La arrogancia del presidente Andrés Manual López Obrador, semejante a la de Gustavo Díaz Ordaz al poner el llamado principio de autoridad, el respeto a la “investidura presidencial”, como coartada para recibir a los padres de familia de los 45 de Ayotzinapa.

No los recibe porque ha tenido una reiterada conducta de complicidad con los militares, al negarse a dar acceso a los padres, a las Comisiones de Derechos Humanos nacionales e internacionales a los archivos militares, dado que su tesis considera a estos cuerpos represivos, como “pueblo-uniformado”.

La puerta de palacio cayó, como respuesta a la complicidad de AMLO con los militares y a su estafa a los familiares, al impedir la justicia, prometida cuando era candidato y traicionada al asumir la presidencia.

Esta ha sido la conducta del presidente a lo largo de su gobierno, ha estafado a sus electores al hacer exactamente lo contrario a lo que ofreció como candidato.

Prometió regresar al ejército a sus cuarteles y ha militarizado la vida nacional.

Engañó a millones con la bandera de luchar contra la corrupción y ha permitido los actos de corrupción de su círculo más cercano, tanto en el gobierno como en sus familiares.

Sin el menor rubor protege el “contratismo” de sus hijos.

Casi toda su gestión ha aplicado una política diferente a la prometida, en todos los aspectos.

Su política económica es neoliberal ortodoxa.

Es muy grave que lejos de atender a los estudiantes de Ayotzinapa, acuse a Emilio Álvarez Icaza de ser el promotor de los actos en palacio nacional, es la típica política de cacería de brujas, consistente en culpar a los opositores de las protestas. Esa fue la política autoritaria de Gustavo Díaz Ordaz, acusando al movimiento de 68 de ser una conjura “castro-comunista”.

Esa misma “teoría” delirante tuvo Luis Echeverría, ante la criminal represión de su gobierno a la manifestación del jueves de corpus en San Cosme, el 10 de junio de 1971, cuando acusó a los “emisarios del pasado” de ser los responsables de la matanza, para lo cual hizo toda una vulgar operación, realizando un mitin en el zócalo, donde destituyo al entonces Regente Alfonso Martínez Domínguez.

La demagogia es una máscara que pretende ocultar su verdadero rostro: un gobierno militarista, neoliberal, sometido a los Estados Unidos y con crecientes evidencias de lazos con los grupos de narcos.

AMLO siempre teatraliza todo y se pone como víctima de “la mafia”, repite miles de veces “no somos lo mismo” aunque sus aliados, asesores y socios son los grandes capitales, los priistas –en Morena hay más miembros del PRI que en el cascarón formal que preside “Alito”– también los panistas, con AMLO hay varios panistas destacados como Espino, ex presidente del PAN, Tatiana Clouthier y ahora el ex gobernador de Chihuahua, Javier Corral. En una palabra, el PRIAN está con él.

Al final de su gobierno, el presidente está dando zarpazos profundamente reaccionarios.

Cada vez más ataca a los movimientos autónomos, con la política grotesca de acusarlos de ser lo contrario: conservadores, instrumento de poderes extranjeros y demás epítetos sacados del arcón anacrónico del viejo discurso del sistema priista.

Ante la criminal noche del 26 de septiembre de 2014, Andrés Manuel López Obrador ha traicionado a los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos.

Esta traición es una de los peores legados de AMLO, quien deja a México como país quebrado.