A lo largo y ancho de la geografía mundial han surgido voces que aseguran que, en la democracia, a un mayor grado de participación ciudadana en unos comicios, la tendencia es que el gobierno en funciones reciba menos votos. Así, se infiere que, si más mexicanos salen a votar el 2 de junio de 2024, el partido en el poder podría perder las elecciones, incluso hay quien se anima a establecer un 60 por ciento de participación como el piso para la victoria de las fuerzas políticas opositoras.

En realidad, no existen estudios comparativos que puedan servir de base sólida para hacer afirmaciones de esa naturaleza, lo que sí se muestra a nivel mundial es una clara tendencia a la disminución en los números de los participantes, gobiernistas u opositores, en las contiendas electorales.

Las elecciones, con algunos casos de excepción, han perdido el interés ciudadano, ya sea porque se desconfía de ellas, porque se tienen certezas en exceso en torno a los resultados o sencillamente porque los electores aceptan el estado de cosas y no quieren tomarse la molestia de votar, porque las cosas están bien en todos los sentidos o, por lo menos, en lo más importante.

En el año 2018 hubo un fenómeno político que podría ubicarse en esa tendencia, motivado, entre otras cosas, por la ineficacia y baja aceptación de los gobiernos priistas. Ese año, los mexicanos salimos a votar como nunca y Morena recibió la indiscutible —podemos decir arrasadora— mayoría de los votos.

Ejemplos como éste sugieren que el fenómeno de desfavorecer al gobierno en turno tiene lógica. Sin embargo, lo que podemos decir para el caso de la elección de 2024 es que no se quedará más que en una hipótesis, ya que hoy el Movimiento de Regeneración Nacional cuenta con altos niveles de aceptación y las propuestas generales de la 4T —con el presidente Andrés Manuel López Obrador como protagonista central— tienen una clara preferencia y esa orientación en la voluntad ciudadana es consistente por las razones que son visibles.

Las razones sociales que sustentan el apoyo y preferencias por la 4T se reflejan en los millones de beneficiarios de programas humanitarios que libremente prefieren que los cambios realizados continúen y se lleven a grados mayores. En ese orden, la convocatoria de la doctora Claudia Sheinbaum es apropiada y sincera, porque la candidata de la 4T conoce las tendencias del voto y sus motivos. Así, su llamado es oportuno y, en lo más importante, tiene validez estratégica, porque un mayor número de sufragantes ante las urnas subirá las ventajas de Morena en la competencia a realizarse en unas cuantas horas.

Por supuesto, es necesario hacer referencias a las encuestas que indican una clara ventaja. También por supuesto, las encuestas son mediciones momentáneas y no se puede caer en el error de considerarlas de valor absoluto. Las encuestas, hay que decirlo, son mediciones demoscópicas en donde lo subjetivo cuenta y, ciertamente, es muy variable. Además, en una sociedad de altas diversidades sociales, históricas, culturales y geográficas, los márgenes de error a considerarse deben ser mayores.

Sin embargo, aun tomando en cuenta los riesgos, en constantes y variables, la dirección y el sentido de los pronósticos a favor de Morena son claros y correctos. Las tendencias son claras e irreversibles a favor de la continuidad de la 4T, que además se verá fortalecida con un Poder Legislativo comprometido democráticamente con el cambio.

El proyecto de Claudia Sheinbaum es democrático y obtendrá la mayoría democrática para que la transformación continúe con eficacia y totalmente, permanentemente, en libertad. Al día de la elección, ya podemos decir quién ganó.

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