Economía Política
Reforma hacendaria
Magdalena Galindo
Ciertamente, la ley de ingresos aprobada la semana pasada en la Cámara de Diputados presenta algunas modificaciones importantes, pero en principio ya se le había restado, desde la propuesta original, el impuesto más agresivo contra las clases trabajadoras del país que era la tan anunciada incorporación del IVA a alimentos y medicinas, lo cual, como ya dijimos en estas páginas hay que agradecer a las multitudinarias movilizaciones de los maestros y otros sectores en las semanas previas.
Si bien se eliminó el aspecto más filoso de la llamada reforma hacendaria, hay otros rubros que vale la pena comentar; antes, sin embargo, hay que hacer notar que la discusión de la ley de ingresos ha dado lugar a una respuesta tan escandalosa como cínica, protagonizada por las cúpulas empresariales y el PAN.
Por supuesto que desde el principio los dueños del capital recibieron con desagrado la reforma fiscal, porque, contra lo que se había anunciado y ellos habían aplaudido, no recurría a la aplicación del IVA a alimentos y medicinas. En cambio, intentaba gravar las colegiaturas, así como las rentas de habitación, los intereses de hipotecas y la venta de inmuebles. Frente a esto, los empresarios y el PAN se vistieron de defensores de la clase media y se tiraron a fondo para que la Cámara lo rechazara.
Aquí hay que decir que el IVA a rentas era el único que afectaba a las clases trabajadoras, ya que es obvio que ellas carecen de vivienda propia y que el IVA en rentas significaba el aumento en el gasto mensual más importante, lo que a su vez implicaba que tendrían que compensar ese aumento con una reducción en el consumo de alimentos que es el rubro más significativo entre los trabajadores.
No sucede lo mismo con las colegiaturas, pues en su inmensa mayoría los hijos de los trabajadores acuden a escuelas públicas. Y ahí hay que decir que desde hace años las escuelas privadas están recibiendo un subsidio, a través del sistema de becas, pues bajo la línea de las políticas neoliberales, se ha escatimado el presupuesto a las instituciones de educación pública y, en cambio, se otorgan becas que sirven para pagar las colegiaturas a las escuelas privadas, con lo cual el Estado acaba subsidiándolas.
Los empresarios y el PAN también pusieron el grito en el cielo por el aumento a 35 por ciento del impuesto sobre la renta a las personas físicas y morales que perciban un ingreso mayor a 3 millones de pesos al año, lo que quiere decir arriba de 250 mil pesos mensuales.
En un país donde el 90 por ciento de la población vive con ingresos de 8 mil pesos mensuales para abajo, donde alrededor del 70 por ciento vive en la pobreza o la pobreza extrema, y sólo el 10 por ciento recibe ingresos de 8 mil pesos mensuales para arriba, resulta cínico que los ricos se molesten porque aumente unos puntos porcentuales el impuesto que tienen que pagar por sus altos ingresos.
También se atrevieron a protestar porque se les aplique un impuesto del 7 por ciento, las mineras canadienses que saquean el oro y la plata de nuestro país y que perciben utilidades de miles de millones de pesos, mientras pagan cantidades ínfimas al erario.
Y ya con lo que los empresarios y el PAN se rasgaron las vestiduras fue con el impuesto del 5 por ciento a los alimentos chatarra (botanas, dulces y refrescos). Y aquí sí de manera más que cínica argumentaron que el impuesto afecta, por ejemplo, a los albañiles que se desayunan con un refresco y unos nachos, cuando hace unas semanas se les podía oír insistiendo en que debía aplicarse el IVA a alimentos y medicinas porque eso no afectaba a los pobres, pues ellos gastan menos en alimentos que los ricos.
De veras que es de no creerse, que se atrevan a exhibirse de esa manera.