Al cumplirse cincuenta años de la muerte de Lucio Cabañas Barrientos, seguidores, familiares, amigos, ex guerrilleros y dirigentes de diferentes organizaciones sociales, le rindieron un homenaje con la exigencia de ser reconocido como héroe.

El surgimiento de los grupos guerrilleros que existieron entre 1962 y 1973, fue en contextos de pobreza extrema, inseguridad y debilidad institucional y no fue un fenómeno aislado, sino un reflejo de problemáticas estructurales que deben ser abordadas de manera integral y profunda.

En el caso específico de Guerrero, donde la pobreza y la violencia continúan siendo factores prevalentes, es esencial entender que la desaparición de Lucio Cabañas no implicó la erradicación de las causas que motivaron su existencia.

El caso de Cabañas Barrientos y otros guerrilleros no debe ser olvidado, sino comprendido en su contexto social e histórico. Las heridas sociales de la guerra sucia y los conflictos armados recientes aún persisten, lo que contribuye a la desconfianza hacia el Estado.

El 2 de diciembre de 1974, a las nueve de la mañana, Lucio Cabañas Barrientos, líder del Partido de los Pobres, murió en un enfrentamiento con 200 soldados del ejército nacional en El Otatal, municipio de Tecpan de Galeana, Guerrero, en un operativo para rescate de Rubén Figueroa Figueroa, candidato del PRI al gobierno del estado, retenido por la guerrilla de Cabañas Barrientos desde el 30 de mayo de 1974.

Desde 1972, como parte de sus aspiraciones políticas, Figueroa Figueroa entonces Senador y empresario transportista, buscó reunirse con el líder guerrillero para que depusiera las armas. Entre sus frases jactanciosas el político llegó a justificar su propuesta diciendo: “para lograr la paz en Guerrero me reúno hasta con el diablo si es posible.

En una primera ocasión, solicitó la reunión a través de dos tíos de Lucio, Pascual y Pablo Cabañas Ocampo, pero fue rechazada.

Cabañas Barrientos se alzó en armas desde el 18 de mayo de 1967. Entre las causas no solo la rebelión en la escuela “Juan N. Álvarez” de Atoyac para expulsar a una directora. Ya se habían registrado movimientos en contra de las compañías madereras y en contra de Raúl Caballero Aburto siendo este gobernador.

Una complicidad entre las autoridades y caciques que mantenían sometidos a los campesinos, quienes vivían en condiciones muy precarias, favoreció el ejercicio de la violencia política perpetrada en la región desde tiempo atrás.

Además también se registró la muerte a balazos de Arcadio Martínez, Donaciano Castro, María Isabel Gómez, Regino Rosales y Prisciliano Téllez en la plaza de Atoyac en esa misma fecha y ya había surgido la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA) en respuesta a la violencia de los caciques.

Lo que siguió tras ese hecho fue una feroz persecución. Se sumaron desapariciones de ciudadanos, tortura de civiles en cuarteles militares diseminados en la serranía, retenes donde se detenía a presuntos guerrilleros o colaboradores de la BCA, y luego vuelos al mar para tirar cadáveres de los integrantes de los detenidos.

Tratando de persuadir a Cabañas Barrientos para deponer de las armas se supo que Figueroa Figueroa ofreció dinero y un espacio político para que actuara de manera legal a través del Partido de los Pobres lo cual fue rechazado. Para entonces la BCA estaba integrada casi cien integrantes bien pertrechados, casi todos campesinos de la región; algunos pocos eran de otra parte de Guerrero y del país.

Cabañas Barrientos en contrapropuesta le exigió condiciones políticas y económicas. En las primeras, la liberación de todos los presos comunes del país. Y en la segunda 100 fusiles M1 con dos cargadores de 30 tiros cada uno, 50 pistolas calibre nueve milímetros y 50 millones de pesos.

Finalmente ocurrió el rescate del político y se acentuó la persecución en contra de los seguidores de Cabañas Barrientos, aglutinados en la organización Partido de los Pobres.

Con anterioridad a ello, la consigna que tuvo el ejército nacional fue la eliminación “Lucio y su gavilla” y en ese contexto ocurrieron las detenciones y traslados de las personas para su “interrogatorio” a la base área militar de Pie de la Cuesta, el amplio despliegue de comandos y batallones para cumplir con la orden textual, “Eliminar a Lucio Cabañas”.

La guerrilla de Cabañas fue de las más importantes de finales de los años 60 y principios de la década siguiente y, a diferencia de otras surgidas después del movimiento estudiantil de 1968, fue rural y no urbana. Durante siete años y medio que permaneció en la sierra de Guerrero también intentó vincularse con los movimientos urbanos del país, como en la Liga Comunista 23 de septiembre lo que ocurrió posteriormente bajo las siglas Procup-PDLP. Por esto, enfrentó la persecución sistemática del Ejército, que llegó a concentrar la cuarta parte del total de sus efectivos en un solo estado de la República.

Todos los miembros de la guerrilla, junto con Lucio Cabañas, fueron perseguidos, detenidos, torturados, desaparecidos y asesinados por militares, policías secretos de la Dirección Federal de Seguridad y por los policías comandados por Arturo Acosta Chaparro durante el gobierno del presidente Luis Echeverría. Consecuentemente, Acosta Chaparro pasó a ser el jefe de seguridad del gobernador guerrerense Rubén Figueroa, el mismo que durante su campaña electoral en 1974 había sido secuestrado por el Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.

La prevención del surgimiento de nuevos grupos guerrilleros en Guerrero o en cualquier otra región del país no es solo una cuestión de seguridad, sino una cuestión de justicia social. Abordar las causas estructurales de la violencia, la pobreza y la desigualdad mediante un enfoque integral de desarrollo económico, fortalecimiento institucional y participación ciudadana puede generar las condiciones necesarias para una paz duradera y un Estado más democrático y justo.