La crónica de una muerte anunciada, se ha consumado con la aprobación de la reforma en las cámaras, es el golpe de Estado contra la república.
La “narrativa”, el discurso demagógico de combatir al aparato judicial, por ser un nido de corrupción al servicio de la oligarquía, es una de las centenares de miles de mentiras de Andrés Manuel López Obrador, si ese fuese su objetivo había que empezar por procesar por delincuente a Arturo Saldívar, quien según los propios propagandistas del presidente, realizaba secuestros de jueces a los que llevaba a uno de los edificios de la judicatura y los obligaba a sentenciar a favor de delincuentes amigos del gobierno y condenar a sus enemigos, defendiendo negocios multimillonarios de los “cuates “ de la Cuarta Transformación.
Habla de combatir el nepotismo, como una de las causas para “elegir por votación a todos los jueces de todos los niveles incluyendo a los ministros de la Suprema Corte, pero varios y varias de sus ministras son parte de ese esquema de nepotismo.
La falacia de una disyuntiva de “ministros electos por el pueblo” o mantenimiento de una mafia, esconde el verdadero objetivo de la llamada “reforma jurídica, que es adueñarse del poder judicial y ponerlo al servicio del caudillo. No habrá tales “elecciones”, solamente habrá candidatos por parte del caudillo o su aparato electoral MORENA, exactamente el “modelo” de elecciones de la URSS y de Cuba y el resto del llamado “campo socialista”, en realidad dictaduras bajo el mando del jefe, desde Stalin, Mao, Castro y sus trágicas caricaturas en Nicaragua, el Congo y demás “paraísos de la clase obrera”.
Todo el “paquete” de las 18 reformas constitucionales y las dos de leyes, propuesto por AMLO el pasado 5 de febrero y bautizado como PLAN C, es la ruta para desmantelar las instituciones republicanas y sustituirlas por una autocracia, donde el mando total está en manos del caudillo, aunque sea mediante una presidenta que repite absolutamente todo lo que propone el caudillo, incluso sus “ocurrencias” más delirantes, como la “pausa” con los Estados Unidos, que pretende esconder su subordinación a las políticas más criminales de sus gobernantes contra los migrantes mexicanos y los que cruzan el territorio mexicano.
La máscara roja es la identidad de los cómplices de dictaduras criminales. Los términos comunista e izquierda son la expresión de un tipo de poder dictatorial. Es la trampa de los redentores millonarios, como la boliburguesía en Venezuela, como lo ha puesto en evidencia la confiscación del avión personal de Maduro, la punta del iceberg de las inmensas fortunas amasadas por la burguesía gestada al amparo de un supuesto sistema socialista.
Eso mismo es lo que ocurre en México con la casta de millonarios, de familiares y socios de AMLO.
Mediante la estafa, la manipulación y el adormecimiento de millones de personas, se produjo un fenómeno perverso que tiene una inmensa aprobación popular y clase mediera, bajo el dominio de los grandes capitales, a los que se protege como no lo hizo ninguno de los llamados gobiernos neoliberales o los gobiernos de la era alemanista.
Es el final de una farsa, donde su realizó un inmenso fraude a los millones de ciudadanos que votaron por opciones antigobiernistas, por medio de la llamada “sobrerrepresentación”, mediante la cual “construyeron” la “mayoría constitucional” para consumar un verdadero golpe de estado para poner todo el poder bajo el control del caudillo.
Es una vergüenza realizar esa ruta de abolición de la república, a nombre de un “cambio de régimen” por una falsa “revolución política pacífica”.
Efectivamente se está realizando un cambio de régimen incipientemente democrático, conquistado por varios decenios de luchas y movimientos, por uno de carácter dictatorial.
Eso es lo que está detrás de la “aplanadora” triunfadora, en las Cámaras de Diputados y Senadores del primer paquete del PLAN C.