A la memoria de René Avilés Fabila
Si bien son dos espacios más cercanos entre sí de lo que se supone, Truman Capote (Nueva Orleans, 1924-Los Angeles, 1984) desafió con la publicación de A sangre fría en 1966, y de una manera más frontal, las categorizaciones tradicionales de géneros literarios y géneros periodísticos. En la intersección de ambos géneros, esta brutal y ya clásica novela-reportaje construyó a la vez un nuevo espacio objeto de estudio y de debate, referente indiscutible de ese desde entonces mejor conocido como género de la non fiction. Se sitúa en un espacio híbrido que combina elementos de la novela y el reportaje: por un lado utiliza técnicas narrativas propias de la ficción, como el desarrollo de personajes, la construcción de diálogos y la creación de atmósferas, y por el otro se basa en hechos reales y en una investigación periodística rigurosa.
Donde se logran desdibujar sin concesiones las muchas veces incómodas fronteras entre el periodismo y la literatura, como bien escribió mi muy dilecto René Aviles Fabila en su ya indispensable libro de texto con ese muy atinado título, la obra de Capote reconstruye un hecho real tomado de la nota roja: el brutal asesinato de la familia Clutter en Holcomb, Kansas, en 1959. Con su amiga Harper Lee se trasladó a esa pequeña localidad para investigar el caso, para hurgar en las fuentes periodísticas locales y entablar contacto con protagonistas y testigos de primera mano en tan brutal acontecimiento que estremeció a toda la opinión pública.
Así, Capote teje una narrativa que no solo relata los hechos, sino que también explora la psicología de los asesinos Perry Smith y Dick Hickock, en contraste con el impacto provocado en la comunidad. Pero más allá de esa investigación exhaustiva de los hechos, del material extraido de las más diversas fuentes documentales y vivas, la narración trasciende a través de un discurso pletórico de elevados recursos literarios, de una vigorosa escritura donde bien se suceden lo prosaico y lo lírico, cuando no es de esa misma desgarradora realidad de donde aflora la inspiración poética que fluye a mansalva y como río sin freno. La realidad supera a la ficción, diría el propio Capote, pero lejos está de provocar algo verdaderamente profundo y permanente en los lectores si no va alimentada y teñida de esa atmósfera literario-poética.
En su maravilloso gran ensayo La verdad de las mentiras, Vargas Llosa lleva a cabo una magistral vuelta de tuerca cuando se refiere a la insoslayable rotundidad implícita en los grandes textos de ficción, y Truman Capote lo confirma, de manera inversa y a la vez complementaria, cuando le concede a la reconstrucción literaria de la realidad un grado de verdad categórico. Siendo la poesía el más sublime de los géneros literarios (de ahí que se hable de la verdad poética de cada obra ––y de cada autor–– en prácticamente todos los ámbitos de la creación artística), esa efervescencia lírica no solo es rasgo distintivo en A sangre fría, sino que igual aflora como materia inmanente en otras obras suyas más o menos literarias o periodísticas: en sus también novelas El arpa de la hierba y Desayuno en Tiffany’s y la póstuma Plegarias atendidas, o en sus relatos cortos contenidos en Música para camaleones, o incluso en sus guiones para El gran Gatsby a partir de la novela de su amado maestro Scott Fitzgerald y ¡Suspenso! en derredor de Una vuelta de tuerca de Henry James.
El reportaje, como género periodístico, busca informar sobre la realidad de manera objetiva; sin embargo, Capote desafía esta noción al incorporar sus propias voz y perspectiva. A través de un estilo lírico y evocador, transforma el reportaje en una experiencia literaria que evoca voces pasadas que contribuyeron a formarlo, entre otras, Poe, Chéjov, Dostoievsky, Proust, Camus, Hemingway, Faulkner y por supuesto Fitzgerald. La atención al detalle y la profundidad emocional logradas en sus descripciones permiten al lector no solo entender los hechos, sino también sentir la angustia y el horror de los eventos narrados. Novela o reportaje, o mejor sería decir novela-reportaje, A sangre fría igual explora, como otros clásicos literarios, temas universales como la violencia, la justicia y la moralidad. Y no se limita a relatar esos hechos escabrosos, sino que los contextualiza, los analiza y los presenta de una manera que invita a la reflexión, al análisis, a la introspección. Como otras grandes obras, su móvil elemental será el estudio profundo de la condición humana.
Uno de los aspectos más destacados de A sangre fría termina siendo entonces la exploración de la psicología de los asesinos. Como en Crimen y castigo, Capote se adentra en las vidas de los citados Smith y Hickock, ofreciendo una visión compleja de sus motivaciones y sus circunstancias, como de igual modo sucede en El extranjero del citado existencialista Camus. A través de entrevistas y relatos, el autor logra humanizar a los criminales, lo que provoca una ambivalencia en el lector, pues en sentido estricto, y como anuncia el dicho, no hay malos malos, ni buenos buenos. Esta técnica, que podría considerarse arriesgada, es un ejemplo de cómo Capote emplea el material a la mano para explorar las nociones del bien y el mal, de la culpabilidad y la inocencia. Y es que desde su publicación, A sangre fría ha generado controversia, pues si bien los más de los críticos la consideran una obra maestra de la no ficción, otros moralistas no dejan de verla como una explotación del sufrimiento ajeno. La forma en que Capote presenta a los asesinos y a las víctimas ha sido objeto de debate, y su estilo, tan alabado como criticado, y dicha polarización se desprende de su talento para provocar una respuesta emocional en el lector.
La obra de Capote ha dejado una huella indeleble en ambos campos. En el periodismo, ha inspirado a generaciones de escritores a adoptar un enfoque más narrativo en sus reportajes, dando lugar al llamado “nuevo periodismo”. Autores como Joan Didion y Tom Wolfe han seguido sus pasos, utilizando técnicas para contar otras historias reales. A sangre fría ha abierto una puerta de búsqueda de la “no ficción” como un género literario legítimo que ha contibuido a desafiar las convenciones establecidas. Ese es un atributo incuestionable de Truman Capote, y A sangre fría es prueba más que fehaciente de ello.