Los vientos de guerra asolan diversas regiones y, salvo las potencias, las demás naciones carecen de influencia para contenerlos. En un entorno tenso, las expectativas de la comunidad mundial sobre un futuro prometedor, ceden a la sombría realidad de los conflictos y, también, a la polarización y deterioro del tejido social en el Sur Global y, cada vez más, en los países desarrollados. Ante ello, poco pueden hacer los organismos multilaterales, porque su compromiso con el orden jurídico se diluye ante la realidad de un sistema internacional donde la ley sin fuerza ha probado ser inútil y la fuerza sin ley carecer de legitimidad.
En este contexto, el hartazgo y la ira acumulada por la falta de respuesta de las autoridades a los requerimientos de la gente, ha propiciado comportamientos electorales inéditos. Como resultado, han llegado al poder políticos radicales, cuyas orientaciones poco o nada tienen que ver con los parámetros tradicionales de la izquierda y la derecha. Por lo común inexpertos e ideológicamente amorfos, sus gobiernos manipulan la democracia con narrativas populistas, solo gobiernan para sus clientelas y, en nombre del combate a la corrupción y del pragmatismo burocrático, conducen la administración pública con criterio gerencial y no con la sensibilidad que exigen los asuntos del Estado. A esta realidad se añade que, en los países del Norte global, crecen reclamos asociados con el proteccionismo económico y el control de la migración indocumentada, por su presunto potencial para modificar la identidad de los países receptores.
El aislacionismo también está de moda. Por lo que hace a las naciones del Sur, por su creciente desencanto con el sistema liberal heredado de la Segunda Posguerra y con una globalización que, lejos de estimular el desarrollo, concentra riqueza y polariza sociedades. En lo que se refiere a los países del Norte, porque estiman que el internacionalismo los ha distraído con temas que no son suyos, razón por la cual ya es tiempo de volver la vista al interior para atender necesidades largamente pospuestas. En este tablero, de manera natural se robustecen hegemonías regionales, tradicionales y nuevas, al tiempo que se alientan condiciones para el resurgimiento de la geopolítica y del criterio de zonas de influencia que, para bien o mal, ineludiblemente la acompaña.
Tal y como sucedió en los años previos a la Primera y Segunda guerras mundiales, la citada tendencia aislacionista se afirma y, con ello, aumentan la indiferencia y la tolerancia de la comunidad de naciones a eventos que son contrarios al Derecho y a los valores liberales. De forma más coloquial, el mundo testimonia un juego perverso, en donde la mayoría de los Estados, para no incomodar poderes fácticos, se limita a hacer denuncias timoratas o pretender no ver lo que es evidente. Triste pero cierto, estamos ante una delicada coyuntura, de ánimos muy caldeados y donde la carrera armamentista está desatada. Adelantándose a su tiempo, John F. Kennedy dijo que “los problemas del mundo de hoy no son susceptibles a una solución militar”. En efecto, en la nueva Guerra Fría y en caso de un conflicto mayor, los principales contendientes no tendrían más opción que jugar la carta nuclear y apostar por un triunfo apocalíptico, porque lo único seguro sería la destrucción mutua asegurada.
El autor es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas.