Los españoles barren con los socialistas

Tras la fase más aguda de la crisis, algunos sectores de la economía

han vuelto con frenesí a la especulación ilimitada.

Benedicto XVI


Regino Díaz Redondo

Madrid. La contundente e indiscutible derrota del Partido Socialista Obrero Español en las elecciones del pasado domingo con una diferencia de votos de más de dos millones debajo de los populares (de 8.2 a 6.1) en 13 de las 17 comunidades autónomas y en ocho mil municipios del país es el resultado del hartazgo de la gente con el neosocialismo que no supo nunca manejar la crisis económica; dudó, mintió, dobló las manos a las órdenes del FMI, las agencias de rating y la manipulación de los grandes bancos y las transnacionales.

Pero ni a ellos se les puede echar totalmente la culpa. El presidente del Gobierno actuó tarde, no tuvo aliados, la derecha lo vapuleó a su antojo, los mercados fijaron su hoja de ruta y echó por tierra una ideología respetable fundada por Pablo Iglesias en 1879 sentado en una humilde  taberna madrileña.

Es la peor derrota sufrida por el socialismo desde 1979. El partido en el poder siempre eludió autoproclamarse de izquierda, permitió arrumbar la ley de la memoria histórica, mantuvo la nueva forma de concordato con la Iglesia y la dotó de miles de millones de euros. Se agachó y pese a las cachetadas recibidas fue condescendiente ante la sublevación verbal del clero en las calles y en el púlpito.

El enfoque de sus decisiones, salvo en asuntos muy concretos y loables, se tradujo en beneficios para los bancos, causantes del desbarajuste financiero, buscó refugio en las grandes empresas y éstas le dieron atole con el dedo. Permitió que la sociedad dominante tuviera ingresos desmedidos y se conmovió —¡qué candor!— cuando alguna empresa se quejó de haber ganado en un año menos de 2 mil millones de euros.

La gente, un sinfín de trabajadores, la clase media, votó contra una ideología que desdibuja su perfil, niega sus orígenes y mantiene su soberbia aunque tenga rota su espina dorsal.

Sin embargo, siempre hay un pero. Es decir, de la derrota surge habitualmente una reivindicación.

Algo se ilumina y a esa pequeña luz se acercan los pueblos que siempre han tenido el vigor estructural y el espíritu de lucha.

Se llama Democracia Real Ya que los políticos y muchos medios redujeron a Mayo-15 por el día en que la juventud se plantó en la Puerta del Sol y, a rajatabla, con inteligencia y dolor, parió una protesta que ya alcanza a centenas de ciudades en Europa, América, Asia y Africa.

La esperanza crece al lado del feroz neoliberalismo que invade y fija directrices en Europa. Los conservadores españoles forman ya parte de la casi totalidad de los gobiernos de ese signo en el continente y otras partes lejanas a nuestro entorno.

Yo diría que la euforia de los neo-com equivale a la lucidez que exhibe un moribundo antes de fallecer.

Porque el simún, viento abrasador que nos llega de los desiertos de Africa y los países árabes, acaba de entrar en Europa por la puerta más próxima: España.

 

La Unión Europea, en alerta

El malestar aumenta y lo ocurrido aquí no es un hecho aislado. Es el reflejo de políticas económicas mundiales que nunca cumplieron con su deber y que aplastaron, y aún lo hacen en muchos lugares, los intentos por lograr mayor igualdad, respeto, equilibrio social y libertad.

Los comicios españoles han puesto en alerta a la Unión Europea y socios extracomunitarios. Se esperaba un triunfo moderado de las ideologías con raíces en la dictadura pero no fue así. La derecha destrozó, hundió lo poco que queda ya de una democracia sin perfiles.

El principal referente de la protesta en estos momentos no son los ultras de siempre, aunque hayan aprovechado la ocasión, sino las nuevas generaciones ajenas a los tradicionalistas de uno y otro lado que ya exigen un cambio del sistema caduco.

Las generaciones, insisto, comenzaron a construir el camino nuevo de la igualdad. El M-15 español ya es internacional. Tiene cavada la fosa del actual ciclo social y da los últimos toques al féretro donde será enterrada la miseria humana.

Principia así el fin de un estatus creado después de la Segunda Guerra Mundial y que se desploma inevitablemente para caer en el abismo.

En el Parlamento Europeo ya se mueven fichas para analizar este fenómeno. Las naciones líderes han tomado nota. Buscan paliativos o justificantes que minimicen la encomiable respuesta de las clases medias.

Esta vez los españoles han abierto las compuertas al aire fresco y vivificador. Como en los años 30 del siglo pasado, intentan fundar un mundo mejor y auténticamente democrático. Una democracia que de tanto usarla ha perdido su esencia y su significado.

La izquierda se volvió chueca, la derecha siempre lo fue. El socialismo subió al cadalso y espera que le corten la cabeza. Los conservadores, aunque no lo crean, esperan turno. También les tocará ponerse a disposición de la guillotina. Sin remedio.

