Medio billón de pesos es lo que se operó con el huachicol marino. Según Amparo Casar, presidenta de mexicanos contra La Corrupción y la Impunidad, dice que, según un estudio de Francisco Barnés de Castro, la afectación a Pemex es 11 mil millones de dólares solamente en la evasión fiscal, más el robo mismo de combustibles y lo más grave es la operación de Estado, sobre todo que involucró a altos manos de la marina, aduanas, gobiernos estatales.
Los casos de corrupción del neoliberalismo son de risa al lado de los de AMLO, incluyendo la corrupción en SEGALMEX de 7 mil millones de pesos. Tampoco la ESTAFA MAESTRA de la época de Peña Nieto, el de Odebrecht de 4 mil 200 millones, todos son irrisorios.
En todo caso el huachicol marino es el fraude más grande de la historia del país.
Esos fraudes y los que están en curso relacionados con la barredora en tabasco, los de la oficina de la presidencia de Romo, los contratos gestionados por los hijos de AMLO, los delitos y crímenes de Manuel Bartlett, por mencionar solo algunos, no se pueden explicar, mucho menos combatir con la charlatanería de análisis seudo marxistas, keynesianos de cierta intelectualidad anacrónica.
La situación nacional, situada en un escenario internacional insólito, donde las visiones procedentes del mundo de la Guerra Fría son absurdas, exigen estudios acordes a esa nueva realidad.
Un resurgimiento del pensamiento dependentista de la época de CEPAL de los años sesenta, se hace añicos ante el proteccionismo de Donald Trump, que está resultando más defensor de la “soberanía estatista “que los ideólogos del nacionalismo estatista de los 60.
Al coro nacional del morenismo, divulgado en cadena nacional por la Televisión, la radio pública, la editorial gubernamental FCE y la distribuidora EDUCAL, no se le puede hacer ni cosquillas con un timorato “discurso” o narrativa que usa las pautas y esquemas del pensamiento de los años sesenta y setenta.
Por esa vía, de manera consciente o no, se le abre paso a las corrientes más derechistas que están encontrando en Ricardo Salinas Pliego, el líder dispuesto a dar un viraje al estilo del argentino Javier Milei.
Eso no solamente como posibilidad abstracta, sino que Salinas ha organizado varias reuniones de la derecha mundial.
Las tardías condenas a este empresario forjado por el patrocinio de Carlos Salinas en su primera etapa y posteriormente por Andrés Manuel López Obrador que le concedió la cartera del manejo billonario de los programas sociales y le permitió evadir sus inmensas obligaciones fiscales, son parte de la complicidad que muchos seudo izquierdistas tuvieron durante casi todo el sexenio de AMLO y hoy se desgarran las vestiduras ante los vulgares desafíos de Salinas Pliego.
Puede ser un tanto “romántico” evocar el activismo en el CEU, Consejo Estudiantil Universitario, de Claudia Sheinbaum y el de varios de sus funcionarios actuales, e incluso el maoísmo salinista de muchos otros con ciertas manchas de los llamados “pescados”, así bautizados por los mismos “mentores” de Claudia Sheinbaum, pero nada de eso los acredita como portadores de políticas en favor de los trabajadores, ni menos estar ajenos a los fenómenos de narcopolítica y corrupción de la llamada CUARTA TRANSFORMACIÓN.
El desafío para los movimientos autónomos, tradicionales y nuevos es abrir una reflexión que no sea la reiteración dé lugares comunes de un credo, que no supo asumir el costo de la debacle del socialismo soviético y continúa alabando al castrismo.
Dejemos que las izquierdas oficialistas de la Cuarta T sigan protegiendo a las dinastías castristas en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Continuar por la vía del priismo-castrismo-morenismo, es facilitar el camino derechista de Ricardo Salinas Pliego.