La mayoría gana menos de 4 mil pesos al mes

Magdalena Galindo

El pasado primero de mayo, así como en los días anteriores y en los siguientes, se han hecho notorias la ira y la desesperación de los trabajadores mexicanos. No es para menos. También por estos días, se publicó una nota que, con un poco de sensibilidad y de imaginación, resulta escalofriante. “Más de la mitad de los trabajadores gana menos de 4 mil pesos al mes: INEGI”, cabeceaba La Jornada. En el texto de la escueta nota, de unos cuantos renglones, se informaba más precisamente que de los 40 millones 203 mil 851 personas que constituyen la población ocupada, 27 millones 975 mil, o sea, el 58 por ciento de los trabajadores, gana menos de dos salarios mínimos, es decir, 129.5 pesos al día o lo que es lo mismo, 3 mil 900 pesos al mes.

Eso quiere decir que el 58 por ciento de los trabajadores mexicanos recibe menos de dos dólares al día, que es el nivel que internacionalmente se considera como la línea de pobreza. Y conste que no estamos hablando de los desempleados, sino de quienes se ubican entre la población ocupada, es decir, de quienes cuentan con un ingreso y alguna forma de empleo, aunque sea informal.

Ya me he referido en este mismo espacio a que una de las estrategias de los capitalistas del mundo para enfrentar la crisis económica, que se inicia en los años setenta del siglo XX, fue lanzar una ofensiva contra los trabajadores, para bajar los costos a través de disminuir los salarios reales y de eliminar las prestaciones conseguidas por los trabajadores a través de dolorosas luchas desplegadas en el siglo XX. Si esa ofensiva se ha escenificado en el mundo en su conjunto, hay que decir que en el caso de México ha sido particularmente exitosa y despiadada. Para empezar, desde que se establecieron, allá por 1977, los topes salariales, esto es, que los aumentos a los salarios siempre son en un porcentaje menor a los aumentos en los precios, los salarios reales, es decir no los nominales, sino los que registran lo que realmente puede comprar el trabajador con su ingreso, han disminuido todos los años, con excepción de uno en el sexenio de Salinas y otros dos en el sexenio de Fox.

Si el descenso de los salarios es el terreno más importante de la ofensiva contra los trabajadores, otra de las líneas fue el asalto a las pensiones, pues con las modificaciones a las leyes del IMSS y del ISSSTE, se aumentó la edad y el número de años trabajados para recibirlas, pero sobre todo se eliminó el carácter vitalicio de las pensiones y al privatizar su manejo e individualizar las cuentas, así como al permitir la colocación en Bolsa de los fondos, los patrones cumplieron varios objetivos. En primer lugar, que el trabajador sólo cuente con una cantidad determinada para su pensión, de modo que ésta se le paga hasta que se acabe el fondo. Además, los capitalistas consiguieron apropiarse de los fondos de pensiones para financiar sus empresas por medio de la Bolsa de Valores.

La otra gran línea de la ofensiva contra los trabajadores fue la reforma laboral recientemente aprobada, con la que los capitalistas, a través de las formas de contratación aprobadas, convierten en temporaleros a los trabajadores, lo que quiere decir que pueden eliminar las prestaciones, así como despedir a los trabajadores sin tener que pagar indemnización, pues ya no se trata de un despido sino de la terminación del contrato por tiempo o por obra determinada.

Esas tres grandes líneas estratégicas de la ofensiva contra los trabajadores han sido particularmente exitosas y el resultado es que los empresarios mexicanos han conseguido aumentar las exportaciones, gracias a una mayor competitividad de la economía mexicana que está basada única y exclusivamente en la baratura de la fuerza de trabajo.  Y en efecto esa baratura es tal, que el 58 por ciento de los trabajadores gana hoy menos de 4 mil pesos al mes. Sólo puede esperarse que la ira y la desesperación de los trabajadores aumente.