La violencia desatada en Guerrero durante el primer bimestre del 2024 amenaza con convertir a la entidad en un territorio de guerra y generar una crisis política

El acuerdo frustrado promovido por la iglesia católica entre las bandas del narcotráfico tuvo ya su primera consecuencia: Los Tlacos y la Familia Michoacana se enfrentaron a Balazos el 29 de febrero en la sierra de San Miguel Totolapan con un saldo preliminar de 17 muertos, dieciséis de ellos del segundo grupo, aunque posteriormente el gobierno federal señalaría que fueron en total 12 personas.

La Fiscalía General del Estado informó que policías ministeriales, peritos, agentes de la Policía Estatal y Ejército Mexicano se trasladaron a la comunidad Las Tunas, en donde sólo localizaron los cuerpos de cinco personas calcinadas.

Los hechos trascendieron partir de un video difundido en redes sociales. Los comisarios solo pudieron confirmar el enfrentamiento ocurrido la tarde del 19 febrero en las comunidades de Las Tunas y de Los Pericos en el municipio señalado en la región de la Tierra Caliente.

“Con tal de lograr la paz en Guerrero, yo negocio hasta con el diablo” dijo Rubén Figueroa Figueroa cuando aún era candidato al gobierno del estado con el ánimo de que la guerrilla de Lucio Cabañas depusiera las armas.

Con menor elocuencia, sacerdotes de la iglesia católica en Guerrero han demandado pactar con los líderes del narcotráfico en la entidad para terminar con la violencia o al menos lograr una tregua, otros se han jactado de haberlo logrado. La realidad es que la violencia no cede y aun cuando los prelados confesaron que tuvieron reuniones con los capos, el cese de la violencia no llega. Hay de diablos a diablos.

El pasado 14 de febrero, José de Jesús González, Obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, declaró que con sus 3 homólogos prelados tuvieron un diálogo en forma individual con líderes de organizaciones criminales, quienes rechazaron la propuesta de paz. Las Tunas fue de la objeciones territoriales planteada.

En su conferencia matutina del 15 de febrero, López Obrador dijo que “ve bien” que los sacerdotes hayan intentado negociar con criminales, pues considera que todos deben contribuir a que haya paz, a pesar de que garantizar la seguridad es responsabilidad del Estado ya que “siempre los pastores, sacerdotes, integrantes de todas las iglesias participan, ayudan en la pacificación del país, lo veo muy bien, creo que todos tenemos que contribuir a tener paz, desde luego la responsabilidad de garantizar la paz es del Estado, eso debe quedar muy claro”.

Para los sacerdotes se trata de una decisión tomada ante un gobierno omiso y con algunos de miembros vinculados o que en el mejor de los casos muestran una actitud tolerante y permisiva a la violencia, la extorsión, la desaparición forzada y otros delitos en que incurre el crimen organizado.

En lo que va de este año, el ambiente en la entidad suriana se encuentra enrarecido pues junto a la violencia las movilizaciones sociales se multiplican. En unos casos por la inconformidad por la entrega de apoyos a los damnificados por Otis y en otros se trata de viejas de pensionados y jubilados, maestros e incluso de quien abanderan la causa de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa. Bloqueos y marchas trastornan día a día la actividad de quienes aquí habitan.

Los cuatro obispos de Guerrero efectuaron la Reunión de Pastoral en enero de este año en Ciudad Altamirano, región de Tierra Caliente, diócesis de monseñor Joel Ocampo. En esta ocasión tuvo otro motivo: se realizaron una serie de reuniones pequeñas para entablar un diálogo en persona con Johnny Hurtado Olascoaga, alias El Pez, líderes del grupo criminal La Familia Michoacana, que domina la región y Alfredo, alias La Fresa, hermano de él, para tratar de sentar las bases de una tregua con el grupo criminal contrario, Los Tlacos, que dominan parte de la región Centro y la sierra.

Los obispos Dagoberto Sosa Arriaga por la Diócesis de Tlapa; José de Jesús González Hernández, de Chilpancingo-Chilapa y Leopoldo Ortiz González arzobispo por Acapulco hicieron lo suyo en cada área.

Otro fue el encuentro efectuado en Chilpancingo para alcanzar un acuerdo entre Los Tlacos y Los Ardillos, y cesar las disputas por las rutas de transporte locales, según confirmó Filiberto Velázquez, sacerdote perteneciente a la diócesis de Chilpancingo-Chilapa.

José de Jesús González, obispo de Chilpancingo, atribuyó el fracaso de la negociación entre Tlacos y Familia a “la avaricia, la ambición de tener dinero y poder” de los líderes de un lado y de otro. Ellos ambicionan eso y no pudieron…” Pedían una tregua, con sus condiciones, pero esas condiciones no fueron de agrado de alguno de los participantes. Fue una cuestión de territorios, que no los sueltan. Les ha costado vidas, trabajo y no los sueltan. Así que tenemos que buscar otras maneras de ofrecer esta situación”, argumentó.

Es que un acuerdo de paz entre este tipo de fuerzas, es un asunto de interés económico y de control. Se trata de mantener la propiedad sobre el territorio, que implica influencia militar, rutas de tráfico y espacios de siembra o procesamiento. Propiedad sobre la mercancía (drogas) mercados (plazas y consumidores), agentes de venta (sicarios, burros, halcones empleados para la entrega. La realidad demostró que en este tipo de negocios ser un hombre de buena voluntad es un proceder inadecuado. El objetivo es el lucro.

Se trata de un asunto de riqueza y la riqueza genera poder político y militar y este a su vez agranda la riqueza por eso el punto clave de antagonismos es el territorio: las regiones Centro y Sierra están en disputa entre Los Tlacos y La Familia y tiene una antigüedad relativamente larga, conducen a Taxco, Iguala y comunidades cercanas a Tlacotepec, cabecera municipal de Heliodoro Castillo.

En los últimos meses la batalla por las rutas de transporte se han agudizado, os casos más críticos han sido Chilpancingo o Acapulco. En la sierra, el enfrentamiento se asemeja a una guerra con Los Tlacos defendiendo comunidades y La Familia tratando de ganar terreno, a base de explosivos lanzados con drones e incursiones quirúrgicas.

El acuerdo entre Los Tlacos y Los Ardillos para pacificar Chilpancingo, es temporal, se explica porque ambas formaciones comparten intereses comunes en el reparto de 150 concesiones de transporte.

La búsqueda de acuerdos con los carteles por parte de la iglesia tiene antecedentes. En 2017, Salvador Rangel, entonces obispo de la diócesis Chilpancingo, actualmente obispo emérito, mantuvo  encuentros frecuentes con organizaciones criminales como Los Ardillos, el Cártel de la Sierra y la Familia Michoacana, buscando treguas en Guerrero, especialmente durante la Semana Santa y las festividades decembrinas pero la violencia siguió manifestándose.

Cuando se negocia con el diablo siempre se termina perdiendo.