Las vicisitudes de la marca México/I-II

Guillermo García Oropeza

Una de las expresiones más vulgares pero que se usa en todo el mundo es eso de la “marca” para referirse a un país. Por ejemplo España ya no es España sino “la marca España” que se refiere al valor comercial del país. Si todo va bien la marca sube, vale más, y si no, se deprecia. Aplicando este desagradable concepto podemos hablar de la marca México, que indica qué tan atractivos somos para el resto del mundo; e indudablemente en tiempos recientes la marca México anda mal, llena de abolladuras.

Durante el pavoroso sexenio de Felipe Calderón, México se hizo famoso en el mundo por la extensión de su violencia por los ciento y tantos mil muertitos que produjo la guerra del presidente panista. También en ese  sexenio el ruido exagerado en torno a una supuesta epidemia de influenza le dio un golpe contundente al turismo nacional. El regreso del PRI, el gobierno de Peña Nieto hizo subir la marca México con las promesas de que ahora sí nos integraríamos a un primer mundo. Pero lamentablemente la terca realidad se niega a ser cambiada y ahora resulta que la marca México vuelve a devaluarse en el mundo que mira con curiosidad lo que sucede en un estado mexicano, el de Michoacán. Donde se podría gestar una ingobernabilidad que fuera contagiando a una buena parte del centro y sur del país.

Así nos damos cuenta qué nos ven cuando tenemos acceso a medios extranjeros que envían periodistas a observar los problemas mexicanos y tratar de explicar qué es lo que sucede aquí a riesgo de cometer inexactitudes y verdades a medias.

Porque los problemas mexicanos los sabemos demasiado bien, son endemoniadamente complicados, incluyendo éste de Michoacán donde un crimen organizado en guerra contra sí mismo y quizá viendo su principal fuente de ingresos disminuir se lanza a la extorsión de toda la economía de una rica región. Se cobra un impuesto a todas las actividades castigando con violencia a los que no pagan. El famoso derecho de piso pero a la escala de una región completa. Esto no es nada nuevo y hay que recordar que aquel genio del mal llamado Al Capone allá en el siglo pasado se apoderó de Chicago, corrompió a políticos y policías y ordeñó la rica ciudad de los vientos. Y menciono esto para que los yanquis que siempre nos critican con una típica hipocresía anglosajona se acuerden de que también ellos tienen su historia.

Pero volviendo a Michoacán, el problema de hartazgo de una población a la que no defienden las autoridades de una clase criminal que creció demasiado produce una situación compleja y que no se va a arreglar mientras no se den esas profundas soluciones, como acabar con una corrupción endémica y universal y con una desigualdad social de muy, muy difícil solución. Volveremos al tema.