Presupuesto recortado al 40 por ciento en cuestiones básicas como salud, educación, cultura, no es una señal de identidad de un gobierno mínimamente progresista, todo lo contrario.

Continuar una política de seguridad fallida, con cifras espeluznantes: doscientos mil muertos y más de 50 mil desaparecidos.

En el primer mes de gobierno de Claudia Sheinbaum se contabilizaron “mil 564 víctimas de homicidio doloso y 70 de feminicidio”.

Sin un viraje en esa materia, el país seguirá envuelto en una violencia semejante a la producida por una guerra civil o a la de una invasión como la de Rusia a Ucrania o la de la política genocida del Estado de Israel contra Palestina.

La existencia o no de un pacto entre el Estado y los narcos, es totalmente absurda, no disminuyen las masacres o los enfrentamientos de las bandas contra las fuerzas militares, sin que haya a cambio liberación de territorios controlados por las bandas, ni disminución de muertes en la población. Abrazos no balazos, ha sido y continúa siendo un pésimo repliegue unilateral del Estado.

La cuestión de seguridad se embrolla cada vez más, ante la política agresiva y delirante de Donald Trump, quien amenaza con bombardear a los narcos en México. Deportar a 13 millones de personas sin papeles, algunas viviendo hace años en los Estados Unidos, con hijos nacidos allá de nacionalidad estadounidense; dividiendo a las familias, aunque Trump ha declarado que para no dividirlas va a deportar a los hijos junto con sus padres.

La mayoría de los deportados del territorio de Estados Unidos son y serán enviados a territorio mexicano, por lo tanto, estamos ante la llegada de millones de personas a un país con amenazas de estancamiento económico y la falta de una política migratoria con enfoque de derechos humanos, que se perfila como una crisis humanitaria.

Ante este escenario la presidenta Claudia Sheinbaum continúa diciendo que tenemos una relación sin complicaciones con los Estados Unidos.

Mientras en el panorama mundial vivimos una crisis de posibles desenlaces cercanos a la conflagración, tanto por la invasión de Rusia a Ucrania, como la situación en Medio Oriente, donde el Estado de Israel aplica una política genocida en Palestina con acciones militares cada vez más extendidas al Líbano, con bombardeos hacia Beirut y otras ciudades.

Una tensión creciente entre Corea del Norte y del Sur con posibles lanzamientos de misiles forman este escenario bélico, ante el cual el gobierno mexicano actúa con la política del negacionismo.

Acudir a la Cumbre de los 20, para proponer la política de Sembrando Vida, es una especie de humor al estilo de Juan Orol.

No es momento de enconcharse para suponer que ese negacionismo va a resolver los desafíos de riesgos impredecibles a nivel planetario.

Viajar en aviones comerciales no sirve absolutamente de nada.

La esquizofrenia tiene límites. No es posible hablar todos los días de lucha contra la corrupción y al mismo tiempo tolerar las obscenidades de altos dirigentes de MORENA exhibiendo sus Lamborghini, sus viajes en helicópteros, las operaciones factureras de proveedores de PEMEX y tantas otras prácticas de manejos multimillonarios de integrantes de la casta gobernante.

Mientras todo eso ocurre, la política de sumisión a los grandes capitales se defiende a capa y espada, aunque se hagan pantomimas como las de Monreal de promoción de una reforma fiscal progresiva; por cierto, desmentida por la propia presidenta.

El malabarismo esquizofrénico puede terminar en una caída estrepitosa.

Fuera de los aparatos de la clase política, los afectados por esas políticas desastrosas, serán protagonistas de resistencias que consigan imponer un viraje.

Una necesidad imperativa cada vez más necesaria es sustituir la arrogancia de Palacio por el diálogo con toda la gente, sea del color que sea, del ámbito social, de género, de cultura o de orígenes étnicos.

Hace 31 años nadie esperaba un fenómeno como el ocurrido el 1 de enero.

El levantamiento del EZLN es un ejemplo que no se debe olvidar. La presidenta debe abrir sus muros palaciegos, para dialogar sin cortapisas. Siempre es tiempo de derribar los muros de la intolerancia.