Reforma energética

Magdalena Galindo

Finalmente, fue consumada la reforma energética propuesta por Enrique Peña Nieto. El hecho quedará registrado como uno de los más graves en la historia de México, en tanto significa la entrega a intereses privados, nacionales y sobre todo extranjeros, del petróleo y el gas, los recursos naturales más importantes del país, así como de la electricidad, el insumo más significativo, después del petróleo, de la economía nacional.  No es que los opositores a esta reforma padezcamos de una nostalgia por los años en que la Revolución Mexicana estaba forjando una nación, sino, al contrario de una visualización del futuro en el que, después de las numerosas reformas de las tres últimas décadas, el país ha sufrido una verdadera involución y cada vez tiene menos posibilidades de crecimiento económico y aun de vida independiente. Lo que hemos presenciado es una moderna forma de colonización en que incluso está en riesgo la existencia misma de la nación.

Los más recientes cambios no han causado sorpresa, porque se trata de un camino trazado por el gran capital financiero internacional para los países subdesarrollados. Desde hace varias décadas, cuando estalla la más profunda crisis que ha vivido el capitalismo en su historia y de la cual no ha podido reponerse hasta la fecha, las burguesías de los países hegemónicos, con Estados Unidos a la cabeza, llevaron adelante dos estrategias: una ofensiva contra los países subdesarrollados y una ofensiva contra los trabajadores, tanto de sus propios países, como de los países subdesarrollados.

La ofensiva contra los países subdesarrollados incluye desde la apertura de fronteras para el capital extranjero y sus mercancías, hasta la exigencia de privatizar todas las áreas de la economía, así como el despojo, en donde se dejan, de los recursos naturales, entre los que ocupan lugar estratégico los del subsuelo como algunos metales y, sobre todo, el petróleo. En cuanto a este último, ocupa un lugar tan importante que, también en las últimas décadas hemos presenciado guerras de invasión cuya causa real, evidente para el mundo, fue precisamente asegurar el aprovisionamiento de petróleo,

México fue el país en donde las privatizaciones alcanzaron mayor amplitud y se realizaron con más rapidez en el mundo.  También se distinguió  por la desaparición o la baja de aranceles y por la eliminación de todas las barreras a la entrada y salida del capital extranjero.

Naturalmente, el sometimiento a los intereses del gran capital financiero internacional tiene enormes consecuencias no sólo para conceptos que pueden parecer abstractos, como la soberanía nacional, sino para la vida cotidiana de los mexicanos, pues la descapitalización que sufre el país a manos del capital extranjero, está en la base de fenómenos como el deterioro del salario, la precarización del empleo, el aumento desmesurado de la economía informal, o la permanencia y agravamiento de la pobreza.