Necesidad insoslayable

Guillermo Ordorica

Es común la frase según la cual “hablar de política y religión es de mala educación”. Así es cuando se trata de la educación que se asocia con las buenas maneras. Otra cosa es la educación que combina armoniosamente fe y razón (fides et ratio), la cual se vincula con el conocimiento científico que ofrecen las universidades, en cuyas aulas hablar de política y religión “es el pan nuestro de cada día” y objeto de pormenorizado análisis.

El tema viene a colación a propósito de la revolución que está generando en el plano internacional el papa Francisco, con su innovadora forma de conducir los destinos de la Iglesia católica, que tanta inquietud causa en algunos círculos como expectativas en quienes creen que el trabajo eclesiástico tiene mucho que ver con la caridad, el apostolado a favor de los pobres y la búsqueda de mecanismos que atenúen diferencias sociales, acaben con prácticas discriminatorias y ofrezcan a todas las personas idénticas oportunidades de bienestar y progreso.

En México, la historia ofrece claro testimonio del papel desempeñado por religiosos comprometidos con la emancipación de aquéllos que sufren, cualquiera que sea la razón. Ciertamente, han sido mendicantes quienes tradicionalmente han denunciado injusticias y trabajado para cambiar el estado de cosas. Quienes postulan que hablar de política y religión es de mala educación, sostienen que este tipo de hombres y mujeres politizan la fe al confundir las jurisdicciones de Dios y del César.

A partir del siglo XVI, la incipiente Nueva España fue testigo de la incansable labor de religiosos que defendieron a los indígenas de los abusos de los conquistadores y se impusieron la pesada tarea de educar a los naturales de América y rescatar la memoria colectiva de los pueblos prehispánicos. Tal es el caso, en aquella generación de conquistadores conquistados, de personalidades como Bernardino de Sahagún, Toribio de Benavente Motolinia, Vasco de Quiroga, Diego Durán, Pedro de Gante y Alonso de la Veracruz, entre otros. Tres siglos después, también fueron religiosos comprometidos con el pueblo los que armaron la trifulca independentista a través de los padres Miguel Hidalgo, José María Morelos y Servando Teresa de Mier. Recientemente, los ejemplos se manifiestan en figuras a veces polémicas y otras emblemáticas, pero la mayoría de las veces anónimas, que en alejadas parroquias hacen su trabajo pastoral  con una genuina vocación de servicio.

¿Realmente es de mala educación hablar de política y religión? La respuesta la está dando el papa Francisco, con su particular visión del papel que debe cumplir la Iglesia católica en el nuevo siglo. En un mundo gobernado por intereses económicos que arropan una globalización cuyos contenidos son eminentemente selectivos y benéficos para los poseedores de los grandes capitales, hablar de política y religión es una necesidad insoslayable.

 

El autor es internacionalista.