Como el personaje de Kafka, en la Metamorfosis, Gregorio Samsa, algunos antiguos comunistas se convirtieron en monstruos. El poder los transformó en redentores millonarios al servicio del gran capital, los militares, los gringos y con vínculos con los narcos.
Este fenómeno está llegando a un punto crítico en México. Es un tema de varias combinaciones históricas, políticas, ideológicas, culturales, sociales y económicas. No es un tema biográfico, ni solamente psiquiátrico.
En el caso actual en México, es el producto más o menos “natural” o lógico, del triunfo o mejor dicho de la asimilación de las izquierdas independientes por la izquierda de la revolución mexicana. Ambas corrientes, tendencias, escuelas o líneas históricas de las izquierdas mexicanas durante el siglo XX, tal como lo abordamos en el libro Las dos izquierdas, publicado por Grijalbo y Penguin Random Mondadori en 2024 escrito por Jorge G. Castañeda y por Joel Ortega Juárez, que presentaremos el 30 de noviembre en la FIL de Guadalajara con los comentarios de Héctor Aguilar Camín en el Salón 3 a las 5.30 pm.
Es cada vez más inquietante la existencia de masacres, como la ocurrida apenas el 21 de octubre en Culiacán con saldo de 19 muertos, supuestamente integrantes de la banda de los seguidores del Mayo Zambada. Según algunos reportes ocurrieron más de dos mil masacres, durante el sexenio de AMLO, según la organización Causa en Común (datos al 22 diciembre 2023) a pesar de su “estrategia “Abrazos No Balazos. Que es en realidad la misma de la guerra de Calderón, la de Enrique Peña Nieto, con más muertos que nunca: Felipe Calderón 121 mil 613, Enrique Peña Nieto 157 mil 158 y Andrés Manuel López Obrador 196 mil 216 durante cada uno de sus sexenios.
Eso no cambiará ni en Sinaloa, ni en Chiapas, ahora con la ejecución del cura Marcelo Pérez, en San Cristóbal de las Casas, quien advirtió esa posibilidad unas semanas antes, sino se ponía fin a la violencia contra las comunidades del EZLN, cuando exigió poner fin al narcotráfico, señalando los nexos políticos de las bandas, exigiendo fin a los desplazamientos de pobladores, según el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), del 2010 al 2021 fueron 14 mil 476 personas.
El problema no se resuelve prometiendo, como lo hace la presidenta Claudia Sheinbaum, atraer las investigaciones a la FGR, llevándolas “hasta sus últimas consecuencias” estribillo repetido millares de veces.
Se deben regresar las fuerzas armadas a sus cuarteles y punto.
Es aquí donde surge la pregunta qué convirtió en un Gregorio Samsa, un monstruo, a esas izquierdas de la 4 T, ¿por qué no denuncian esa política, sino que incluso la defienden? Negando toda su lucha de muchos años contra el uso del ejército para fines de represión.
Considero que obedece a dos cuestiones.
Como son parte de la 4 T, aseguran que se ha realizado una revolución política pacífica y por ello la derecha, los conservadores y la oligarquía atacan a Claudia Sheinbaum, como antes atacaron a AMLO, ante ese “golpe suave” no se valen actitudes timoratas, se tiene que defender al “proyecto de la 4 T”, a cualquier costo. Los que no lo hagan son enemigos a los que hay que combatir, aunque tengan una trayectoria histórica de lucha comunista, socialista o democrática. Cada vez más harán purgas, mediante tribunales inquisitorios. Con ataques desde las redes por medio de bots o incluso mediante amenazas personales o actos de origen hasta ahora desconocido, como el atentado contra Ciro Gómez Leyva. No se detienen ante nada, ni nadie, difaman, calumnian.
Existe también un problema de fondo, a esas izquierdas su marxismo doctrinario les enseñó que la democracia burguesa es una engañifa que hay que destruir. Una consecuencia de ese “pensamiento” doctrinario está presente en la estrategia del llamado Plan C, para desaparecer la Suprema Corte de Justicia, los órganos autónomos, como la ha dicho sin tapujos la presidenta ante el INAI este 23 de octubre y el resto de medidas para abolir la incipiente república democrática y “cambiar de régimen”, por uno al servicio del pueblo, atendiendo al artículo 39 de la Constitución.
De esa naturaleza son las contrarreformas para anular el amparo e incluso invalidar los acuerdos y tratados internacionales en materia de derechos humanos, dadas a conocer en los días pasados. Contrarreformas que han recibido una vigorosa condena a nivel nacional e internacional.
Se trata de una “concepción” totalitaria que tiene como perspectiva, la construcción del partido de Estado único, la eliminación de “la burguesía”, sus partidos, sus intelectuales, su cultura.
Lo que fue una tragedia en el llamado socialismo real, pero aquí además sería una farsa, dado que la 4 T, está sometida al gran capital, al que no han tocado ni tocarán ni con el pétalo de una rosa.
Ese brebaje siniestro, ese mestizaje, corrupción y doctrinarismo generó una casta extraordinariamente voraz, donde el saqueo, la corrupción y las más obscenas alianzas, pueden llegar hasta ser parte de la complicidad con las bandas de narcos. No se trata de casos personales, sino de una consecuencia inevitable de una política sin ningún rumbo realmente social, donde la simulación es el sello de la casa.
Los que formaron parte de partidos, grupos, corrientes e incluso movimientos autónomos, y entraron a esa red de poder, no podrán romper los lazos de complicidad y estarán en un terreno pantanoso, donde su inmovilidad o movilidad los hundirán cada vez más.
Hay muchas razones para ser pesimistas del futuro nacional, más aún de una perspectiva de cambio democrático con rumbo popular y social contrario a la dominación capitalista, en muchos sentidos estaremos en una etapa semejante a la que vivimos durante el viejo autoritarismo priista, pero incluso en ese marco se dieron movimientos que conquistaron espacios democráticos. No lo debemos olvidar. Ni el poder tampoco.