Joaquín Pérez Sánchez
La globalización y el desarrollo tecnológico en materia de comunicación, tratan de ser utilizados como argumento para justificar el espionaje masivo indiscriminado que las filtraciones del ex agente de inteligencia estadunidense Edward Snowden ha desnudado. El escándalo exige tal y como lo propone el propio Snowden, un debate abierto, donde la moral recupere la cordura.
Las revelaciones del ex consultor de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA por sus siglas en inglés), poco a poco han ido mostrando como las acciones “clandestinas” y el espionaje, tal y como se conocían después de la “Guerra Fría”, han cambiado y se han transformado en una práctica que raya en lo enfermizo.
Ante la imposibilidad de negar lo evidente, el gobierno de Estados Unidos ha intentado, desde diferentes niveles, justificar lo que es injustificable. Así, primero fue el mandatario Barack Obama quien defendió el actuar de su gobierno porque ayuda a “prevenir ataques terroristas” e incluso consideró que “no se puede tener cien por ciento de privacidad y cien por ciento de seguridad”.
Sin embargo, cada que se conoce cómo y a quién se espía, según las filtraciones, la seguridad y la lucha contra el terrorismo ya no alcanzan para defender esa tesis. De hecho, el Secretario de Estado del gobierno estadunidense, John Kerry, tuvo que reconocer públicamente que algunas de las cosas que han ocurrido “han llegado demasiado lejos y vamos a intentar asegurar que no ocurran en el futuro”. El funcionario también trató de justificar que algunas de esas “cosas” ocurrieron en automático “porque la tecnología existe y la capacidad está ahí”.
En cierto sentido, Kerry tiene razón la tecnología existe y la capacidad para realizar el espionaje también, pero el fundamento moral que lo debería impedir al estar garantizado por la ley también existe, sólo que ahora ya no se respeta.
En un escrito que el ex agente de inteligencia Snowden envió al semanario alemán Der Spiegel, éste consideró que la sociedad civil tiene que involucrarse más en la discusión inevitable sobre el trema ya que “tenemos la obligación moral de velar por que nuestras leyes y nuestros valores limiten los programas de vigilancia y protejan los derechos humanos”.
Y esto sólo podrá conseguirse “a través de un debate abierto, sin contemplaciones y enfocado en la materia”. Snowden tienen razón, la tecnología que posibilita el espionaje masivo no debe dominar la política, y ahora que se reconoce su existencia, requiere de una solución global, a través de un “debate abierto, sin contemplaciones y enfocado en la materia”. Corresponde a las sociedades exigirlo.