El paso del huracán Erick entre el 19 y 20 de junio de 2025 expuso, una vez más, la creciente vulnerabilidad del estado de Guerrero frente a fenómenos meteorológicos extremos. El ciclón, que alcanzó brevemente la categoría 4 en el Pacífico, tocó tierra como categoría 3 entre Acapulco y Puerto Escondido. Posteriormente se degradó a tormenta tropical al internarse hacia Michoacán, dejando a su paso lluvias torrenciales, inundaciones, deslaves, cortes de energía eléctrica y bloqueos carreteros que afectaron gravemente a comunidades enteras.
A pesar de los daños significativos, Guerrero continúa sin una estrategia integral y clara de prevención y protección civil. La falta de políticas públicas eficaces incrementa el impacto de estos desastres, especialmente en regiones con alta vulnerabilidad social y económica.
Las lluvias intensas persistieron hasta el 23 de junio, afectando al menos a 10 municipios de la región de la Costa Chica. Los daños incluyen caída de árboles, deslaves, cortes carreteros en Cuajinicuilapa y Punta Maldonado, y afectaciones en los caminos rurales como el que conecta Potrerillo con San Luis Acatlán.
Protección Civil reportó daños en 472 kilómetros de vías, incluyendo carreteras federales y rurales, con 91 incidencias por derrumbes y deslaves. En total, 7 mil 426 viviendas presentan algún tipo de afectación, lo que representa el 18.9% del total de casas ubicadas en los municipios más afectados: Cuajinicuilapa, Ometepec, San Nicolás y Azoyú.
Uno de los incidentes más trágicos fue el fallecimiento de un niño de un año, arrastrado por un río crecido en el municipio de San Marcos.
De los 582 refugios temporales habilitados en el estado, 21 están activos, alojando personas en situación de emergencia en municipios como Marquelia, Azoyú y San Luis Acatlán. El refugio más concurrido se ubica en Punta Maldonado, municipio de San Nicolás, donde se resguardan 757 personas.
Sin embargo, las respuestas han sido fragmentadas e insuficientes. En Azoyú, habitantes de la comunidad de Talapilla bloquearon la carretera federal Acapulco–Pinotepa Nacional, reclamando el abandono institucional tras la desinformación de que su municipio no estaba considerado entre los afectados, situación similar a la que vivieron con el huracán John.
La Costa Chica y la región Montaña, que concentran población indígena amuzga, mixteca, tlapaneca y chatina, son dos de las zonas más marginadas del estado. Altos niveles de pobreza, rezago educativo, deficiencias en salud y falta de infraestructura básica agravan los efectos de los fenómenos naturales. La agricultura de temporal es la principal actividad económica, altamente vulnerable al cambio climático y a eventos meteorológicos extremos.
La Costa Chica enfrenta desafíos socioeconómicos importantes, con altos niveles de pobreza, carencias en servicios básicos y desigualdad, que requieren atención prioritaria para impulsar un desarrollo más equitativo e inclusivo. Está integrada por 18 municipios que albergan a una importante población indígena (amuzgos, mixtecos, tlapanecos, chatinos) con sus propias dinámicas culturales y económicas, que a menudo enfrentan mayores desafíos socioeconómicos.
Esta área geográfica presenta grandes desigualdades internas, con algunas localidades con mayor desarrollo y otras con altos niveles de marginación, lo que dificulta la planificación del desarrollo regional.
La región Montaña conformada por 19 municipios también sufrió daños, incluyendo cortes de energía eléctrica, derrumbes en carreteras y afectaciones en viviendas, escuelas y redes de agua. Esta región es una de las más pobres de México, con altos porcentajes de población en pobreza extrema. Predomina una población indígena y campesina, con una fuerte dependencia de la agricultura de temporal, con prácticas tradicionales, es la actividad económica principal. Carece de infraestructura básica y acceso a servicios de salud, educación y vivienda digna.
Además de Erick, otros fenómenos como el mar de fondo y el mar de tormenta continúan afectando seriamente la zona costera, en especial el área Diamante de Acapulco. Estos fenómenos han causado la desaparición de playas, destrucción de restaurantes y caída de las ventas en hasta un 40 por ciento en zonas turísticas como Bonfil y Revolcadero. Cuatro restaurantes y más de 40 palapas han sido dañados por olas de gran tamaño, que incluso sin tormentas cercanas, golpean la costa por días.
A esto se suma la apertura de las barras de las lagunas de Tres Palos y Coyuca de Benítez, que arrastraron lirio acuático hasta las playas de Icacos, Condesa, El Morro y Hornos, provocando afectaciones ambientales y operativas para el turismo.
La crisis provocada por el huracán Erick pone de manifiesto una realidad ineludible: Guerrero se encuentra cada vez más expuesto a catástrofes ambientales, sin contar con un sistema robusto de prevención, respuesta ni resiliencia. Las desigualdades estructurales, la fragilidad de su infraestructura y la descoordinación institucional agravan el impacto de fenómenos que, con el cambio climático, serán cada vez más frecuentes y severos.
En lo que va del año, cinco ciclones tropicales se han formado en la cuenca del Océano Pacífico, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). De estos, dos han alcanzado la categoría de huracán (Barbara categoría 2 y Erick categoría 4, mientras que los otros tres permanecieron como tormentas tropicales (Alvin, Cosme y Daila). Todos han impactado a Guerrero y no solo en la zona costera sino que el más reciente atravesó el territorio estatal generando inundaciones en Chilpancingo e Iguala, lo que amplía el área vulnerable de la entidad.
Urge que el estado y la federación desarrollen políticas claras, con enfoque territorial y culturalmente pertinente, para enfrentar los desastres naturales. La implementación efectiva de estrategias de protección civil, inversión en infraestructura resiliente y fortalecimiento de capacidades comunitarias ya no puede esperar. Guerrero no puede seguir siendo rehén del riesgo ambiental.