La realidad es ominosa. La guerra geopolítica nos tiene ante opciones inadmisibles. Trump cercando con su poderosa flota los mares venezolanos, asaltando embarcaciones de la manera más arrogante y criminal, en el otro extremo un dictador que hundió a su país en unos cuantos años, 8 millones de migrantes, miles de perseguidos, torturados, una economía quebrada, cualquier opinión distinta acallada con disparos, secuestros, desapariciones incluso de dirigentes muy conocidos del Partido Comunista , un ejército corrompido , una boliburguesía con acumulación de poder , de capital sin precedentes.
Una guerra genocida en Gaza sin el menor escrúpulo.
La invasión a Ucrania parece ir derecho una “pax” trumpiana putinesca, el reparto del “pastel” que avergonzaría Stalin, Churchill, De Gaulle y Roosevelt. Guerras, rebeliones, masacres, miseria en Angola, Etiopía y demás.
Siria en eterna incertidumbre social, con atropellos todos los días.
Rebeliones sin rumbo en Nepal, Bangladesh y otras regiones de la antigua cultura de la India.
Matanzas en Indochina, en Indonesia e incluso en la aburrida Australia.
Un vuelco impresionante en medio continente de Sudamérica, el triunfo doloroso de la derecha pinochetista en Chile.
¿Puede explicarse con la simpleza de la segunda mitad del siglo XX? Es la expansión imperialista y por lo tanto hay que ponerse del lado opuesto a Trump y sus tropelías.
Es hasta un tanto imbécil plantear la pregunta: ¿Apoyas la intervención o incluso la invasión de los Estados Unidos a Venezuela?
Infernales disyuntivas nos agobian en todo el planeta.
Como México no hay dos, somos el país más democrático del mundo, acabamos con la oligarquía, nos combate la derecha mundial y los que perdieron privilegios, dice la presidenta Sheinbaum ante las evidencias de la insólita corrupción cotidiana de los más destacados integrantes de su gobierno, su partido y todo su movimiento de la cuarta transformación.
El sello de la campaña de tipo Goebbels de la presidenta Sheinbaum, es su imagen de Chava rebelde del Consejo Estudiantil Universitario de 1986.
El adefesio de grupos, pandillas, tribus, es un muégano pegado por el único interés de eternizarse en el poder. No hay política alguna de diseño de un país. Las pugnas cada vez más escandalosas entre los integrantes de la corte de los milagros, no ocurre ante opciones de identidades programáticas. Todo es una reyerta vulgar por los huesos, la lana, la impunidad y la intolerancia.
Por el lado que se quiera ver es un proceso decadente.
Ante ese panorama de putrefacción, suena un tanto candoroso pensar que se puede presentar un colapso de la pandilla dominante.
Algo saben sus propagandistas, sus patéticos “intelectuales”, sus censores y toda la caterva de abyectos cortesanos, que están muy obsesionados en aparentar ser los promotores del cambio.
Fraudes inmensos, persecución judicial a sus críticos, uso de todo el poder estatal para simular “autocríticas”, “debates”, todo lo que sea posible para sostenerse en el poder, aunque no se tenga ningún rumbo.
No somos iguales, primero los pobres, somos víctimas de una conjura de las fuerzas más retrógradas y de enemigos de la patria.
En ese escenario tan siniestro, no se debe perder la confianza que no son invencibles.
