A la memoria de mi amada Filomenita, quien vino a iluminarnos
un largo tramo en este sinuoso camino de la vida.
En un reciente fin de semana que mi esposa Susana viajó y me quedé solo en casa con nuestros tres hijos perrunos ––somos promotores a ultranza de la adopción sin pedigree––, entre otras razones porque Filomenita estaba ya de cuidados y atenciones especiales (la acabamos de ayudar a bien morir, sin dolor y con dignidad), vi de corrido el documental Billy Joel: And So It Goes, dirigido por Susan Lacy y Jessica Levin. Talentoso cantautor neoyorquino de ascendencia judío-alemana, arribé a la pubertad y después a la adolescencia escuchando varias de sus canciones de sus primeros discos, entre otras, “Piano Man”, o “New York State of Mind”, o “Just the Way You Are”, o “Vienna”, o “Scenes from an Italian Restaurant”, o “She´s Always a Women”, o “Honesty” (esta me recuerda en especial a una muy querida prima prematuramente muerta, Carmiña Muriel, a quien le fascinaba), o “And So It Goes”, en su mayoría de ese tan exitoso disco The Stranger, de 1977, que lo catapultó. De inicial formación clásica y con un padre-profesor tiránico (¡cuántos ejemplos en la historia de la música hay de ello!), en algunas de sus creativas armonías y bellas melodías hay efluvios de esos primeros grandes compositores que escuchó y aprendió a tocar al piano siendo niño.
Muy bien documentado y presentado, dando en principio voz al protagonista y a los actores secundarios, Billy Joel: And So It Goes es un vívido homenaje al icónico cantautor, y como atractivo principal tiene, a diferencia de otros ejercicios de su especie que solo se limitan a hacer un acopio de actuaciones y paralelamente narran las vidas sin más chiste que la información obvia y a la mano de la figura en cuestión, aquí se abre una ventana a su existencia y a su carrera de una manera poco convencional. Desde su estreno en el Festival de Tribeca de Nueva York, se ha destacado no solo por su exploración de la música pop en la cual se incrusta buena parte de la producción del cantautor del Bronx, sino también por su capacidad para retratar la complejidad emocional que se entrelaza con la creación artística del biografiado.
El documental teje fino a través de los altibajos en la carrera tanto del Billy Joel creador como del show man, con el trasfondo de todo lo que envuelve a ese mundo de la parafernalia del espectáculo tanto en su versión más frívola como en la menos sofisticada. Nos descubre que detrás de cada éxito hay un trasfondo muchas veces sombrío y complicado, incluso doloroso, de sumas y de restas, de claroscuros tanto en el transitar del artista como del ser humano que son uno mismo, con todo y ese maremágnum dentro de una industria multimillonaria del consumo donde por fortuna hay los que aportan, pero también por desgracia los más que sólo succionan como vampiros en la negra noche. En la cocina de la escritura, de la composición, de canciones emblemáticas como “Piano Man”, por ejemplo, se ilustra cómo las experiencias personales sirven de materia prima para la creación, conforme la obra opera a manera de espejo ––a veces cóncavo o convexo–– para descubrir los intríngulis, más o menos entreverados, del transitar vital de su creador.
Desde las dificultades iniciales de su carrera, incluidas las malas decisiones de producción y su lucha por encontrar un lugar en la industria, el documental revela que el éxito no fue aquí un camino llano y pavimentado, como en otros tantos casos. La perseverancia y la capacidad de canalizar sus vivencias buenas y malas, en especial las más cruentas y difíciles, le permitieron al compositor construir su propio periplo creador, sin que faltaran por desgracia esos espacios de adicción tan afines a la industria del espectáculo, a figuras que de buenas a primeras tienen mucho dinero y no saben en qué gastarlo, y en ese transitar medio a oscuras y a ciegas, con la presión de un trabajo absorbente y demoledor, se convierten en víctimas de quienes comercian adicciones al por mayor y pasan a ser carne de cañón. ¡La sobrecarga de trabajo y el arribismo de zánganos sin pudor alguno resultan siendo el caldo de cultivo idóneo para que estos en su mayoría jóvenes pierdan el rumbo o incluso la vida!
