El tiempo ha pasado, pero no del todo. La devastación que dejó esa noche traumática que marcó la vida cientos de miles de guerrerenses permanece como un gran muro en el cual se estrella el optimismo oficial que da por hecho la recuperación del puerto en un tiempo récord.
La reconstrucción de Acapulco dos años después del paso del huracán Otis revela un proceso marcado por avances dispares, con múltiples áreas que continúan sumidas en una grave crisis. A pesar de los esfuerzos iniciales y de la afirmación oficial de un 82 por ciento de recuperación, la realidad sobre el terreno refleja una reconstrucción aún incompleta, desigual y a veces casi imperceptible en ciertas zonas.
Aunque se han implementado programas de apoyo y reforestación, la reconstrucción física y económica de Acapulco sigue siendo irregular. Mientras que en las zonas urbanas y turísticas, especialmente en la Costera Miguel Alemán y la zona Diamante, algunos hoteles y negocios han reabierto, muchos otros permanecen en ruinas, operando a medio gas o ni siquiera han comenzado a restaurarse.
Esto se evidencia en lugares emblemáticos como el hotel Acapulco Dream, que aún no ha recibido rehabilitación, y cuya reconstrucción, según sus propietarios, no comenzará hasta 2026. Este tipo de retrasos subraya la disparidad en la respuesta empresarial y gubernamental.
Los daños al sector turístico, que es el motor económico de la ciudad, son especialmente graves. A dos años del desastre, aún se observan más de 20 inmuebles destruidos a lo largo de la Costera, incluyendo hoteles de gran turismo, oficinas gubernamentales y otros negocios comerciales. La falta de rehabilitación, especialmente de inmuebles con relevancia laboral y económica como el hotel Acapulco Dream, que representaba más de 3 mil empleos, resalta la lenta recuperación del empleo en la ciudad.
Mientras el gobierno ha concentrado sus esfuerzos en las áreas urbanas más visibles, como la Costera y la zona Diamante, las comunidades rurales, como Cacahuatepec, han quedado al margen de los programas de reconstrucción oficiales. Este desajuste ha puesto en evidencia una carencia de políticas públicas integrales que atiendan tanto la reconstrucción urbana como rural. Sin embargo, la autogestión de los pobladores de Cacahuatepec, quienes han logrado reconstruir sus comunidades gracias al apoyo de donantes internacionales y organizaciones sociales, muestra el poder de la cooperación comunitaria cuando se enfrenta la desatención estatal.
Factores que Obstaculizan la Reconstrucción
A nivel gubernamental, el anuncio de un programa integral para la reconstrucción, con una inversión de 8 mil millones de pesos, incluye planes para mejorar los sistemas de agua potable, saneamiento y seguridad. Sin embargo, la red de agua tiene más de 50 años y presenta numerosas fugas, lo que indica que las soluciones propuestas pueden no ser suficientes para resolver los problemas estructurales que aquejan a la ciudad. Además, la infraestructura vial y la creación de un sistema de alerta ciclónica, aunque necesarias, no son suficientes para abordar los retos más profundos relacionados con la resiliencia urbana y la seguridad de los habitantes.
Otro desafío clave es la falta de un plan eficaz para el reordenamiento de la economía informal, que sigue dominada por las bandas delincuenciales. A pesar de los esfuerzos por modernizar la infraestructura y la seguridad en las zonas urbanas, la economía informal no solo representa un obstáculo para la reactivación económica de Acapulco, sino que también fomenta un entorno de inseguridad que dificulta la inversión y el crecimiento sostenido en la región.
La identificación de más de dos mil 300 viviendas en zonas de alto riesgo pone de manifiesto la fragilidad de la reconstrucción desde un enfoque de seguridad y protección civil. Con más de cinco mil familias en situación vulnerable, las colonias como Manantiales, La Libertad, El Quemado y Loma Bonita requieren atención urgente para mitigar los riesgos de desastres futuros. Aquí se destacan las deficiencias en la implementación de políticas de prevención, así como la falta de un marco normativo que garantice la seguridad estructural en áreas de alta vulnerabilidad.
A pesar de los avances en ciertas áreas de la reconstrucción, la situación de Acapulco muestra claramente la desigualdad en la respuesta ante la tragedia. La falta de un enfoque integral que combine la recuperación física con el bienestar social y económico sigue siendo uno de los principales obstáculos. La reconstrucción no puede limitarse solo a la infraestructura; debe ser un proceso que aborde la desigualdad social, el fortalecimiento de la protección civil y una planificación urbana que prevea los riesgos futuros.
La situación de Acapulco sigue siendo un claro ejemplo de cómo los esfuerzos gubernamentales y privados no siempre se alinean con las necesidades reales de la población. Mientras tanto, la comunidad internacional y las autogestiones comunitarias siguen jugando un papel crucial en las áreas más abandonadas, demostrando que la recuperación efectiva requiere no solo recursos, sino también un enfoque participativo y sostenible que ponga a las personas en el centro del proceso de reconstrucción.
La devastación provocada por el huracán Otis en octubre de 2023 dejó al descubierto la alta vulnerabilidad estructural, social y ambiental de Acapulco frente a lluvias intensas y huracanes.
La lentitud en la rehabilitación de viviendas, la insuficiencia de apoyos gubernamentales y la exposición constante al cambio climático mantienen a la ciudad en un estado de riesgo latente
Más allá de la emergencia puntual, Acapulco necesita una transformación profunda en su planificación urbana y en sus sistemas de prevención para enfrentar futuros embates naturales con mayor resiliencia.


