En efecto, no todos los incrementos salariales son para festinarse. Puede tratarse de aumentos que no signifiquen nada en términos reales. Pueden ser el pretexto para incrementar los precios de los satisfactores y una causa, por eso mismo, de problemas relacionados con la inflación galopante. Pueden ser acciones cosméticas para legitimar en parte lo que se ha perdido con acciones negativas por parte de los gobiernos. Así que es necesario tener cuidado cuando se trata de valorar alzas salariales.
Con estas salvedades, podemos referirnos a la reciente decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum de modificar al alza los salarios mínimos, que ahora estarán, en promedio, por encima de los 9 mil pesos mensuales. Esta acción se ha llevado a cabo con el consentimiento del sector privado mexicano, a través de sus representaciones más reales, que han decidido apoyar la medida. El visto bueno empresarial se ha logrado después de que los integrantes del sector privado revisaron los márgenes de las empresas para mejorar las percepciones de sus trabajadores.
Los empresarios mexicanos han comenzado a entender que una mejor derrama de ingresos es un ingrediente para una mejor demanda de bienes y servicios. Quienes reciben mejores ingresos son, por supuesto, mejores compradores y más compradores se traducen en mejores posibilidades para la inversión. Esta relación de causa-efecto es uno de los principios centrales para lograr una mayor y mejor evolución económica: a nadie le sirven, económicamente, los mexicanos siempre al borde de la sobrevivencia. Los salarios tienen, siempre han tenido, el efecto multiplicador más confiable.
La decisión presidencial tiene varias implicaciones. En primer lugar, confirma la existencia de un sector empresarial no solamente comprometido con un mejor nivel de vida en general, sino que muy atento a sus propias conveniencias más allá de las ganancias fáciles e inmediatas. Hay, por fortuna, un empresariado que tiene una mayor amplitud en sus perspectivas.
En segundo lugar, que el compromiso de la 4T se mantiene en cuanto a construir una comunidad mexicana más equitativa. Uno de los talones de Aquiles de la administración nacional ha sido el de los bajos salarios que, como ya se dijo, además de ser un factor de inequidad, han sido un serio obstáculo para tener un mercado consistente y eficaz para el crecimiento del Producto Interno Bruto.
En tercer lugar, se manifiesta una política progresiva del Estado mexicano. Es una política de Estado, porque ha ido más allá de los proyectos sexenales. Cabe reiterar que desde 2018 se ofreció a los mexicanos una mejora de los salarios mínimos y el cumplimiento de aquella oferta ha sido indudable. También es necesario tener claro que una política progresiva para los salarios mínimos sirve de fuerza de tracción para todos los niveles salariales en el país.
Para nadie es un secreto que las rentabilidades en las empresas que operan en el país se hayan mantenido como altas y, en ese orden, hay un margen amplio para mejorar los ingresos de la clase trabajadora sin arriesgar una razonable rentabilidad para las empresas.
Por eso mismo, la política salarial progresiva, además de ser necesaria y urgente, es viable. Los empresarios lo aceptan, los trabajadores lo reconocen y el gobierno lo promueve. Como se quiera ver, es un avance aun cuando lo que queda por hacer es bastante.
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