Joaquín Pérez Sánchez

Sin sorpresa, o quizá sí, los alemanes acudieron a las urnas y mayoritariamente apoyaron un tercer mandato de la canciller Angela Merkel, quién alcanza una votación abrumadora. Sus aliados liberales y los euroescépticos fueron rechazados por los votantes, por lo que la mujer más poderosa del mundo, deberá gobernar con una coalición, probablemente socialdemócrata y con la izquierda como oposición.

Al cierre de este material, la Unión Cristiano Demócrata (CDU)  y su aliado bávaro, la Unión Cristiano Social (CSU), obtenían 41.5 por ciento de los votos y casi alcanzaban la mayoría absoluta en el parlamento alemán (Bundestag). La cifra es histórica, ya que es el mejor resultado de esa coalición política conservadora en 20 años.

Sin embargo, la canciller perdió en la batalla a sus socios del Partido Liberal Democrático (FDP), quienes sufrieron el peor descalabro de su historia, menos del cinco por ciento necesario para entrar al Parlamento. Otros que no podrán acceder al Bundestag, son los representantes de la nueva organización política, Alternativa para Alemania (AfD) conocidos como los euroescépticos y ubicados ideológicamente en la ultraderecha, quienes tampoco alcanzaron el cinco por ciento de los votos.

La prensa europea, que en algunas ocasiones criticó las duras políticas de austeridad impuestas por Alemania, ahora se rindió ante la canciller y reconoció su popularidad. De hecho, Merkel es la única líder de Europa a la que la crisis no le pasó factura, por el contrario, alcanzó su mejor votación en la historia.

Desde hace unas semanas, los medios y analistas hacían proyecciones sobre los posibles escenarios tras la elección germana, pero ninguno consideraba que la canciller obtuviera tantos votos. No obstante, nadie duda que pocas cosas cambiarán, tanto en el terreno interno, como en el externo. Es decir, las políticas de austeridad, de riguroso control fiscal, las reformas tendientes al desmantelamiento del llamado “Estado de bienestar”, seguirán.

Ante las cámaras y los medios, al celebrar su victoria, la canciller expresó: “juntos haremos todo para que los siguientes cuatro años sean de éxito para Alemania”. Por ello votaron los alemanes, ya que, a pesar de la crisis, a ellos no les ha ido tan mal, el desempleo es bajo, y aunque se han perdido prestaciones y los sueldos son menores, no hay recesión, la economía está estable y comparado con los vecinos, pues simplemente no hay nada qué hacer. Por eso la mayoría alemana consideró que bien valen la pena cuatro años más.

Malas noticias para los países “víctimas” de estas políticas, sobre todo los despectivamente llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España) a los cuales habrá que sumarle, quizá con matices a Italia y Francia. La canciller lo expresó claramente en su debate previo a las elecciones: “solidaridad” sí con Europa, pero con “responsabilidad”.

Así que, al buen entendedor, pocas palabras, el modelo alemán seguirá su curso, trabajo duro, austeridad, disciplina y por supuesto, reformas que beneficien a la principal economía de Europa, si eso agudiza las contradicciones y genera una mayor crisis, en cuatro años lo descubriremos, por lo pronto el pueblo alemán votó y Merkel arrasó.