Transcurridos once meses de que Acapulco fuera reducido a ruinas por el Huracán Otis, Guerrero se vio afectado por dos golpes del fenómeno hidrometeorológico John con un saldo preliminar hasta el 29 de septiembre de 24 muertos, de los cuales 12 ocurrieron en Acapulco, 5 mil 188 personas, y de las cuales 5 mil permanecen en refugios, decenas de pueblos aislados, más de cien carreteras y caminos quedaron destruidos.
Las ocho regiones del estado se vieron afectadas. Tan solo en Acapulco se estima, de manera preliminar, un costo de recuperación de 50 mil millones de pesos, es el municipio considerado la columna vertebral de la economía estatal.
Esta vez, los actos de rapiña fueron muy focalizados pero en el actuar se evidencia que hay expertos en organizar estos atracos.
El impacto inicial de John fue en Punta Maldonado, del municipio de Cuajincuilapa, posteriormente en Marquelia en la región de la costa chica con vientos de 120 kilómetros por hora. Alcanzó a municipios de la Montaña baja volando los techos de casas y causando daños a la red carretera. El saldo de tres personas muertas.
Los remanentes de John salieron al mar donde se reagrupó como tormenta tropical y arremetió contra Acapulco. Las áreas poblacionales más afectadas fueron la zona suburbana Zapata, Renacimiento, el valle de la Sabana y la zona Diamante donde hay más de una veintena de colonias y poco más de 30 unidades habitacionales de interés social hasta de lujo las cuales quedaron bajo el agua que alcanzó hasta dos metros de altura.

Es en este gran polígono donde habitan más de 250 mil personas de las 779 mil 566 radicadas en la ciudad con un ingreso promedio de entre 1.5 y 2 salarios mínimos y en su mayor parte dedicados a la economía informal.
La ciudad quedó paralizada y sin servicios durante tres días. El suministro de energía eléctrica se tuvo que interrumpir pues, ante el nivel alcanzado por las inundaciones se corrió el riesgo de tener personas electrocutadas.
Entre inundaciones, derrumbes, colapsos de techos y de bardas, suman 736, y caída de rocas, socavones, cortes de carreteras y daños en puentes suman 144, de acuerdo con el reporte de Protección Civil. Entre las partes afectadas en el puerto figuran 16 restaurantes presentan daños severos en la zona de playas particularmente en la Puerto Marqués.
Si bien se trata de áreas urbanas que ya habían sido afectadas por la tormenta Henriete (2007), los huracanes Ingrid y Manuel (2013), y Otis, una explicación de la Secretaria Integral de Gestión de Riesgos es que en esta ocasión durante 90 horas continuas, cayó una precipitación pluvial tres veces superior a la del último fenómeno meteorológico.
Asimismo se atribuye al cambio climático, la presencia de fenómenos hidrometeorológicos cada vez más intensos y con una evolución impredecible. Otros lo atribuyen a la situación orográfica de la ciudad, pero hay otro factor que se desdeña: las políticas de desarrollo de la ciudad se han hecho en función de los intereses de empresas inmobiliarias, privilegiando a la actividad turística haciendo a un lado los requerimientos de la población local.
En 1936 Carlos Contreras, presidente de la Comisión Para el Desarrollo de Acapulco, creada por Pascual Ortiz Rubio, entonces presidente del país, presentó el primer plano regulador de la ciudad estableciendo usos turísticos en las inmediaciones de la playa y para la población local las montañas, el anfiteatro y los valles.

En el periodo de Rubén Figueroa Figueroa, se pobló la extensión que hoy es conocida como Renacimiento, la cual siempre ha sido vulnerable a inundaciones durante la temporada de lluvias, atravesada por arroyos pluviales que desembocan en los cauces del Río de la Sabana.
En las décadas de los 80 y 90 se alentó la expansión de la mancha urbana. Los terrenos que van de la glorieta de Puerto Marqués hacia el aeropuerto, siempre fueron humedales, en su mayoría estaban dedicados a la actividad viverista pero durante el periodo de José Francisco Ruiz Massieu fueron expropiados bajo el argumento de que el desarrollo turístico era causa de utilidad pública y se desarrollaron numerosas unidades habitacionales de interés social en su mayoría y otras de lujo, como segunda vivienda de quienes acostumbran visitar al destino de playa.
A inicios del siglo XXI, el 42 por ciento de la población de Acapulco vive en el área del anfiteatro, el 46 por ciento en el valle Zapata, Renacimiento, Sabana, Cayaco, Puerto Marques y 12 por ciento en la zona diamante y Pie de la cuesta.
En 1997, el huracán Paulina puso en evidencia el vicio que alentó la política de desarrollo urbano en cuestión: el bloqueo o invasión de los cauces y canales pluviales, de humedales y de extracción de manglares.

En el 2001, se aprobó el actual Plan director Urbano con la propuesta de desarrollar la ciudad hacia Chilpancingo. René Juárez Cisneros como gobernador, impulsó el desarrollo de San Agustín, también hacia el poniente conurbándose con el municipio de Coyuca de Benítez y por el litoral de los llanos de Cayaco y Llano Largo así como la zona Diamante, que Ruiz Massieu pensó como el Acapulco del siglo XXI.
El Acapulco Diamante es la zona donde ha construido el mayor número de casas habitación pero se trata de desarrollos que permanecen vacíos durante la mayor parte del año pues se usa como segunda residencia o de verano.
El modelo crecimiento de Acapulco ha sido discontinuo y disperso. La mancha urbana aumentó considerablemente tanto por el incremento de unidades habitacionales como por el surgimiento de colonias populares. Las experiencias vividas no han servido para implementar correctivos y se enfrentan los mismos problemas del pasado.
El problema no es que Acapulco este condenado al desastre continuo sino que las políticas de desarrollo urbano aplicadas no le dan viabilidad al destino emblemático del turismo nacional.

