LA SOMBRA EN EL MU
Ante el derrumbe de las ideologías
Humberto Guzmán
No deja de asombrarme que, en el terreno político, sobran los que consideran vital verse ubicados en la izquierda. (PRI, PRD, universitarios, escritores, artistas, farándula del cine, teatro, etcétera.) Lo más asombroso es que nadie presume que es de derecha. Sin embargo, desde hace tiempo se sabe que son irrelevantes dichas definiciones. Tal vez en El príncipe (1513), de Nicolás Maquiavelo, ya se empieza a ventilar algo al respecto.
Las soluciones pueden proceder de cualquiera de las dos vertientes, cuando la inteligencia prevalece sobre la ceguera dogmática, que rechaza toda acción por acertada que sea del lado contrario y aplaude hasta el mayor error en el propio. La inteligencia no debería tener partido. Por una sola razón: la filiación partidista, de grupo, de clase, de intereses, suele convertirse en dogma, es decir, en servidumbre. La inteligencia, de esta manera, estaría al servicio del dogma, no de la razón, ya no digo de la verdad.
No entiendo por qué se defienden tanto las izquierdas, como los puritanos que creen que están del lado de Dios y los contrarios en el del Diablo. Sin duda, es una cuestión religiosa, de fe y la fe no se interroga. Una lucha del bien y del mal de catecismo. ¿Por qué el “progreso” debe estar forzosamente del lado de las izquierdas? Todo lo que es a fuerza es o termina por ser artificial. Pero se tiene que ser de izquierdas para ser bien visto, aceptado y reconocido. Llega a ser una cacería de brujas.
Lo que quiero decir es que toda dependencia intelectual es la falta de libertad de pensamiento y de razonamiento, sobre todo para los escritores. Tampoco me refiero a la inexistencia de los partidos políticos, sino a la dependencia de ellos, de una secta política, de cualquier otro clan de poder, de una pureza de clase (que siempre aplasta a otra). Así, se recibe el dictado de lo que se debe pensar o escribir y, con mayor razón, publicar (como en los países totalitarios, socialistas o religiosos).
“¿Qué nacerá del derrumbe de las ideologías? ¿Amanece una era de concordia universal y de libertad para todos o regresarán las idolatrías tribales y los fanatismos religiosos…?” Los mexicanos: “¿alcanzaremos la verdadera modernidad, que no es únicamente democracia política, prosperidad económica y justicia social sino reconciliación con nuestra tradición y con nosotros mismos?”, se preguntaba en 1990 el Premio Nobel Octavio Paz. “Nadie tiene las llaves de la historia.” Y concluía: “No es imposible: fraternidad es una palabra que pertenece por igual a la tradición liberal y a la socialista, a la científica y a la religiosa”.
El presidente de Israel, Simón Peres, dijo en una entrevista publicada en El Universal (1/12/13), a propósito de la iniciativa del presidente de México de acordar con los partidos de oposición: “Creo que no tiene que estar comprometido con las definiciones anticuadas, esas definiciones de derechas o de izquierdas, creo que son definiciones anticuadas y complicadas”.
Pero también el líder anti apartheid, Nelson Mandela, dijo, en su recordado discurso de 1964: “El Partido Comunista hace hincapié en la diferencia de clases, mientras que el ANC (Congreso Nacional Africano, en inglés) pretende que convivan en armonía”. Y termina: “He luchado contra la dominación de los blancos, y he luchado contra la dominación de los negros. He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades.” (El País, 8/12/13.)
Esto es fundamental. Preguntaba yo en mi clase de sociología en 1967 (antes del “68”), en mi paso por el Politécnico: “¿De qué sirve que una clase social haga una revolución para derribar a otra que está en el poder?, ¿sólo para ponerse en su lugar y dominar a la anterior clase dominante?” Sigo pensando que eso no sirve para nada. Se repite la misma historia una y otra vez. Sólo cambian los colores de los que ejercen el dominio. Y no es en absoluto una sociedad libre la que surge de aquel tipo de “revolución” vengativa.
Por eso: las soluciones pueden hallarse en la izquierda, como en la derecha, o en medio de ellas. El superlíder que hace creer que puede solucionar desde un extremo los problemas de una gran nación, como es México, descubre su propia farsa para lograr o conservar el poder. Y si a ese caudillo se somete un escritor como autor de una obra, ¿qué quedará de ésta? El derrumbe de las ideologías y de la literatura.
Pero, ¡felicidades en este 2014!