Más allá de la singularidad de su obra poética, Sor Juana es símbolo del empoderamiento femenino, aun contra la hostilidad masculina que,

en pleno siglo XXI, siguen enfrentando las mujeres

 

 

Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillán (1648-1695) pensaba igual que su madre: no estaba hecha para el matrimonio. Fue esta convicción la que le hizo ingresar a un convento de carmelitas descalzas. Ahí descubrió que lo suyo tampoco era la vida monacal.

Si se mudó al convento de San Jerónimo y tuvo que hacerla de monja -hasta le cambiaron el nombre por el de Sor Juana Inés de la Cruz-, fue porque aquí sí le permitieron estudiar, reflexionar y escribir. Eso era lo suyo. La autorizaron, incluso, a conservar sus libros e instrumentos de música y sus aparatos de medición. Vivió enclaustrada 27 años, estudiando teología, matemáticas, astronomía y música. Pero, sobre todo, jugando con el lenguaje.

Quienes han analizado la obra de esta poetisa novohispana, cuyo rostro encontramos hoy día en los billetes de cien pesos, coinciden en señalar que sus sonetos, redondillas, sainetes, villancicos y autos sacramentales renovaron la poesía barroca y la convirtieron en pionera del teatro novohispano, donde reflejó el mestizaje mejor que nadie.

Su trabajo constituye “una de las voces más altas de la lírica hispanoamericana”. Aunque ubicada dentro del culteranismo de Luis de Góngora, “su obra posee innegable singularidad”, escribió Octavio Paz en Las trampas de la fe, el profuso ensayo que le dedicó.

Pero, tan importante como su obra, fue su lucha por revindicar el derecho de las mujeres a estudiar. Con tono desafiante, el más célebre de sus poemas –Primero sueño-, hizo coincidir las ideas de Aristóteles, Cicerón y Seneca y se adelantó a la ilustración. El ser humano resulta insignificante ante el insondable universo, concluye. Sólo el conocimiento podría iluminarnos. Y este conocimiento, por cierto, no está reservado a los varones.

Rodeada de curas fanatizados y sacerdotes convencidos de que las mujeres eran inferiores a los varones, Sor Juana elogió estratégicamente a los virreyes y virreinas (incluso se le atribuyen amoríos con una de ellas), de tal modo que consiguió su protección y su apoyo.

Ante el manto protector de estos personajes, era poco lo que podían hacer en su contra su confesor, el arzobispo de México, y el obispo de Puebla, sus más encarnizados enemigos.

Apenas se marcharon a España sus protectores, sin embargo, los clérigos arremetieron contra ella. No sólo la obligaron a deshacerse de sus libros, instrumentos de música y aparatos de medición, sino que le exigieron que redactara una carta donde pidiera perdón por su soberbia -ahí se confesó “la peor de todas”- y le ordenaron que dejara de escribir. Poco después de que lo hiciera, sobrevino en México una epidemia de cólera que la mató.

Para aproximarnos a ella, más que sus comedias de enredos como Amor es más laberinto o Los empeños de una casa, habría que leer la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, donde Sor Juana responde a las críticas que le hizo de manera anónima el obispo de Puebla, reprochándole que dedicara tanto tiempo a “saberes mundanos”. Para el clérigo, las mujeres debían criar hijos y dedicarse al hogar. Ella hace en esta carta un repaso de su vida y, de manera ingeniosísima, expresó su desconcierto ante tanta estupidez:

“Porque veo a una Débora, dando leyes, así en lo militar como en lo político, y gobernando el pueblo donde había tantos varones doctos. Veo una sapientísima reina de Sabá… veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigaíl; otras de persuasión, como Ester; otras de piedad, como Rahab; otras de perseveración, como Ana, madre de Samuel”. ¿Acaso Atenea, diosa de la sabiduría entre los griegos, no era mujer?

Sor Juana es hoy modelo para escritores y escritoras de México, pero, más aún, símbolo del feminismo contemporáneo que, de acuerdo con la Fawcet Society, implica estar convencido de que hombres y mujeres deben ser iguales ante la ley y gozar de las mismas oportunidades. Bajo esta definición yo soy un feminista convencido. ¿Usted también?