laynez Potisek ya debe ser considerado por el “Supremo Poder Conservador” como su “alteza serenísima”. Porque, la semana pasada el ministro instructor “concedió la suspensión solicitada por el INE, respecto de todos los artículos impugnados del decreto para efecto de que las cosas se mantengan en el estado en el que hoy se encuentran y rijan las disposiciones vigentes antes de la respectiva reforma”. Para AMLO eso demuestra que este ministro y el conjunto del poder judicial están al servicio de los delincuentes, por ello ha insistido en su llamado “Plan C”, donde pretende que los Ministros y Jueces sean “elegidos” por el pueblo, escogidos de una lista de 60 “candidatos”, propuestos 20 por el poder ejecutivo (es decir el presidente) 20 por el poder  legislativo (es decir la mayoría de MORENA) y otros 20 por el poder judicial.

Se trata del modelo “cubano” o soviético, donde los “electores” tienen que “votar” por las “listas únicas” que elabora el Estado. En pocas palabras no hay elecciones, porque solamente hay candidatos únicos del Estado.

Esa es la “democracia” que nos quiere imponer AMLO.

Estamos no solamente, ante los “delirios” de un personaje muy poderoso, sino ante la vocación dictatorial de un presidente que considera a la democracia como una “coartada” de los “poderosos” para imponerse al pueblo.

Estos lugares comunes son producto de una convicción “teórica”, que reduce al Estado “a un consejo al servicio” del capital. Todo ello procede de una visión totalitaria, supuestamente planteada por el propio Carlos Marx.

No debe extrañarnos, dado que los “ideólogos” de AMLO son personajes “formados” en el “marxismo” de Martha Harneker, mujer de uno de los comandantes que dirigió el “Departamento América”, el tristemente célebre “Barba Roja” Manuel Piñeiro, quien murió en un extraño accidente automovilístico 1998, al sufrir un infarto.

Eran los tiempos de la estrategia cubana, de apoyo a los grupos armados en todo el continente, excepto México, por fortuna.

Esa es la cuestión de fondo.

La izquierda de la Revolución Mexicana, que se tragó a la izquierda independiente, despreció siempre la lucha democrática.

Al ganar en las elecciones de 2018, AMLO, MORENA y los viejos militantes del marxismo dogmático, consideran que la “Cuarta Transformación” realizó “una revolución política pacífica”, que debe dotarse de una nueva institucionalidad “democrático-popular” que haga irreversible los “cambios”.

Todo este coctel de supuestos teóricos de un marxismo totalitario, hace caso omiso del fracaso de ese “modelo socialista”, que restauró el capitalismo en la URSS, los países del Este y Centro de Europa, China, Cuba y algunos países de África. Además de las dictaduras en Nicaragua y Venezuela.

Para ese tipo de “izquierda estatista-nacionalista”, no resulta contradictorio demoler la “institucionalidad democrático burguesa”, como está implícito en el Paquete del 5 de febrero de AMLO.

Lo aberrante es que el gobierno de AMLO, ha sido un gobierno al servicio de los grandes capitales, de los militares, de los gringos y con graves indicios de alianza con los llamados grupos del “crimen organizado.

En cinco años no hubo reformas sociales populares.

El verdadero dilema ante el que hoy está enfrentado el país, es fortalecer el proceso democrático de varios movimientos y decenios o permitir la instauración de un régimen político dictatorial.

Reducir el problema a los delirios mesiánicos de Andrés Manuel López Obrador, es evadir el tema profundo.

No estamos ante la disyuntiva de un cambio revolucionario o la restauración del neoliberalismo (que esta más vigente que nunca) como lo repiten todos los días AMLO y sus seguidores.

Estamos en una fase de defensa democrática, para que de esa manera se vaya formando un sistema de redes, de alianzas, de movimientos tradicionales y nuevos, que pueda romper el monopolio dominante que representan las opciones electorales con registro.