DE MICROSCOPIO
En la celebración del Día Nacional de Cataluña
Puede discutirse el celibato de los curas.
Piero Parolin, secretario de Estado del Vaticano
Regino Díaz Redondo
Madrid.- En la celebración de la diada —Día Nacional de Cataluña, 11 de septiembre—, el iluminado Artur Mas se brincó las trancas. Alienta la secesión, se queda en casa y moviliza a centenares de miles de personas “para abandonar España” y lograr “la libertad que tanto anhelamos”. El presidente de la Generalitat sigue presionado y casi prisionero de Esquerra Republicana que fue la triunfadora y será la que, en un futuro, gobierne Cataluña.
El independentismo ha tomado las riendas en esa comunidad con la ilusión de que Madrid “nos roba desde hace mucho” y es el origen de todos los males que ocurren en aquella región.
Una barrera humana de 480 kilómetros se formó por todo el litoral catalán en una clara evidencia de la euforia que invade a la gente, movilizada con habilidad por los separatistas que insultaron a nuestro país. Son extremistas sin ninguna ideología.
De ninguna manera puede negarse que el paso a la independencia es apoyado por una mayoría, si usted quiere mínima, pero mayoría al fin y al cabo.
En una encuesta realizada por los medios de comunicación españoles, el 53% de los habitantes de Cataluña están a favor de separarse de España y convertirse en un país más de la Unión Europea. Una cosa es encuesta y otra votación.
La trascendencia que tuvo el acontecimiento es de una importancia vital. No cabe duda que desde este momento el asunto que avala el iluminado será uno de los tantos graves problemas que tiene el gobierno de Mariano Rajoy.
Miles en las calles
A la calle salieron alrededor de 800 mil personas, número que puede crecer y que se mueve entre el optimismo de la Generalitat que lo fija en un millón y medio pese a que el cálculo que realizaron las autoridades españolas se sitúa en unos quinientos mil.
Desgraciadamente, o por fortuna, Mas llegó a adoptar estas medidas de acendrado patriotismo regional porque le fueron negadas ciertas condiciones inaceptables por el Estado.
En meses anteriores, Mas expuso a Rajoy que aceptara “un pacto fiscal” porque “si no, Cataluña se movería hacia la independencia”.
Mal negociador, pésimo patriota (pide que se le condonen las deudas contraídas por su gobierno y el pasado y además que se le den los préstamos convenientes y necesarios para evitar la bancarrota catalana) el presidente regional ejerce una libertad que él niega. Pero la utiliza ¡y vaya si la ejerce! y la adultera.
Al parecer este individuo está dispuesto a inmolarse porque su bondadoso corazón y su pensamiento lo llevan a participar en primera línea, como buen general, en todo aquello que signifique romper España.
Será el adalid de las actuales y nuevas generaciones catalanas y pasará a la historia como el hombre que logró dar los primeros pasos para crear el sentimiento patriótico suficiente, porque no se vale que el gobierno español le haya negado miles de millones de euros para descansar tranquilo.
Don Artur es un neoliberal al servicio de las grandes empresas y de los intereses económicos superiores y encontró el filón para engañar a una parte de sus votantes, y hacerles creer que la lucha por la independencia es totalmente una inspiración ideológica construida sobre las bases de un nihilismo desorbitado.
Durante la transmisión televisiva del acontecimiento del 11 de septiembre, se vieron caras de jóvenes entusiasmados, felices, ajenos a los arreglos políticos y llenos de fervor patriótico, que demostraron la distancia que existe entre ellos y los políticos que organizaron los festejos.
El momento de presión lo puso un grupito de fascistas que irrumpió en la sede de la representación de la Generalitat en esta ciudad. Lanzaron gritos, dieron empellones, se arrebataron el micrófono y sembraron la inquietud durante veinte minutos. Estos individuos pertenecen a la ultraderecha española tan indeseable como cualquier extremismo sea de cualquier signo. En la tarde, fueron detenidos la mayoría y encarcelados para proceder contra ellos de acuerdo con la ley. Por lo demás, todo transcurrió en calma aquí y en Cataluña.