Un vientecillo de oxígeno nace en la Puerta del Sol y se convertirá en un ciclón.

Sería demasiado obvio relatar aquí todo lo ocurrido el pasado 22 porque los medios de comunicación lo difundieron ya ampliamente. Sólo permítaseme apuntar algunos detalles que demuestran la gravedad del enfermo:

 

Algo anda mal en palacio

El Partido Socialista Obrero Español perdió en frentes concretos que ratifican su enfermedad terminal: en Castilla la Mancha, Sevilla, Barcelona, Zaragoza, Valencia, tierra del imputado Francisco Camps, que ganó por una abrumadora mayoría pese a que sobre él cuelgan acusaciones de mal manejo de dineros en la trama Gürtel.

En Andalucía todas las ocho capitales, antes bastiones de socialistas y de Izquierda Unida, se decantaron por los populares.

Y en el País Vasco surge una fuerza impresionante: Bildu, cuestionada, sin haberse podido comprobar, “porque tiene alianzas con ETA y su brazo armado”. En Madrid capital y en la Comunidad arrasaron Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre, ésta última ultra del Partido Popular y buena manipuladora. Pero no importa. No fue el Popular el que ganó ni el Obrero Español el que perdió. Fueron los ciudadanos los que les dieron la espalda.

Ya se sabe que cuando hay que poner el hombro la derecha —que no tarda en quedar en desuso— echó toda la carne al asador. Por el contrario, los de izquierda —palabra que ya tiene un tufo oscurantista— hicieron lo de siempre: se abstuvieron de votar o lo hicieron en blanco.

¡Estos progresistas mentirosillos!

Los datos dan una idea de que algo anda mal en palacio. Hubo 300 mil votos anulados y más de 100 mil en blanco. Imagínense las lindezas que se escribieron en estos votos desechados.

Por primera vez, Convergencia i Unió gana la alcaldía de Barcelona, hasta ahora siempre en poder de los socialistas. La debacle es total. No hay paliativos que justifiquen o aminoren este vuelco político. La imagen del pasado domingo en la noche quedó clavada en la retina de la gente. La sede de los socialistas estaba desierta, sin alumbrado, una fachada triste y unos coches negros, dos o tres en la puerta. Del otro lado, los populares, cientos y cientos abarrotaron la calle de Génova, protagonizaron un mitin alegórico donde las expresiones de júbilo se sucedieron y suceden aún ahora para festejar su inobjetable triunfo.

 

Dichos y pancartas

Las siguientes declaraciones dan idea de lo que pasó y pasará en las semanas y meses posteriores:

Jose Luis Rodríguez Zapatero: “Hemos perdido claramente. Nos han castigado en las urnas. No convocaré a elecciones anticipadas”.

Ana Mato, del Popular: “Comienza una nueva etapa política. Nuestro proyecto fue aprobado…”.

Déjenme reproducir algunas de las pancartas que aún se mantienen en las principales plazas españolas:

“Cría ricos y pagarás sus crisis… si no tenemos sueños, seremos pesadillas… pueblo manso, buen esclavo… si no me dejáis soñar, no os dejaremos dormir… Madrid será la tumba del neoliberalismo… no pasarán… pienso, luego estorbo… no nos vamos… el mayo de 1968 florece en Madrid”.

Todas las mantas, todas, sin ningún logo de partido político o tendencia ideológica. Limpieza en los lugares donde realizan el plantón. La gente lleva comida y enseres. Todos, casi todos jóvenes y muchos mayores, con una sonrisa acogen a los curiosos y a los que se dan un paseo por las plazas. Se reparten churros con chocolate, tortillas de patatas, carnes, frutas. De vez en cuando una guitarra suena allá y acá. Emite canciones, saudades, nostalgias, chirridos de dolor.

¿Qué piden? Pues que no le sorprenda. He aquí sus anhelos:

Suprimir paraísos fiscales, aplicar la Tasa Tobin, (más impuestos a los que más ganan), abolir sueldos vitalicios (empezando por los que cobran los ex presidentes al servicio de transnacionales), independencia o menos dependencia del FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo y cambio en el sistema financiero internacional.

Además, clara división entre Iglesia y Estado, acceso a los medios de comunicación que deben ser más responsables y menos elitistas y no manipular las noticias, separación de poderes, menos gasto militar y recuperación de la memoria histórica. Lo que José María Aznar llama “quieren remover huesos…”.

También allá, no muy lejos, asoma la cabeza de un sindicalismo notable: Ignacio Fernández Toxo, secretario general de Comisiones Obreras ha sido nombrado presidente de la Confederación Sindical Europea y de inmediato declaró: “Si es necesario, iremos a una huelga general en todo el continente”.

La rebelión está en marcha. Que sea pacífica es tarea de todos porque “es la tinta la que debe correr no la sangre”.

Sí, en el campo minado por el predominio de la soberbia quedan aún algunos lugares donde la verdad y la justicia tienen que trabajar arduamente.

En sha Alá (ojalá).