Uno de los aspectos más interesantes del documental es su tratamiento de la vida personal de Joel, especialmente su primer matrimonio con Elizabeth Weber, antes pareja de un amigo suyo, y después su primera musa y promotora. En una narrativa que se siente casi novelística, se expone la turbulenta relación que tuvieron, marcada por el amor, el sufrimiento y la creatividad. La historia de su matrimonio no es solo un trasfondo de su carrera, sino que se convierte en un motor que impulsa su música, que la alienta y defiende. El uso de imágenes de archivo y las reflexiones del propio Joel proporcionan una perspectiva íntima y conmovedora, revelando las capas de complejidad que rodean sus relaciones personales y su proceso creativo. Esta relación simbiótica es lo que da vida a su música, transformándola en reflejo no solo de sus propias experiencias, sino también de las emociones compartidas por muchas otras personas. A la postre, las diferencias personales, la costumbre rutinaria, el hastío. Las demás parejas se limitarán a ser compañeras, acaso musas, prolongación protectora de una madre importante en su vida, pero muchas veces ausente en su diagnosticada condición de bipolaridad.
El documental reafirma la naturaleza catártica de la creación, si bien esos fantasmas solo se agazapan y vuelven a aflorar una y otra vez. Temas recurrentes en cualquier ámbito de la inventiva artística, sus letras abordan el amor y el desamor, la pérdida y la búsqueda de identidad (“perdí a la mayoría de mi familia en el Holocausto nazi y no tuve oportunidad de conocerla”), sobre todo el abandono (“And So it Goes”, “Te digo adiós”, como se llama otra de sus canciones icónicas y que da nombre al documental”) a raíz de que su padre los deja niños y vuelve a Europa. Las hay también de trasfondo social, o incluso de crítica acerba al consumismo o el resquebrajamiento del sueño americano, a esa máquina de hacer dinero que es el espectáculo donde él mismo ha estado y se ha hecho. En ese contexto, su cuñado, contraviniendo la recomendación de su primera esposa cuando se separan, se convertirá en su manager y estafador por casi diez años, materia de un juicio que le llevó a recuperar al menos algo de lo robado.
Quizá lo más interesante del documental sea su carácter honesto y desparpajado, fuera de estereotipos o clichés, sin buscar en ningún momento embellecer o maquillar la realidad, porque en ese trance del anonimato a la fama, vive y pasa de todo, con altibajos, con triunfos y fracasos. El no menos interesante biopic Rocketman (del talentoso director también británico Dexter Fletcher) sobre el inglés Elton John, con quien ha solido comparársele desde sus inicios y con el que ha compartido muchas veces escenario, es otro buen ejemplo de cómo con creatividad se desmenuza y penetra en ese mundo del espectáculo que lejos está de ser color de rosa. En ambos casos se ahonda sin cortapisas en el discurrir creador y cotidiano de seres humanos con defectos y con luchas internas, lo que proporciona una mayor resonancia a su respectiva música.
Así, “And So It Goes” se transforma en un análisis introspectivo que invita al espectador a apreciar no solo el indiscutible talento musical de Joel, sino también el lado humano detrás del artista. El documental logra capturar la esencia de un creador que, a pesar de sus inseguridades y fracasos, logró crear un impacto duradero en la cultura musical. Su padre fue su primero y más severo maestro de piano entonces clásico, y su abandono propició en parte, en respuesta rebelde y por propia vocación, que buscara desarrollar su talento en otro mundo muy ajeno y distante; su medio hermano Alexander Joel, del segundo matrimonio de su padre ya en Viena (motivo de esa canción suya escrita tras la búsqueda del padre ausente ya siendo figura), es un director con cierta presencia en el contexto musical europeo. En un mundo donde el camino hacia el éxito a menudo se glorifica, “And So It Goes” nos recuerda que la verdadera historia detrás de una estrella del pop a menudo está llena de matices que revelan la fragilidad humana, nuestra vulnerabilidad.


