Gregorio López y Fuentes (Veracruz, 17 de noviembre de 1892-CDMX, 10 de diciembre de 1966) es uno de los pilares de la llamada novela de la Revolución. Escribió poesía, crónica periodística y narrativa. Sus novelas y cuentos son realistas y reflejan los avatares del campo mexicanos y de sus personajes, con1 un ligero tono humorístico más que dramático. Una muestra es su cuento “Carta a Dios”, que ya forma parte del imaginario popular. Transcribo las primeras líneas.

La casa —única en todo el valle—, estaba subida en uno de esos cerros truncados que, a manera de pirámides rudimentarias, dejaron algunas tribus al continuar sus peregrinaciones. Desde allá se veían las vegas, el río, los rastrojos y lindando con el corral, la milpa, ya a punto de pilotear. Entre las matas del maíz, el frijol con su florecita morada, promesa inequívoca de una buena cosecha.

Lo único que estaba haciendo falta a la tierra era una lluvia, cuando menos un fuerte aguacero, de esos que forman charcos entre los surcos. Dudar de que llovería hubiera sido lo mismo que dejar de creer en la experiencia de quienes, por tradición, enseñaron a sembrar en determinado día del año.

Durante la mañana, Lencho —conocedor del campo, apegado a las viejas costumbres y creyente a puño cerrado— no había hecho más que examinar el cielo por el rumbo del noreste.

—Ahora sí que se viene el agua, vieja.

Y la vieja, que preparaba la comida, le respondió:

—Dios lo quiera.

Los muchachos más grandes limpiaban de hierba la siembra, mientras que los más pequeños correteaban cerca de la casa, hasta que la mujer les gritó a todos:

—Vengan que les voy a dar en la boca…

Fue en el curso de la comida cuando, como lo había asegurado Lencho, comenzaron a caer gruesas gotas de lluvia. Por el noreste se veían avanzar grandes montañas de nubes. El aire olía a jarro nuevo.

—Hagan de cuenta, muchachos —exclamaba el hombre mientras sentía la fruición de mojarse con el pretexto de recoger algunos enseres olvidados sobre una cerca de piedra—, que no son gotas de agua las que están cayendo: son monedas nuevas: las gotas grandes son de a diez y las gotas chicas son de a cinco…

Y dejaba pasear sus ojos satisfechos por la milpa a punto de pilotear, adornada con las hileras frondosas del frijol, y entonces toda ella cubierta por transparente cortina de lluvia. Pero, de pronto, comenzó a soplar un fuerte viento y con las gotas de agua comenzaron a caer granizos tan grandes como bellotas. Esos sí que parecían monedas de plata nuevas. Los muchachos, exponiéndose a la lluvia, correteaban y recogían las perlas heladas de mayor tamaño.

—Esto sí que está muy malo —exclamaba mortificado el hombre—; ojalá que pase pronto…

No pasó pronto. Durante una hora, el granizo apedreó la casa, la huerta, el monte, la milpa y todo el valle. El campo estaba tan blanco que parecía una salina. Los árboles, deshojados. El maíz, hecho pedazos. El frijol, sin una flor. Lencho con el alma llena de tribulaciones. Pasada la tormenta, en medio de los surcos, decía a sus hijos.

 

Novedades en la mesa

Publicada por Destino, la más reciente novela de Andrés Trapiello, Me piden que regrese (2024), es una historia de espionaje y acción ambientada en Madrid hacia el final de la segunda guerra mundial.