Durante el primer semestre de 2025, Guerrero recibió mil 655 millones de dólares por concepto de remesas, cifra que representa un crecimiento de 4.5 por ciento en comparación con el mismo periodo del año anterior, cuando se captaron mil 583 millones. De acuerdo con el Banco de México (Banxico), este monto constituye el nivel más alto registrado para un primer semestre desde 2003, cuando comenzó el desglose estatal de este tipo de transferencias.
Este incremento cobra aún mayor relevancia considerando que, a nivel nacional, las remesas registraron una caída del 5.9 por ciento en el mismo periodo. Entre enero y junio de 2025, el país recibió 29 mil 576 millones de dólares, lo que representa mil 750.5 millones menos que los 31 mil 326.5 millones obtenidos en el primer semestre de 2024. Guerrero, por tanto, destaca como una excepción frente a la tendencia nacional descendente.
Sin embargo, detrás de esta aparente fortaleza financiera, se esconde una creciente dependencia estructural de las remesas, que ha convertido a Guerrero en una de las entidades más vulnerables del país. Actualmente, estos flujos representan alrededor del 14 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) estatal, más del doble de los 6 puntos porcentuales que significaban hace apenas una década. Esta concentración de ingresos en un solo canal externo refleja la debilidad de las actividades productivas locales y la insuficiencia del mercado laboral guerrerense para generar ingresos sostenibles y reducir la desigualdad social.
La fragilidad de este modelo de sostenimiento económico se agrava ante los vaivenes de la política migratoria en Estados Unidos. A pesar de los crecientes operativos de deportación impulsados por el gobierno de Donald Trump, muchos migrantes guerrerenses han logrado reorganizarse para continuar trabajando y enviando dinero.
En regiones como Tierra Caliente, julio volvió a mostrar largas filas de personas esperando cobrar remesas en tiendas y comercios locales, reflejo tanto de la importancia de estos recursos como del impacto directo en la economía cotidiana.
Migrantes y sus familias han diseñado estrategias para evitar las redadas, como cambios de domicilio y empleo, creación de grupos de vigilancia en WhatsApp, sistemas de alerta y apoyo de algunos empresarios estadounidenses preocupados por mantener su fuerza laboral. No obstante, en junio y julio se reportó una baja temporal en el flujo hacia Tierra Caliente debido a estos operativos, lo cual subraya la inestabilidad inherente a depender de un ingreso sujeto a dinámicas externas impredecibles.
Aunque las remesas contribuyen al bienestar inmediato de miles de hogares —cubriendo necesidades básicas como alimentación, salud y educación— su efecto estructural en la economía estatal es limitado. En municipios como Coyuca de Benítez, Iguala, Chilapa y Tixtla, han sido motor de consumo y mejoras visibles, como la construcción de viviendas o el financiamiento de pequeños negocios. Sin embargo, estas transformaciones se dan sobre una base frágil, sin generar una economía autosostenible ni romper el ciclo de pobreza y migración.
Guerrero se ha posicionado entre los diez primeros estados con mayor recepción de remesas en el país. Pero más que un indicador de fortaleza, este lugar refleja la persistente debilidad de su aparato productivo. La economía guerrerense se encuentra atrapada en una paradoja: cuanto más crecen las remesas, más se profundiza su dependencia, lo que hace cada vez más difícil construir una base económica sólida capaz de corregir desigualdades y brindar oportunidades a nivel local.
A pesar del crecimiento en la recepción de remesas, la situación de los migrantes guerrerenses en Estados Unidos es cada vez más precaria, lo que representa un riesgo para la economía del estado. Durante el mes de julio, se observaron largas filas en Tierra Caliente para cobrar los envíos de dinero, una señal de que los migrantes han regresado a sus trabajos a pesar de los operativos de deportación.
La implementación de políticas migratorias más restrictivas ha obligado a los migrantes a adoptar nuevas estrategias de supervivencia, desde la creación de grupos de alerta en redes sociales hasta la búsqueda de apoyo de sus empleadores. Estos esfuerzos demuestran el temor y la incertidumbre que prevalecen, lo que podría afectar el flujo de remesas en el futuro. La economía de Guerrero está en una situación paradójica: si bien las remesas son una tabla de salvación, su dependencia también la expone a los riesgos del entorno político y social de otro país. Si el flujo de remesas se ve afectado, las consecuencias económicas para el estado podrían ser graves y rápidas.
Otra contradicción que evidencian los indicadores macros de la economía estatal radica en que mientras el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE) del INEGI revela tuvo un crecimiento del 6.8 puntos porcentuales de manera anual en el primer trimestre de 2025, destacando en actividades terciarias como el turismo y el comercio, aunque significativo, no es suficiente para lograr la formalización de la economía estatal.
Este impulso no se ha traducido en una reducción de la informalidad laboral, donde más del 76 por ciento de los trabajadores se encuentran en empleos informales. Estos datos sugieren que el crecimiento económico actual no está generando empleos formales ni mejorando las condiciones laborales de manera significativa, lo que indica una falta de conexión entre el crecimiento económico y la formalización de la economía en Guerrero
Si no se fortalecen las capacidades productivas internas, se diversifican las fuentes de ingreso y se generan condiciones para el desarrollo económico local, Guerrero seguirá caminando por la cuerda floja de la economía migratoria: una que puede sostenerse un tiempo, pero que ante cualquier viento adverso, se tambalea con fuerza.


