Gerardo Fernández Noroña fue electo presidente de la mesa directiva del Senado de la República en 2024, muchos pensaron que se serenaría y tendría un desempeño institucional, independientemente del partido al que pertenece y de sus antecedentes como un político agitador y violento.
Con 127 votos a favor fue designado. El senador afirmó en su momento que conduciría los debates con respeto e institucionalidad y que impulsaría el diálogo y la búsqueda de acuerdos, como se hizo para la conformación de la mesa directiva.
Incluso comentó que todos los partidos representados en el Senado tendrían en él a un compañero. Nada más alejado de la realidad. Apenas comenzó su mandato volvió a las andadas, con actitudes porriles y francamente reprobables desde cualquier punto de vista.
Hablar de Noroña es hablar de escándalos en la cámara de diputados, en la calle, en el aeropuerto, en redes sociales y la última con Alejandro Moreno en el senado de la República.
Hoy condena la violencia quien toda su vida ha agredido a los demás, ya sea en forma verbal o físicamente, como cuando empujó a un diputado en la comparecencia del entonces secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón.
Para exigir respeto hay que respetar, pero Fernández Noroña no conoce esa palabra, ya que toda su vida se ha conducido de forma majadera, agresiva y petulante hacia cualquiera que no piensa como él.
Ya se le olvidó cuando agredió verbalmente al diputado del PAN, Jorge Triana, o al entonces presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo.
Pareciera que disfruta con provocar a los demás y dar la nota continuamente con su conducta fuera de lugar. Cuando encara y confronta a los demás está en su derecho, pero cuando alguien lo confronta como sucedió en el salón VIP de American Express en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, hasta presenta denuncia y lo obliga a acudir al senado a pedirle disculpas públicas como lo hizo con el abogado Carlos Velázquez.
Además de ser un provocador profesional, tiene conductas hipócritas, ya que mientras se llama hijo del pueblo o “plebeyo”, se compra una casa en Tepoztlán, Morelos, de 12 millones de pesos, según él con un crédito bancario. Habría que preguntarle que Banco le otorgó un crédito dada la edad del senador.
Ha demostrado conductas misóginas, ya que, así como se atreve a callar de manera grosera y vulgar a una senadora, compañera de legislatura, también se da su tiempo para calumniar a la periodista Azucena Uresti en redes sociales.
Muy proclive también a poner apodos, burlarse de los demás, como cuando en una entrevista dijo que Xóchitl Gálvez no sabía hacer cuentas y que era imposible que se hiciera millonaria vendiendo gelatinas y tamales. O cuando llamó al expresidente Felipe Calderón el “tomandante borolas” o a Vicente Fox, “cabeza hueca”.
El pez por su propia boca muere, criticó y denostó a quien se le pusiera en frente. Hoy queda claro que el único farsante es él, hace algunos años comentó que no podría pagar un seguro de 70 mil pesos como diputado federal, pero ahora como senador si puede comprar una casa de 12 millones de pesos.
La historia lo juzgará tarde que temprano, por lo pronto deja la mesa directiva a su fiel estilo, bajo señalamientos muy delicados y con escándalos como le gusta.
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