México se encuentra en pleno proceso de campañas electorales, en lo que se ha dado a llamar la más grande de las elecciones en la historia, al menos por el número de cargos que se definirán el mismo día. Ciertamente el proceso electoral inició hace meses (algunos dirían que años), lo que ha hecho al entramado político bastante complejo, por las múltiples aristas que se pueden analizar. En el caso de la elección presidencial, un tema que debiera ser guía son las propuestas de programas de gobierno de cada candidato: en el papel son el epicentro del debate público y la base para la toma de decisiones ciudadanas.

Las propuestas de plan de gobierno representan el compromiso de los candidatos con el electorado, delinean sus planes de acción para abordar los desafíos nacionales, mejorar la calidad de vida y avanzar hacia un futuro más próspero y justo.

Lamentablemente, estas propuestas suelen ser ignoradas por el grueso de los votantes; en su lugar la mercadotecnia política, el dinero invertido en las campañas, las influencias y los ofrecimientos inalcanzables (por no decir mentiras) se han apoderado de los electores y son la influencia más grande en la decisión del voto.

Si bien hay tres candidatos registrados para la presidencia, la elección será entre las dos candidatas que representan a las mayores fuerzas políticas: el oficialismo y la oposición. Ambas han presentado su propuesta de programa de gobierno, la primera con mayor detalle mediante un documento titulado “100 pasos para la transformación”, mientras que la segunda en un documento elaborado hace unos meses llamado “Hacia un programa de gobierno 2024-2030”.

Tres aspectos fundamentales deben ser la base de un programa de gobierno: 1) visión de futuro que guíe las acciones y decisiones hacia un desarrollo sostenible y equitativo; 2) planes realistas y alcanzables; y 3) la viabilidad y la factibilidad basada en la identificación de las fuentes de recursos necesarios y suficientes.

Construir una visión de futuro requiere ir más allá de objetivos o metas sexenales, implica delinear con claridad y ambición el largo plazo, considerando aspectos como educación, salud, desigualdad económica, sostenibilidad, seguridad, financiamiento del desarrollo, entre otros, es decir trascender de las gestiones inmediatas y enfocarse de manera clara en el bienestar de las próximas generaciones, lamentablemente ambas propuestas carecen de este visión de futuro y privilegian la inmediatez de la elección con propuestas francamente miopes.

Un tema que ejemplifica este juicio es el tratamiento que ambas propuestas dan a la solución de la preocupante condición de la pobreza que impera en una gran proporción de la población mexicana. Si bien los más recientes datos oficiales sobre las condiciones actuales de pobreza en México muestran una disminución en el número de personas en situación de pobreza, pasando de 43.9 por ciento en 2020 (año de mayor impacto de la pandemia) a 36.3 por ciento en 2022 según Coneval, son 46.8 millones de personas las que prevalecen en situación de pobreza, y 9.1 millones en pobreza extrema.

En específico las propuestas para combatir la condición de pobreza extrema, se centran en ambos casos en ampliar los esquemas de transferencias directas de recursos. Mientras que en el oficialismo se plantea que la pobreza extrema se erradica mediante el mantenimiento de políticas laborales y salariales como ha sido el aumento continuo en el salario mínimo, de programas sociales y la implementación de nuevos esquemas de apoyo y transferencias directas no condicionadas; la oposición plantea la creación de un ingreso básico y entregar recursos monetarios y no monetarios a personas en situación de pobreza extrema.

Ciertamente los apoyos monetarios tienen la función y el alcance de aliviar la inmediatez de la condición de la pobreza extrema, pero no son viables ni sostenibles en el largo plazo sin un esquema claro de financiamiento. Tampoco lo son si no se acompañan de políticas de fomento al empleo bien remunerado, y de inserción de los pobres extremos a la formalidad laboral, sólo así se podrá avanzar en un auténtico estado de bienestar.

Es importante que quien gane la presidencia plantee con mayor claridad propuestas claras y viables para fomentar el empleo bien remunerado, las oportunidades están llegando, pero se requieren políticas de estado y visión de futuro.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®