Camina el grito independentista sobre un frágil cable arriba de un inmenso abismo.
Es preciso dejar claro que el separatismo no es una canallada, pero tampoco una panacea. La complejidad del caso demuestra, al menos, que España se encuentra encadenada económicamente, corrupta en su cúpula, apabullada y desconocida en el exterior.
Por tal motivo, hay que reconocer que existen miles de individuos que desean cambiar su sueño por una realidad, quizá justa, pero que está siendo aprovechada por intereses oscuros, cuyos actos son anticonstitucionales y no cumplen con las exigencias que impone la ley en tanto ésta no se derogue.
A lo largo de 722 tramos y 86 municipios, los catalanes juntaron sus manos, el rostro exultante y la palabra fácil, para que en el 2014 se lance una convocatoria, plebiscito o como quiera llamársele, para saber si la mayoría de los ellos está o no en favor de la secesión. “España es un enfermo económico”.
Los acérrimos enemigos de la independencia catalana, derecha intransigente, intratable y nefasta, hicieron el juego a los fanáticos de la separación. Unos y otros no tienen cabida en la sociedad pensante y racional.
Al margen de que constitucionalmente podría detenerse el movimiento, evitarlo acarraría violencia y hasta un buen número de muertos. Necesario es buscar una fórmula que convenza a la gente de buena fe respalda un mejor entendimiento mutuo.
Las frases
Para ello, Rajoy y su ministro del Interior no son los más calificados para lograrlo. Por el contrario, Fernández Díaz me hace pensar en Carrero Blanco y Arias Navarro.
Su forma de resolver los conflictos se basa en la prohibición de lo que él considera ilícito. Para el ministro del Interior, casi todo es ilegal si no responde a la ideología posfascista. Con Fernández Díaz “hemos dado”, amigo Sancho.
Las frases y sentencias que aparecieron durante la celebración de la diada en Cataluña evidencia que los dos bandos, el españolista de derecha rácana, y los impresentables y detestables políticos de Convergencia que siempre ha sobrevivido moviéndose entre dos aguas y acercándose al sol que más calienta, están en polos opuestos.
Para ilustrarlo adornemos estas páginas con algunos pensamientos exabruptos que también se entrelazaron durante la jornada: “Hay que elegir entre Independencia o la desaparición de Cataluña”; “Por fin conseguiremos la libertad frente a los que nos roban”; “Cataluña encadenada”; “Regresamos a la tribu”; “La independencia es una tara de la que es muy difícil liberarse. Si queremos civilización tenemos que combatirla”; “Señor Rajoy, no puede quedarse cruzado de brazos”
(Se quemaron varias banderas de España y retratos del Rey en Barcelona)
“Sueño con celebrar una diada de todos”; Lo de siempre: “muera el rey”. Estoy en contra “del nacionalismo extremo, es una tara, hace estragos atroces”: Mario Vargas Llosa; “España es una anomalía histórica: Ferrán Mascarell; asesor de cultura de la Generalitat; “Está perdida en su propio laberinto”; “Es un modelo autoritario y jerárquico”.
Y cientos de expresiones más.
Mas se comparó con Martin Luther King: “I have a dream…”, y Vargas Llosa expresó durante un acto ajeno a este asunto que el separatismo nunca ha dado resultados. Para apoyar su tesis se refirió a lo ocurrido no hace mucho en Alemania y en Japón, en diversas épocas.
A propósito de Alemania, digamos que el enfrentamiento secesionista puede compararse con lo que reclama la canciller Ángela Merkel: me pagas lo que debes, haces ajustes, recortas en sanidad y educación, rebajas salarios, jubilas con la menor pensión posible a maestros y te deshaces de científicos o te convierto en colonia.
Mas, Oriol Junqueras y Carme Forcadell, presidenta de la Asamblea Nacional de Cataluña, son un triunvirato convenenciero, que pudo haber participado en las Guerras Púnicas, ser los apóstoles de la Inquisición o los protagonistas de la Guerra de las Estrellas.