Son Seis mil los “registros de eventos contenciosos” publicados en 16 capítulos del libro Luchas sociales y participación política en el sexenio obradorista (2018-2024) coordinado por Massimo Modonesi, César Enrique Pineda y Sergio Tamayo. En el libro, publicado por la UNAM, apenas el 25 de febrero de 2025, se “abordan un amplio espectro de conflictos y de actores representativos que cubre los principales sectores y las temáticas que animan la protesta social: trabajadores, campesinos, maestros, estudiantes, mujeres, víctimas e indígenas”.
Por lo tanto, es muy discutible la “tesis” de la apatía existente en México.
Además de las luchas sociales, culturales, étnicas, campesinas que se abordan en el libro mencionado anteriormente, no debemos omitir el rotundo fracaso ocurrido el 1 de junio en las “elecciones del poder judicial” a la que asistió solamente el 13 por ciento de los electores, fue un inmenso rechazo al gobierno de Claudia Sheinbaum.
A pesar de lo anterior, la presidenta consideró un éxito esa escasa participación.
Al mismo tiempo durante 24 días la CNTE, Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación ocupó el zócalo de la Ciudad de México y de otras plazas en varios estados de la república, realizó manifestaciones, miles de reuniones callejeras y otras formas de lucha, ante todo ese inmenso movimiento la presidenta se negó a recibirlos.
Toda la política de los 7 años de gobiernos de la llamada Cuarta Transformación podría definirse, “aunque toques no te dejo entrar”, como la rola de los Teen Tops.
La cuestión es que esa es la política de una buena parte de los gobiernos a nivel mundial: ante la creativa “Flotilla de la libertad”: el barco de ayuda con el que Greta Thunberg y otros activistas buscan quebrar el bloqueo de Israel a Gaza, las tropas tomaron la nave e impidieron su arribo a Israel; las impresionantes movilizaciones contra las deportaciones masivas de Trump se han expandido a todos los Estados Unidos, siendo las de la ciudad de Los Ángeles, las más impresionantes en varias décadas, ante ellas el gobierno Federal movilizó a las tropas de la Guardia Nacional y Marines, ante lo cual la alcaldesa de la ciudad Karen Basss la “llamó una escalada caótica” y el gobernador de California Gavin Newsom, la definió como “una violación grave a la soberanía del Estado”.
En la invasión rusa a Ucrania, jefaturada por Putin, el zar del siglo XXI, ha ignorado todo tipo de propuestas de tregua, incluso las que le ha hecho su amigo Donald Trump.
En la guerra, reciente, entre Pakistán y la India ninguna de las partes está dispuesta a negociar. Eso mismo ocurre en una guerra casi ignorada en Angola y la otra en Uganda.
El Dictador Maduro, en Venezuela, hizo un fraude descomunal, ha provocado la huida de unos 8 millones de venezolanos, hay torturas, asesinados, desaparecidos y la dictadura se niega a platicar con la oposición.
En Cuba, desde la rebelión de 2021 hay muchísimos presos, a veces liberan a algunos, a muchos los deportan de manera salvaje, los sacan de sus humildes moradas y los llevan con violencia a un avión fuera de la Isla, sobre todo a España.
La dictadura de Nicaragua es de los más grotesco, ha despojado de la nacionalidad a figuras históricas como el que fue vicepresidente del primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el escritor Sergio Ramírez.
En síntesis, existe una política soberbia, arrogante donde los gobiernos abiertamente dictatoriales (de derecha o de “izquierda”) o con ciertos matices “democráticos”, se niegan a dialogar con las disidencias.
Prefieren construir “murallas” de acero en torno a sus palacios, como lo hace sistemáticamente la presidenta Claudia Sheinbaum, a dialogar con sus críticos, a los que acusan de ser “agentes” de los “imperialistas” o de los “comunistas”, según la máscara que usen.
Zigmunt Bauman, dice en su libro La Globalización. Consecuencias humanas, primera edición 1998, edición mexicana (FCE, 2010): “el más reciente informe sobre el desarrollo humano de la ONU. Señala que la riqueza total de los primeros 358 multimillonarios globales, equivale a la suma de ingresos de los 2300 millones de personas más pobres, o sea, el 45 por ciento de la población mundial”.
Considero que la causa que le ha dado sentido a mi vida entera, sigue siendo vigente: la lucha contra la desigualdad, ahora sumada a la lucha en defensa del planeta en riesgo de desaparición.
Ambas cuestiones no son “algo” natural, son producto de un modo de producción llamado capitalismo.
Perder de vista esa visión, para quedar atrapados en los chismes de palacio, como ocurre todos los días en México, donde un asunto tan trivial, como si AMLO iba a votar o no el 1 de junio o las obscenidades de Noroña, son parte de la explicación del creciente desprecio de la mayoría de la gente, sobre todo los jóvenes, por eso que llaman “política”, que en nuestro caso es en realidad la práctica descarnada de un despojo multimillonario de la casta en el poder en contra de la sociedad.