A lo largo de la historia, múltiples circunstancias de índole social, climática, geopolítica y bélica han tenido repercusiones y han influido en el desempeño de la economía de los países. Uno de los fenómenos más destacados son las conocidas como economías de guerra. En el caso de México, el fenómeno social que genera una situación similar son los períodos de elecciones, especialmente las federales. Nuestro país es una economía de elecciones, con los pros y contras que ello conlleva.

Más allá de su importancia para el buen funcionamiento del sistema político, las elecciones tienen un impacto directo y significativo en la economía. En este contexto, la naturaleza propia de una economía de elecciones lleva a que mucho tiempo antes de que inicie formalmente el siguiente período electoral, se genere incertidumbre política que a su vez se apodera del panorama económico.

Los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, suelen crear expectativas y escenarios que los llevan a adoptar una postura cautelosa en muchos casos, lo que resulta en una disminución o postergación de la inversión y el gasto. Las empresas también pueden posponer decisiones importantes, como la expansión de su producción o la contratación de personal.

Ciertamente la incertidumbre mal administrada, puede afectar los mercados financieros con posibles fluctuaciones en los precios de las acciones, bonos y divisas; sin embargo, en la medida que los agentes están mejor informados los posibles impactos se descuentan de manera anticipada, por lo que se mitigan esos desequilibrios.

Las elecciones de junio de 2024, además de ser presidenciales coincidirán con la renovación del Congreso de la Unión, será concurrente la elección de 9 gobernaturas y miles de cargos en ayuntamientos y congresos locales. Las posturas políticas, ideológicas y económicas de las dos candidatas más aventajadas contienen los elementos para que los agentes económicos tomen acciones y decisiones que les permitan estar preparados.

Otro aspecto que destaca en una economía de elecciones como la mexicana, es el relacionado con la movilización de recursos monetarios públicos y privados. Organizar una elección nacional conjunta con elecciones locales, tiene sin duda un costo enorme en términos materiales, humanos, logísticos y financieros. De acuerdo con el INE, el presupuesto aprobado para el ejercicio fiscal de 2024 es de $22,322 millones de pesos, monto que incluye la organización y capacitación de las elecciones. Aparte está el financiamiento público a los partidos contendientes, el cual será del orden de los $10,444 millones de pesos; y no podemos soslayar el financiamiento privado de cada partido, que para estas elecciones se autorizó en $218 millones de pesos para cada organización. Huelga incluir el no autorizado que también se presenta y que suele ser causa de controversias y conflictos.

No escapa a nadie que los gobiernos en funciones están interesados en la continuidad de su propuesta política y por lo tanto están incentivados a “intervenir”. El caso más evidente es el aumento en el gasto público dirigido a programas sociales, transferencias extraordinarias y obras materiales que ciertamente benefician a la población, pero que tienen la característica de ser altamente visibles, lo que se percibe como compra de votos.

Muestra de lo anterior es el adelanto (antes de que iniciara el mes de marzo) que se dio de las transferencias directas a los beneficiarios de los programas insignia del actual gobierno federal so pretexto de la veda electoral. Cabe recordar que el presupuesto de 2024 para subsidios es de 1.1 billones de pesos, siendo el programa de pensiones el de mayor cuantía.

Esta entrega de recursos puede representar una gran tentación para incrementar el gasto y el consumo de las familias; pero no olvidar que después de la euforia viene la cruda realidad.

El proceso electoral será sin duda trascendente, tanto en lo político como en lo económico, especialmente si se decide por un régimen que modifique las políticas económicas actuales. Lo importante es que el sistema económico administre la incertidumbre y no se afecte negativamente la inversión y el gasto, variables que son la base de una economía creciente en el mediano y largo plazo.

Pues que arranque la fiesta electoral y esperemos congruencia, madurez y propuestas objetivas y cumplibles.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®