Vivimos en un mundo convulsionado, nos amanecemos diariamente con noticias cargadas de violencia. La semana pasada asesinaron brutalmente al activista conservador estadounidense Charlie Kirk tras recibir un disparo en un evento universitario en Utah, en el oeste de Estados Unidos.
El comentarista de apenas 31 años estaba casado con Erika y tenía dos hijos de 3 años y 15 meses. Simpatizante del presidente Donald Trump, era conocido por cofundar y liderar el grupo estudiantil conservador Turning Point USA.
Más allá de que Stephen Miller, subjefe de la Casa Blanca, describió a Kirk como un esposo y padre extraordinario, se ha perdido la vida de otro ser humano.
Este tipo de violencia política debe ser desterrada de la vida pública, deben condenarse este tipo de actos repugnantes que atentan contra la democracia.
El expresidente republicano George W. Bush expresó que “hoy, un joven ha sido asesinado a sangre fría mientras expresaba sus opiniones políticas. Ha ocurrido en un campus universitario, donde el intercambio abierto de ideas contrarias debe ser sagrado. La violencia y la virulencia deben ser erradicados de la esfera pública. Los miembros de otros partidos políticos no son nuestros enemigos, son nuestros conciudadanos”.
Lo expresado por Bush tiene hoy más vigencia que nunca, nadie debe ser señalado o atacado por pensar diferente a los demás. Debe haber un intercambio respetuoso y libre de las ideas.
El derecho a pensar se engloba dentro de la libertad de pensamiento, pilar fundamental de los derechos humanos, lo cual garantiza la capacidad y libertad de las personas para tener sus propias convicciones, sin interferencias externas ni castigo.
Nadie tiene derecho a impedir la libertad de expresión discriminando a otra persona por el nivel de educación, color de piel, raza, género, clase social, o ideología política. Este es un derecho consagrado en el artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El no respetar a los demás por su forma de pensar, por sus creencias e ideologías puede desencadenar la violencia y llevarnos a actos reprobables como lo que sucedió con Charlie Kirk.
Este tipo de violencia nos conduce a crímenes de odio, los cuales son perpetrados contra individuos o grupos específicos debido a sus características personales, como su orientación sexual, etnia, religión o afiliación a determinado grupo político.
En nuestro país criticamos la polarización a la que nos llevó el expresidente López Obrador, ya que detrás de los crímenes de odio, subyace la intolerancia hacia lo que la victima representa o la forma en que piensa y se expresa.
No permitamos que en México sigan sucediendo cosas parecidas. En Colombia, por ejemplo, el pensar diferente se volvió hace muchos años una actividad peligrosa.
En nuestro país, ya hace tiempo que se quieren establecer mordazas a medios de comunicación, periodistas y lideres de opinión que temen por su vida y las de su familia por el solo hecho de no estar de acuerdo con el estatus quo.
Que sirva lo sucedido a Charlie Kirk para reflexionar y garantizar que cualquier persona pueda opinar sin miedo, sin presiones y se le permita expresar libremente sus ideas sin tener que sufrir por su forma de pensar.
No volvamos a los tiempos en que si algunas personas pensaban diferente y se atrevían a expresar sus ideas y estás no eran acordes con lo que los demás pensaban, inmediatamente se les acusaba de herejes, locos o brujos y eran asesinados.
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