La figura de la presidenta Claudia Sheinbaum requiere de análisis permanentes. Es, sin duda alguna, la portadora de una imagen que, en sí, es una innovación. Su desempeño en la ceremonia del Grito de Independencia en la plaza mayor de la República ha sido trascendente y uno de los ángulos de ese evento ha sido un significativo mensaje para la causa de las igualdades en lo que se refiere al género. El nombre de las heroínas, con sus apellidos propios, fue un paso muy decisivo y sutil en las propuestas de la Primera Mandataria en ese plano.
Otro tema de su desempeño ha sido el de su vestimenta que tuvo un contenido nacionalista, pero sin caer en excesos demagógicos. Fue una vestimenta digna, sin abusos en ningún sentido. Hasta ahí, las consideraciones que se han hecho han sido apropiadas y, en buena hora, tampoco se ha caído en los lugares comunes. Lo importante ha sido que el espíritu republicano ha comenzado a regresar al lugar en que los mexicanos lo requerimos.
Sin embargo, parece que el verdadero tema importante ha quedado relevado, en parte. Es decir, no se ha examinado de manera más profunda el asunto de la política económica de la Primera Mandataria y de su equipo, cuya eficacia parece depender mucho de valiosos protagonistas que no salen a cuadro.
Se ven los efectos, esta vez muy aceptables, de las medidas tomadas, pero no aparecen por ningún lado quienes deberían tomar la palabra. Así como hubo héroes y heroínas con nombres desconocidos en la Guerra de Independencia, también los hay en las decisiones como las que acaban de tomarse.
La decisión tomada sobre la aplicación de aranceles a los productos y servicios que se originan en países fuera de los acuerdos comerciales vigentes es complicada; sobre todo porque los afectados no son para nada intereses de perfiles bajos. Se trata, con más frecuencia de la deseada, de gigantes con el soporte de instancias financieras de tamaños que atemorizan. Tal es el caso de China y de otros países del continente asiático y de otras macrorregiones.
Por supuesto, las medidas arancelarias dispuestas por la señora Sheinbaum no son recaudatorias, aunque finalmente tengan algunas captaciones en ese sentido. Todas ellas forman un conjunto de acciones con esencias estratégicas. Se trata de decisiones soberanas para participar de manera activa en armar un nuevo esquema internacional y no es muy agradable estar en un proteccionismo -una guerra- comercial en pleno siglo XXI, pero por ahora es inevitable.
Sencillamente, estas acciones son para tener argumentos fuertes para renegociar el T-MEC en el próximo año. Estamos ante actores muy agresivos que nos van a exigir que evitemos ser una puerta de entrada para bienes y servicios de terceros países. Nos veríamos muy mal como una nación favorecedora de entradas tramposas a la región norte del continente. Sobre todo, cuando tenemos actores distantes, pero ya muy presentes comercialmente en la región como lo es China, Corea del Sur y, de alguna manera, Japón.
Por supuesto, este ángulo de la figura presidencial es importante. Es decisivo y debe atraer más y mejores atenciones.
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