La lucha rumbo a 2027 no se define aún por propuestas ni proyectos de gobierno, sino por la confrontación abierta de cacicazgos que se resisten a desaparecer en Guerrero, un estado marcado por estructuras políticas verticales y redes clientelares arraigadas durante décadas.
El riesgo político para Morena está caracterizado por tres factores: Una competencia interna sin control; La fragmentación con sus aliados; y la resistencia de caciques históricos lo cual puede desembocar en un escenario de desgaste, debilitamiento y posible fisura electoral.
A más de un año de distancia, la disputa interna por la gubernatura de Guerrero dentro de Morena no solo se ha acelerado: se ha convertido en un choque directo entre cacicazgos políticos que buscan preservar o ampliar su poder. La proliferación de aspirantes, el uso anticipado de encuestas y la ruptura de alianzas locales con el PT y el PVEM configuran un escenario que desdibuja la unidad oficialista y amenaza con desgastar la intención del voto a su favor.
Aunque la legislación electoral sanciona las campañas anticipadas, la competencia interna opera ya a plena luz, alimentada por encuestas y por la disputa entre grupos políticos históricamente dominantes en el estado. No se trata únicamente de un fenómeno local: tres aristas de alcance nacional influyen decisivamente en la contienda: 1. La ley antinepotismo, que impediría la sucesión de familiares inmediatos en cargos de elección popular. 2. La intención de suprimir diputaciones plurinominales, que afecta directamente los espacios de negociación política. 3. La propuesta de cancelar el financiamiento público a los partidos, que modificaría las reglas del juego para organizaciones con estructuras precarias en lo local.
La lista de interesados es extensa: 24 aspirantes dentro de Morena y aliados (siete mujeres y diecisiete hombres), entre los cuales figuran senadores, diputados, alcaldesas, ex funcionarios y un empresario. La oposición, por su parte, apenas perfila dos nombres.
Pese a la diversidad, la contienda se encuentra claramente dominada por los cacicazgos históricos, y en primer término por Félix Salgado Macedonio, quien encabeza las preferencias a pesar de sus múltiples controversias. Su influencia —política, territorial y simbólica— continúa siendo determinante en Guerrero.
Salgado Macedonio busca, por cuarta vez, la gubernatura. Su trayectoria reciente está marcada por:
la disputa interna de 2021 con Pablo Amílcar Sandoval. La imposibilidad de competir entonces por las acusaciones de agresiones sexuales. La decisión del partido de postular a su hija, Evelyn Salgado, para garantizar la continuidad de su grupo.
Aunque públicamente aseguró alinearse con la propuesta de Claudia Sheinbaum a favor de la ley antinepotismo, operó junto a otros senadores para posponer la reforma hasta 2030, un movimiento interpretado como un intento claro de preservar su margen de maniobra.
Para amplios sectores de Guerrero, Evelyn Salgado gobierna como figura sustituta, y su gestión es vista como una extensión del cacicazgo familiar. Esta percepción vuelve inevitable que la candidatura de 2027 sea leída como el capítulo más reciente de una disputa dinástica.
Pero la fortaleza del cacicazgo salguista ha provocado reacciones internas. Entre ellas destacan:
Beatriz Mojica Morga, que busca por tercera vez la candidatura. Su discurso de unidad no esconde su creciente activismo y los resultados recientes de al menos tres encuestas que la colocan por encima de Salgado Macedonio.
Estela Damián Peralta, vinculada al círculo de Claudia Sheinbaum, que mantiene una presencia sostenida en redes y territorio. Su cercanía con el gobierno federal la posiciona como una posible carta presidencial, lo cual introduce una tensión adicional en el equilibrio interno del partido.
Otros aspirantes tradicionales del morenismo guerrerense como Pablo Amílcar Sandoval, Jacinto González, Iván Hernández Díaz, Rubén Cayetano o Arturo Martínez Núñez, que representan pequeños feudos territoriales y tribus internas, pero sin romper por completo la estructura dominada por Salgado.
La incorporación al proceso de personajes como Sofío Ramírez, recién afiliado a Morena tras abandonar la dirigencia del PRI en Acapulco, ha generado un rechazo visible. Su cercanía histórica con Ángel Aguirre reaviva viejas fracturas y sintetiza las tensiones entre cacicazgos de viejo cuño que ahora buscan reinsertarse bajo la sigla guinda.
Otros perfiles, como Guadalupe Eguiluz, construyen estructuras locales como el “Plan G”, réplica del estilo político de López Obrador, mientras su familia mantiene controles en Tlalchapa.
En el mismo sentido, Norma Otilia Hernández, ex alcaldesa de Chilpancingo, intenta recomponer su imagen tras el escándalo de su reunión con un presunto líder criminal.
La ruptura de la alianza local complica el panorama. El PVEM ha decidido fortalecer figuras propias, particularmente Karen Castrejón, quien fue “destapada” como la carta fuerte del partido ante su militancia en Acapulco. Esto supone un choque directo con el grupo de Salgado Macedonio, que históricamente ha controlado las decisiones estratégicas de la coalición.
En el PRI, el único aspirante visible es Manuel Añorve, quien buscaría por cuarta vez la gubernatura, intentando revivir un cacicazgo que ha perdido terreno, estructura y liderazgos.
Por fuera de los partidos, el empresario Pedro Segura Valladares, con antecedentes recientes de detención por presunto lavado de dinero —de la cual fue liberado por falta de pruebas—, intenta abrirse paso sin aparato político real.
En Guerrero, la gubernatura de 2027 no se juega aún en las urnas: se está disputando en los territorios donde los caciques, viejos y nuevos, miden su fuerza para imponer su dominio.
